Resulta imposible no quedarse prendado ante artefactos como esta reedición por todo lo alto de “Mujeres raras”, ahora rebautizada como “Nuevas mujeres raras”. No en vano, estamos ante una versión ampliada del mismo tomo, publicado también por La Cúpula en 1988, con una amplia gama de ilustraciones en las que podemos comprobar las diferentes inflexiones del estilo macerado por Nazario a la largo de las décadas.
El resultado es memorable, una demostración de genio con el lápiz y el rotulador mediante la que el padre putativo de “Anarcoma” demostró ya en su momento por qué se trata de uno de los grandes del cómic nacional, sólo con Josep Mª Beá y Carlos Giménez como posibles rivales en eso de usurparle el trono como autor más relevante del noveno arte. Y es que demostraciones como este tomo de encuadernación exquisita son las que subrayan la maestría de un genio a la hora de transgredir por medio del gesto bello de lo grotesco. Una continua exaltación del contraste entre provocación y pureza de estilo que, tal como queda demostrado en esta colección de historias sobre mujeres irreverentes y misteriosas, son la excusa perfecta para que Nazario haga acopio de maestría en su reconversión de los recuerdos de infancia que marcaron sus primeras lecturas sobre cuentos que, desde relatos como “La calabaza encantada”, lleva a su mirilla del voyeur.
Desde esta posición, la originalidad de su trazo crumbiano se realza con su capacidad para manejar los tonos del color. Habilidad, esta última, en la que no tiene nada que envidiar a maestros en la materia como Mattotti. Y que encumbran este tomo a la calificación de indispensable.

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.