Tradición, fusión y vanguardia
ConciertosSopela Kosta Fest

Tradición, fusión y vanguardia

7 / 10
Dave Blanco — 22-09-2025
Fecha — 19 septiembre, 2025
Sala — Plaza Urgitxieta (Larrabasterra)
Fotografía — Dave Blanco

El Sopela Kosta Fest confirmó este año que es mucho más que un festival de surf y naturaleza. Entre talleres, actividades deportivas y culturales ligadas al mar, la música se consolidó como el corazón nocturno del evento. Aunque los conciertos se trasladaron del centro del pueblo a un espacio menos céntrico, el espíritu del festival se mantuvo intacto: la esencia de comunidad, encuentro y celebración pervivió en dos veladas de directo que ofrecieron una paleta sonora tan variada como estimulante.

La apertura corrió a cargo de Ziztada & Rlantz, un dúo que fundamenta su propuesta en el reggae y el dub, pero que en directo amplía el espectro con folclore vasco —a través de la txalaparta— y el color del saxofón. El inicio fue comedido, con atmósferas ensoñadoras que parecían flotar sobre el calor vespertino, pero conforme avanzaban los temas la intensidad creció. Las bases se hicieron más contundentes, las rimas de Ziztada ganaron velocidad y los efectos de delay y reverb en la voz aportaron un eco reivindicativo que expandía su mensaje.

El contraste llegó con Izaki Gardenak, que ofrecieron uno de los conciertos más cuidados y emocionales de todo el fin de semana. Su mezcla de rock y folk de raíz americana se movió entre la luz y la penumbra, creando un vaivén de sensaciones reforzado por un juego de luces preciso. Temas como "Horma eta Haizea" iluminaron el set con guitarras radiantes, mientras que "Piztiek Somatu Gaituzte" —con Libe a los coros— bajó el pulso hacia terrenos más introspectivos. Joseba B. Lenoir brilló con una guitarra vigorosa en piezas como "Etorkizuna" y "Oasia", donde el grupo demostró la solidez de una banda rodada. Sin apenas pausas —salvo para hidratarse y agradecer—, construyeron un concierto ascendente que alcanzó su clímax compartido con el público en "Amaieratik Hasi", ya cercano a la categoría de himno.

Para cerrar la velada, Manny Calavera pusieron patas arriba la plaza con su inconfundible "mariachi rock" de versiones. Lo suyo es un juego entre lo teatral y lo festivo, entre el desparpajo y la complicidad. Era casi imposible escapar a corear clásicos como "Mi Gran Noche" de Raphael o "Corazón Contento", que se convirtieron en banda sonora común para un público que ya no necesitaba más excusas para lanzarse al karaoke colectivo. Su reinterpretación de "¡Ay Jalisco No Te Rajes!" puso las bases para el remate a un cierre de jornada que dejó el ambiente en alto.

Tras una primera jornada marcada por la diversidad estilística —que llevó al público desde los ecos reivindicativos del reggae hasta la comunión colectiva del folk y la fiesta desatada de las versiones—, la segunda noche recogió el testigo con una propuesta igualmente variada. Airu abrió con un concierto que navegó entre el dreampop, el retro ochentero y un pop melódico marcado por teclados y sintetizadores. Desde los primeros compases, los sintes pusieron un acento nostálgico que se reforzó en temas como "Con las ventanas tan grandes me da vergüenza mirar", de tempo más lento, mientras que en "Y hasta aquí" afrontaron un pequeño problema técnico con la guitarra que supieron solventar repitiendo la canción con naturalidad. Lo más interesante de su directo fueron los contrastes: de la desnudez de un tema a solo voz y guitarra, hasta la energía colectiva de los coros que reforzaron melodías empoderadas. Hacia el final, con piezas más atmosféricas como su versión de "Anegauta" de TOC y juguetonas como "El Sol", alcanzaron un desenlace festivo.

El relevo lo tomaron los muy cercanos y comunicativos con el público Moonshine Wagon, que transformaron la plaza en un improvisado salón de baile al ritmo del bluegrass y el folk más desenfadado. Con una instrumentación basada únicamente en cuerdas —violín, mandolina, banjo, guitarras— y voces rasgadas, ofrecieron un espectáculo de raíces y energía. La ausencia de percusión no restó pegada; al contrario, potenció la crudeza y autenticidad de su propuesta. El setlist osciló entre piezas más sentidas como "Ghost" y descargas enérgicas como "You, Yourself and You". Pese a un parón forzoso por una tormenta, regresaron con fuerza con temas en euskera como "Janari Azkarra" y sorprendieron con versiones que incluyeron desde "Txoria Txori" de Mikel Laboa hasta "Ace of Spades" de Motörhead.

El broche de oro lo puso Süne, con una de las propuestas más originales de todo el festival. Con un show medido al detalle tanto musical como visualmente, su actuación viajó entre la tradición celta y la modernidad electrónica, entre el folk gallego, la trikitixa vasca y los beats techno más contundentes. Alternando momentos íntimos como "Ondo Nago" —con atmósferas inquietantes de humo y luz— con pasajes puramente festivos en "Hori Bai" —con Antxon haciendo las veces de Diego—, ofrecieron un espectáculo donde cada giro sorprendía. Hubo homenajes a la mítica sala Txitxarro y a la cultura de club de los 2000, guitarras eléctricas que acercaron el sonido al pop-rock, y remixes reconocibles como "Free From Desire", que disparó la euforia del público más veterano. Con un despliegue de registros vocales y un constante diálogo entre tradición y modernidad, Süne firmaron un cierre vibrante, único y para todos los públicos.

En conjunto, el Sopela Kosta Fest 2025 volvió a brillar como un evento multidisciplinar que sabe equilibrar mar, cultura y música. Dos jornadas donde convivieron la raíz y la experimentación, la emoción y la fiesta, y donde los conciertos, pese al cambio de ubicación, mantuvieron la identidad que define al festival: una celebración de comunidad con el mar como telón de fondo.

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