¡Por Tutatis!

“Este NO es un tebeo de Astérix” reza la falsa pegatina que incluye la portada de “¡Por Tutatis!”, el más que interesante volumen que el dibujante Lewis Trondheim ha tenido a bien realizar en torno la eterna figura del guerrero galo y sus compañeros de viñetas. Efectivamente, la presente referencia perpetrada por el autor francés no es (para nada) un número más en la colección del personaje creado por el guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo, pero a cambio toma prestado el célebre entorno de la aldea de los irreductibles para trazar un imaginativo y jugoso homenaje.

Trondheim introduce a su propia creación, el conejo Lapinot –que cuenta con un buen número de peripecias previas en su haber– en el entorno de la mencionada aldea, concretamente usurpando la identidad del mismísimo Astérix tras resultar teletransportado (y no precisamente por decisión propia) al poblado en cuestión. Allí se dará de bruces con Obélix, Ideafix, el druida Panorámix, el feje Abraracúrcix y, por supuesto, una serie de desdichados romanos que aquí no saltan graciosamente por los aires despedidos de sus sandalias cuando reciben el mamporro de rigor, si no que a cambio mueren violentamente y sufren mutilaciones. Es solo una de las llamativas consecuencias de mezclar el mundo imaginario y pretérito de los cómics de Astérix con ese real y actual del que procede Lapinot, en un contraste que propicia la chispa de la referencia en base a situaciones disparatadas, otras divertidas o casi surrealistas y, en definitiva, un humor de tintes bastante negros.

Tampoco faltan los ingeniosos guiños a tomos concretos de las aventuras originales ni la aparición estelar (y un tanto sospechosa) del mismísimo dios Tutatis, empeñado en que Panorámix le confíe el secreto de la poción mágica que hace invencible. “¡Por Tutatis!” es, en definitiva, un cómic entretenidísimo y ampliamente original, apuntalado sobre en un planteamiento que por sí mismo significa todo un acierto. Una obra divertida y avispada, respetuosa pero también algo vacilona, que hará las delicias de cualquier aficionado al guerrero galo más famoso jamás dibujado.