Oleg

Frederik Peeters alcanzó hace tiempo otro nivel. Sus obras son profundas y al mismo tiempo divertidas, tanto da que se mueva en el mundo de la ciencia ficción o en lo autobiográfico. Sus guiones funcionan perfectamente, su dibujo va enriqueciéndose constantemente y la capacidad evocadora de algunas viñetas es increíble. No sorprende por tanto que su “Castillo de arena” –en colaboración con Pierre Oscar Lévy– sea la materia prima de la que se ha nutrido “Old”, la nueva película del cineasta M. Night Shyamalan. Pero no nos vayamos por las ramas. En estas casi doscientas páginas de "Oleg" el autor suizo vuelve al cómic autobiográfico –aunque lo haga camuflado como Oleg (léanlo para más detalles y aclaraciones al respecto)– y vuelve a salir victorioso. Una vez más.

“Oleg” no es una obra que se contente con contarnos el día a día como dibujante de Peeters, para nada, sino que son muchos los temas que van y vienen a lo largo de sus páginas. Tanto es así que, en cierta manera, deberíamos decir que se trata de un cómic en el que realidad y ficción se entrelazan, y no porque haya elementos fantásticos en la obra, sino porque eso permite al suizo jugar a su antojo con los personajes. Lo que no admite discusión es que Peeters utiliza “Oleg” no solo para hacernos partícipes de su punto de vista sobre el mundo moderno, nuestra adicción a la tecnología y cosas por el estilo, sino que también le funciona a la perfección para rendir homenaje a sus seres queridos, en este caso su esposa y su hija, con quienes comparte algunos de los momentos más emotivos de toda la historia.

En cuanto al dibujo, Peeters ha trabajado más que nunca buena parte de sus páginas, manteniendo su capacidad expresiva habitual, trasladando al papel con igual maestría tanto los momentos más cotidianos como algunas imágenes puntuales algo abstractas y de elevada carga simbólica con las que va salpicando este “Oleg”.