El Revenidas 2025 se confirmó como un espacio en el que lenguas y culturas se entrelazan sin pedir permiso, donde la reivindicación palpita en cada rincón y la música se muestra a la vez como fiesta y trinchera: un entretenimiento que también sirve de herramienta para defender, construir memoria y proyectar un futuro prometedor. Fue una edición sin distancias ni etiquetas, en la que el público compartió una misma misión: dejarse atravesar por las canciones, celebrar lo que se es, y bailar juntos hasta que suena el último acorde.
Hugo Guezeta tuvo la responsabilidad de abrir la primera jornada, y lo hizo presentando su disco “O Noso Tempo”. Una tarea siempre complicada y a veces ingrata, pero que el de Ponteareas salvó a la perfección debido a su experiencia y un directo potente, que estuvo cargado de mensajes y que marcó el pulso de lo que estaría por llegar después. Del rap sólido se pasó al punk show de las neozelandesas Dick Move, una ráfaga de energía tan grande que las convirtió en primera sorpresa del festival.
Aunque si se trata de energía desmedida y descontrol, el ejemplo claro fueron The Rapants y The Baboom Show (en la foto). Los de Muros volvieron a dejar claro que son una de las bandas del momento, cambiando (como ya es habitual en su partición en el Revenidas) la utilidad del puerto marítimo por un aeropuerto lleno de aviones. En cuanto a las suecas, el segundo escenario se les quedó demasiado pequeño. La fuerza de su vocalista Cecilia Boström es tan grande, que no deja indiferente a nadie, provocando tal locura que es imposible no agitarse ante lo que está sucediendo.
Tras un pequeño inciso amenizado por La Duendeneta llegó el turno de Dubioza Kolectiv, desatando una celebración colectiva que impregnó de buen rollo el recinto, preparando al público para el tramo final del primer día. Sanguijuelas del Guadiana parecían llevar años sobre los escenarios, gracias a un concierto impecable. Su escaso repertorio —entendible por la juventud de la banda— fue suficiente para demostrar por qué avanzan como un cohete, dejando claro que su ascenso no es fruto de la casualidad. Y, lo más importante, que el éxito se puede alcanzar sin perder la identidad.
No hubo pausa ni respiro, pues Buhos siguió arrastrando al público hacia la fiesta con una corriente de baile y canto que lo llenó todo. Con Galician Army y su sólida electrónica se cerró una primera jornada que sin duda lució como buen comienzo de edición. La apertura del viernes volvió a tener acento gallego, gracias a la tralla que ofrecieron los también pontevedreses Seitura. J Martina cogieron el testigo, erigiéndose con todas las de la ley como una de las jóvenes promesas de la música en Euskadi. Una actuación muy sensorial y melódica, que funcionó bien pero que quizás reclamaba una hora más central.
La fuerza, dulzura, tradición y reivindicación fueron de la mano con el empuje de Sés y la espectacular banda que la acompaña, para pasar al baile con Les Testarudes. Fue el preámbulo de uno de los platos fuertes del festival. Las ganas de disfrutar del último concierto de Fermín Muguruza en Galicia eran palpables desde minutos antes de comenzar. Y no defraudó. Con colaboraciones como las dos anteriores bandas en actuar, a las que se sumó Jasper de Loita Amada, el cantante demostró estar más en forma que muchos grupos más recientes, dejando un show muy cuidado al que no se le pueden poner peros. Sons of Aguirre & Scila tuvieron la difícil misión de intentar mantener el nivel, con Baiuca desatando nuevamente el baile y el canto con otro de los directos más interesantes de esta edición.
Svetlana pusieron una de las notas discordantes de la edición. Al contrario de lo que pueda parecer no fue algo negativo, pues también se agradece un poco de música apta para desconectar y divertirse. Sobre todo, porque después llegó el turno del máximo desenfreno con la aparición de Talco, con quienes todo se vino abajo con esa llamada a la rebelión cargada de ska y punk que tan bien les funciona en directo. El derroche de energía por parte del público no fue excusa para que los más valientes comenzasen a entrar a primera hora del sábado en el recinto. La ocasión lo merecía, pues abriendo la jornada se encontraba Filloas con su inseparable compañera Paula Ferraz.
Fue el preámbulo de un día maratoniano, no apto para cobardes. Pasadas las 12:30 salieron al escenario principal los pamploneses Lehendakaris Muertos. Es raro ver al combo actuar tan temprano y con sol, pero esa circunstancia no restó ni un ápice de interés e intensidad a un concierto que cumplió con las expectativas. Con La Duendeneta ayudando a seguir calentando el ambiente, llegó el turno de la diversión de la mano de Monoloious DOP y su siempre desenfadado espectáculo. Tras ellos, tradición y modernidad confluyeron en Mondra. El artista repetía dos años después de su primera aparición en el Revenidas, esta vez en el escenario principal y con dos discos bajo el brazo. Una hora que supo a poco, pero en la que se generó un ambiente íntimo y muy bonito, con el que demostró que está preparado para seguir derribando metas.
Cambio de tercio con la aparición de F.R.A.C. Los andaluces sorprendieron a quienes no los conocían con su rap bañado en funk o reggae, pero sobre todo por unas letras satíricas e irreverentes, cargadas de muchísima denuncia social. A partir de este momento la intensidad siguió subiendo, gracias en parte a Dakidarria, con quienes no solo siguió la reivindicación sino que también aumentó la temperatura de un día en el que la lluvia comenzaba a hacer su aparición. Lo urbano, pero con mucho toque de rural, conquistó el escenario secundario de la mano de Bewis de la Rosa, quien se ganó la complicidad del público desde el primer momento. Bajó en varias ocasiones para desatar la locura, y sobre el escenario demostró ser uno de los proyectos más interesantes del momento, con la compañía de dos bailarinas y la aparición sorpresa de Catuxa Salom.
Heredeiros da Crus volvieron a demostrar que siguen siendo de las grandes figuras del rock gallego. Un directo salvaje, cargado de humor, con el que convirtieron el recinto en una verbena cargada de irreverencia, dejando sin duda su impronta. Otro pequeño parón amenizado por La Duendeneta, y llegó el turno del regreso a los escenarios gallegos de los asturianos Onza. El proyecto de, entre otros, Pepo –ex miembro de Desakato–, presentaba su último trabajo discográfico y provocó golpes certeros en cada uno de los asistentes apoyados en rabia, nostalgia y la autenticidad de un proyecto que podría dar que hablar en el futuro.
Si especial fue su regreso, más lo fue el de RIOT Propaganda. Tan esperado era que fue otro de los conciertos que más atención generó a pesar de las pésimas condiciones meteorológicas que acompañaron durante el mismo. Habían pasado años desde su última vez juntos en Galicia, pero su retorno brilló como el de quien regresa a una batalla para ganarla cuando todos piensan en su derrota: con la furia y la convicción de quien sabe que, en tiempos tan turbulentos como los actuales, el silencio no es una opción.
Con La Élite mejoró el tiempo y el vendaval pasó a situarse sobre el escenario. No decepcionaron, desplegando su arsenal musical a base de puro post-punk y un synth-pop macarra, como es habitual en ellos, y con cada grito suyo encontrando reflejo en un pogo entre el público. Cambió de tercio el ambiente con los valencianos La Fúmiga, quienes fueron una de las grandes representaciones de lo que es el Revenidas: abrazo, voces unidas y cuerpos al son de un mismo latido pero con distinta lengua, en una circunstancia que, lejos de ser una barrera, derivó en punto de unión.
El portugués Omiri, que sorprendió al tocar diversos instrumentos casi de manera simultanea, comenzó a despedir un día en el que quedaba la aparición de Yaya DJ para poner el fin de fiesta. La última jornada del domingo, gratuita, se vio deslucida por un tiempo que propició la cancelación de parte de las actividades previstas. Y así, Vilaxoán volvió a despedir una nueva edición de uno de los festivales por excelencia de Galicia, un espacio donde Palestina estuvo presente y donde las lenguas, las culturas y las voces de toda la península se encontraron, reivindicadas y celebradas, recordándonos que la música sigue siendo un puente y una trinchera compartida.

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