El Morriña Fest regresó a A Coruña con la promesa cumplida de ofrecer música, reencuentros y emociones al límite en pleno verano. Dos días de festival envueltos en sol y calor, climatología que presagiaba que la ciudad iba a ser testigo de algo más que un conjunto de simples conciertos.
La primera jornada arrancó a última hora de la tarde, con la puertorriqueña Gale abriendo el festival. Lo hizo en solitario sobre el escenario, con una propuesta que mezcla pop fresco con destellos urbanos, pero con su espectacular voz como eje central de una actuación que resultó vibrante y muy actual. Ese presente conceto dio paso a la nostalgia con la salida de Duncan Dhu al escenario. O al menos algo cercano, ya que Mikel Erentxun era el único miembro del combo original. Un concierto celebración del 40 aniversario del grupo, que lució a medio gas, seguramente por la ausencia de Diego Vasallo. Quizás tampoco ayudó un público demasiado joven, pero lo cierto es que el resultado apuntó más a la réplica que a la fiesta.
El ambiente cambió radicalmente con la llegada de Veintiuno (en la foto). Los toledanos transformaron el ambiente con una energía contagiosa. El suyo fue de esos conciertos que crean nuevos fans y afianzan a los ya conquistados de antemano. Y es que verlos sobre el escenario es ver a un grupo de amigos con miradas cómplices e interpretaciones precisas. Por eso son, sin duda, una de las bandas más en forma del panorama actual, y así lo demostraron desde el primer acorde. Tomó el relevo Recycled J, para el delirio de un buen número de los presentes. Para ellos el concierto fue, seguramente, perfecto. Aunque, en la práctica, no llegase a encender la chispa por completo. Funcionó, sí, pero quizás a estas alturas se esperaba de él más riesgo, más fuerza y más cercanía.
Con quienes sí que confluyeron todos esos ingredientes fue con Miss Caffeina. La banda ofreció uno de los shows más redondos de la jornada, con un sonido impecable y un setlist que mezcló sus grandes éxitos con canciones más recientes. El público estuvo enganchado desde el primer minuto, bailando y cantando con una banda que demostró su gran poder de convocatoria. Siguió la acción con Beéle, cabeza de cartel fichado a última hora que saltó a las tablas con retraso al escenario y terminó su actuación todavía más tarde. Al igual que en el caso de Recycled J, la actuación del colombiano funcionó para quienes llevaban horas esperando para verle en directo. El final de la noche quedó encarado con unos Alcalá Norte que se tomaron con humor el retraso en su horario. Ofrecieron un directo honesto y sin florituras, pero con ese toque específico de quien se está haciendo único en el panorama actual. Y es que han llegado a los festivales para, posiblemente, no volver a salir de la mayoría de carteles. El cierre y broche del viernes corrió a cargo de unos jóvenes Alleh & Yorghaki y del DJ gallego Michenlo.
Para el sábado quedó la jornada maratoniana, con Inazio como el encargado de amenizar una sesión vermú de acceso gratuito. Pasadas las tres de la tarde, fueron los vigueses Querido quienes abrieron el escenario principal. Problemas de sonido aparte, el grupo supo tirar de oficio para ganarse la atención incluso de aquellos que ya esperaban por la salida de los reggaetoneros del cartel. Hey Kid cogió el testigo con un directo eficaz gracias al cual tuvo lugar el primer estallido de júbilo del día. Quizás lo suyo no sea nada novedoso, pero funciona. Y lo hizo, además, gracias a las colaboraciones sorpresa de Inazio e Iñigo Quintero. Con el recinto llenándose bajo un sol insistente, Tu Otra Bonita sorprendieron a propios y extraños con una actitud arrolladora. Consiguieron conectar con todos y cada uno de los presentes, con Héctor Lacosta bajando entre el público y consiguiendo que todos los presentes saltasen y coreasen las canciones del grupo junto a él.
Mucho más íntima, aunque blandiendo bastante garra, resultó la actuación de una Elena Rose que se mostró emocionada por estar en A Coruña, a la par que triste por no poder hacerlo con su banda. Lo emotivo volvió a llenar el recinto con la salida de Pignoise, quienes apelaron a la memoria colectiva con un repertorio donde no faltaron sus himnos generacionales. También dejaron espacio para avances de su nuevo disco, en un movimiento muy acertado. A continuación, Miriam Rodríguez firmó una actuación sólida con la que demostró lo infravalorado de su posición. No faltó una banda de calidad y un cuerpo de baile sorprendente, todo ello acompañado del poderío vocal y la interpretación perfecta de la gallega. Mikel Izal volvió a llevar al escenario el paraíso que lleva mostrando desde hace varios años, cambio de nombre incluido, y Marlon ofrecieron otro de los conciertos más potentes del día. Con él se reafirmaron como uno de los nombres imprescindibles del pop español actual, dejando el terreno listo para la llegada de Nathy Peluso. La argentina brilló vocalmente, pero su puesta en escena se antojó algo fría. Fue una actuación correcta, incluso notable durante gran parte del directo, pero no llegó a alcanzar el nivel que había ofrecido en otras visitas previas a Galicia, en donde la garra y el poderío fueron mayores.
Una garra y un poderío que sí demostraron Ginebras. Casi jugando en casa, pues Magüi es natural de la ciudad herculina, en una circunstancia que se dejó notar. Su presencia quedó traducida en torbellino de hits con energía y actitud arrolladoras. La formación dejó sus credenciales, al tiempo de demostrar que están listas para ser cabezas de cartel y defender esa posición con todas las de la ley. El cierre del día y del festival corrió a cargo del trío formado por Ozuna, Mar Lucas y Jhayco. Lo suyo fue un delirio colectivo, más intergeneracional de lo que alguno podría esperar, gracias a un carrusel de éxitos que provocó gritos, bailes y una marea de móviles constante. Una despedida enérgica y muy efectiva para dos días donde la música fue la gran protagonista. Puede que, con sus luces y sus sombras, pero sin duda dejando un buen sabor de boca general y potenciando las ganas de repetir en la mayoría de los asistentes.

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