La segunda jornada del Bilboloop prendió en Azkena con Full Cab y Courting, dos bandas que dejaron claro que lo emergente ya no pide permiso: ocupa espacio.
La 24ª edición del festival urbano Bilboloop volvió a mover las placas tectónicas de la noche bilbaina con su fórmula infalible: salas pequeñas, programaciones que huelen a futuro y una selección de bandas que funciona como radar de lo que está a punto de despegar. El viernes arrancó a las 20:00 en Ambigú con el sonido en directo de Ramón Bilbau antes de saltar a Azkena a las 21:30, donde Full Cab y Courting tomaron el relevo con dos directos totalmente distintos pero igual de eléctricos. Anclado a la continuidad de la primera jornada (la de octubre) en la que ONNO, Dutch Mustard y Barrrk ya habían puesto el listón alto (crónica aquí), el festival volvió a reclamar su sitio: un espacio donde descubrir proyectos que mezclan guitarras nuevas, sintes sin miedo y formas de componer que miran más al presente que a la nostalgia.
La noche venía con un “boss level” en forma de contraprogramación, un Bilbao lleno de planes y público repartido, pero aun así Bilboloop reunió a su comunidad habitual, la que prefiere apostar por lo emergente antes de quedarse en lo seguro y Azkena se llenó considerablemente con un ambiente que pedía justo eso: energía joven, ritmos que cambian sin permiso y la sensación de estar viendo algo que crece delante de ti. Un viernes donde la ciudad sonó a presente y a lo que viene.
Full Cab arrancó el bolo en la sala Azkena de Bilbao a las 21:39, dedicando la noche a Unai, el primo del bajista, antes de abrir con “Are U Up”, una entrada dulce que dejó claro su sello: pop electrónico con destellos californianos y un poso post-punk luminoso. Siguieron con “Dot Dot Dot”, tras el primer saludo y la sala, llena ya hasta el primer tope, respondió como si fueran viejos amigos. Con dos guitarras, bajo, batería, sintes y un frontman que domina el flow, los punteos marcaron la pauta mientras los sintes dieron esa atmósfera juvenil y casi de balada de instituto sesentera. El público se sabía las canciones, coreaba y manoseaba la atmósfera de sonido pulido y expansivo. Mención especial al baterista de esta banda que no dejó un solo beat rellenito de calidad.
La intensidad creció con “Sunburns”, “Guts” y “On a Roll”, antes de entrar en uno de los momentos más celebrados del bolo: “No lo pasas tan bien”, coreada desde primeras filas. Tras la transición de teclado llegó “Lucky to Feel It”, seguida de una “Fuzzy” donde las guitarras se desbocaron con un deje cercano a Franz Ferdinand. Ya en la despedida, entre bromas sobre la segunda pandereta que el cantante rompe en dos meses, esta vez con la cabeza, anunciaron el merch y dieron paso a otra transición de teclado para atacar “Save Yourself”. El cierre definitivo con “Get Along” dejó el ritmo en esa cadencia baja, casi hablada. A las 22:20, Full Cab bajaron del escenario con la sensación de haber convertido Azkena en su propia sala de fiestas.

Courting llegaron desde Liverpool al Azkena con una energía casi anfetamínica y un directo que se sostuvo sobre guitarras punzantes, sintes en combustión y una batería que parecía ir siempre dos pasos por delante del resto. Venían sin sus instrumentos que según personas cercanas al festival, se los habían sustraído en el vuelo así que salieron a escena con los instrumentos de Full Cab. Amor y espíritu DIY. Aún así sonaron como si estuvieran presentando gira oficial: un caos perfectamente engrasado donde los cambios de tempo abruptos, las transiciones sin tregua y esa mezcla improbable entre post-punk, electrónica, ska y brit pop construyeron un ambiente tan raro como irresistible. Abrieron con electrónica y pronto se lanzaron a la primera embestida guitarrera con “Popshop”, antes de rematar uno de los momentos más celebrados del set con “Grand National” coreada por buena parte del público.
La noche avanzó a golpes de frenesí con “Tennis” y un desmelene colectivo en “Slow Burner” donde el cencerro acabó pasando de mano en mano entre las primeras filas. El tramo final fue directamente incendiario: “Flex” puso la pista a arder con ese ritmo mutante entre punk y dance, y cuando el público pidió “beste bat”, Courting remató el concierto con “Football”, un cierre sudado y explosivo que desató el pogo definitivo. Para entonces, la sala entera bailaba sin pensar y la banda, entre miradas cómplices y ruido glorioso, dejó claro que su fama de directo salvaje no es exageración: es crónica.
En tiempos de algoritmos y carteles calcados, Bilboloop sigue siendo un acto de fe: apostar por lo que crece, no por lo que ya vende. Quizá por eso, 24 ediciones después, sigue siendo uno de los espacios más necesarios para que Bilbao respire futuro sin pedir instrucciones.
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