Como cada año, y con el otoño recién estrenado, Ourense acoge el Our Fest, uno de los festivales más interesantes del año. La elección del cartel es siempre exquisita y este año no fue menos. Una llamada a los indies de antaño, de los que en los noventa lucían las camisetas de rayas y eran llamados a menudo “los modernos”. En la práctica, la cosa tuvo bastante más recorrido, con públicos de todas las edades, mucha gente entre veinte y treinta de entre esa nueva hornada que se está subiendo al tren del regreso de Oasis, camisetas de The Stone Roses y, en defintiiva, una fiesta que aunaba gente bastante dispar y unía a varias generaciones.
Inauguraron la jornada Dream Nails, herederas del sonido que más representaba la noche. Las británicas desarrollaron su propuesta demostrando que son una de las bandas europeas, que si disfrutas con el perfil del festival, deberías ser fan, probando de paso que ese tipo de sonido sigue siendo muy actual. Viva Belgrado saltaron al escenario y el recinto comenzó a llenarse. De menos a más, la banda empezó a sentirse cómoda y desplegaron lo mejor de ese repertorio que los ha llevado a convertirse en una de las bandas españolas del momento. El suyo fue un derroche de energía, guitarras, distorsiones, ruido y reivindicación.
Uno de los momentos más brillantes de la noche quedó focalizado en la actuación de Mercury Rev (en la foto). La banda de Buffalo, que inició su andadura en los primeros compases de los mencionados noventa, llenó el recinto de magia cósmica. Una propuesta que se mueve entre en el shoegaze, dream pop o la neo-psicodelia. Y, también, una fiesta de ruido, delays, reverb, teclados y estupendas melodías, en el que hasta hubo hueco para versionar el “Love Sick” de Bob Dylan. Un ejercicio cercano a la perfección de una banda que suma más de treinta años sobre los escenarios y tiene muy interiorizado cada sonido. Tanto como para ofrecer una experiencia sonora muy especial. Dejaron para el final sus éxitos más reconocibles: “Holes”, “Goddess On A Hiway” y “The Dark Is Rising”, que no pasaron desapercibidos entre sus seguidores, aunque el concierto fue mucho más que eso y disfrutable de principio a fin.
La noche empezaba a caer y el público comenzaba a calentar motores ya en serio cuando llegaba el turno de unos León Benavente que, como es sabido, nunca fallan. Los de Abraham Boba hicieron un concierto a la altura de lo que se esperaba, rayando a ese nivel al que acostumbran y que hemos podido comprobar en numerosos festivales veraniegos: no cabe duda que son una de las bandas con mayor aceptación del momento. Siempre enérgicos y con un Boba comiéndose el escenario y arrastrando a todos con canciones como “Ser Brigada” o “Ánimo Valiente”.
Quizá la banda más esperada –tanto por parte de los viejos indies como por los jóvenes que de alguna manera se veían atraídos por la estética mancuniana de los 90–, eran Happy Mondays. Los de Manchester no se fueron por las ramas, arrancaron con “Kinky Afro” y, desde entonces, lo suyo fue una fiesta orientada a celebrar el repertorio de la banda. Una apuesta por el baile interrumpido, en plena cita con uno de los principales representantes del sonido madchester, más concretamente del de finales de los ochenta, cuando llenaban los clubes con sonidos que miraban de frente a la pista. Un repertorio lleno de éxitos que desembocó en “Step On”, la canción más popular de la banda. Un concierto obligado para todos los fans del género, levantado por una banda muy especial que no acumula canciones de relleno: el combo tiene pocos discos y lejanos en el tiempo, pero todos ellos estupendos.
La cosa aún no había acabado y, como los asistentes rehusaban esa opción consistente en enfilar el camino de vuelta a casa, llegaba el turno de Kruder & Dorfmeister. El dúo austríaco, que también comenzó en la música en los noventa, no estaba dispuesto a que decayera la fiesta y mostró su lado más directo y bailable, con una sesión tras los platos que no hizo sino certificar el éxito de esta cuarta edición del Our Fest.

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