Un fantasma

Arnau Sanz no merece ser recibido con los brazos abiertos en nuestra publicación solamente por ser el siempre efectivo y enérgico batería de Mujeres, sino también –incluso más– por su cada día más interesante carrera como autor completo de cómic. Y si digo cada día más interesante es porque, aunque son ya unos cuantos los títulos en los que ha demostrado sobradamente su talento, da la impresión de que desde “Tibirís” (17) cada uno de sus pasos sirve para protagonizar piruetas que, en lugar de distanciarlo del buen camino, afianzan más su nombre en el mundo de la viñeta española. Y no porque obras “Albert contra Albert” (13) o “Llavaneres” (15) careciesen de valor, sino que sencillamente encajaban más en los cánones a los que otros autores precedentes nos tenían ya acostumbrados. El Arnau Sanz Martínez de los últimos años se siente ya con el suficiente arrojo para experimentar con vistas a lo desconocido. Y ojo, todo ello sin que sus títulos se vayan a alejar emocionalmente del lector, para nada.

Al mismo tiempo, es de apreciar que Sanz no se contente nunca con repetir una fórmula que le funcione, ni en lo temático, ni en lo visual. Así, cada una de sus obras se mueve en campos distintos, tanto en lo artístico como en lo narrativo. En “Un fantasma”, demuestra que sabe tomar riesgos porque se siente ya un artista seguro de si mismo. En lo narrativo porque ha pasado de las historias autobiográficas o más cercanas, a atreverse nada menos que con la ciencia ficción distópica; en lo visual, porque prescinde definitivamente de sus trazos para levantar a sus personajes y a la acción a partir de piezas de color sin líneas que los acoten en demasía. El resultado es un cómic muy inquietante que trata temas como el poder y sus mentiras, la traición, el sentido de la vida en un mundo víctima de un extraño virus (¿alguien dijo pandemia?). Pero sobre todo es un cómic que subraya una vez más que Sanz ya es un autor que no le teme a nada.