En los volúmenes publicados hasta ahora de esa suerte de alter ego de Michel Rabagliati que es Paul, un acontecimiento más o menos trascendente termina desembocando en un descubrimiento decisivo y la progresiva pérdida de la inocencia del protagonista . Esta fórmula, habitual en los slice of life que vuelven la mirada con nostalgia a la niñez o la adolescencia, el historietista canadiense ha conseguido encajarla en etapas vitales bien distintas: la independencia juvenil, el desafío de la paternidad o ese difícil momento en que afrontas la decadencia física y mental de tus progenitores que inevitablemente acaba en la muerte. “Paul en los scouts” no es diferente en ese sentido, y ese Macguffin que es el alistamiento de un Paul adolescente en el cuerpo de exploradores le sirve a Rabagliati para tratar otra serie de conflictos que aparecen por primera vez en el horizonte vital del protagonista.
El más evidente, el político, se encuentra estos días más de actualidad que nunca en hoy en nuestro país. “Paul en los scouts” se desarrolla en los años 70 en Quebec, en medio de un enrarecido ambiente en el que el grupo armado de ideología marxista FLQ (Frente de Liberación de Quebec) llevó a cabo una serie de secuestros y asesinatos que derivaron en un “viernes negro” con múltiples detenciones. Lo que arranca como un opresivo paisaje a través del que se mueve sin apenas advertirlo un jovenzuelo más preocupado por los cómics de superhéroes o el primer amor, terminará por cruzarse irremediablemente en su vida.
Pero este volumen, con el que Rabagliati hace retroceder un par de décadas a su personaje respecto a los recientes “Paul en Quebec” o “Paul se va de pesca”, en realidad permite al autor tomar un poco de aire para centrarse nuevamente, entre carreras por el bosque y ritos de iniciación a los Scouts, en las despreocupadas ilusiones infantiles. Los golpes bajos se diluyen en un volumen en líneas generales más liviano que sus predecesores y tan impecable (si no más) que aquellos desde el punto de vista gráfico, un aspecto en el que el dibujante de Montreal raya a la altura de los más grandes.
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