Noguera 100
ComicsMiguel Noguera

Noguera 100

8 / 10
Fran González — 06-05-2025
Empresa — Blackie Books

¿Qué tienen en común Hellraiser, Crazy Frog, Ortega Cano, Cristo o Joaquín Prat? En efecto, que todos ellos han sido resignificados por la inquietante, anómala y ácrata mirada de Miguel Noguera en el que hasta la fecha es su ejercicio de constancia y regularidad artística más grande.

“Noguera 100” es la culminación en papel al reto personal que el artista de origen canario se planteó entre 2022 y 2024 de desarrollar una idea de forma diaria bajo la etiqueta de “The Daily Beast”. Una bestia que, lejos de terminar devorándole, le ha permitido ofrecernos su obra más completa y accesible.

Ciento ochenta y siete ideas en total, recopiladas bajo el ojo prescriptor de Óscar Blanco (amplio connaisseur del noguerismo) y de su propio responsable, en las que tenemos el gusto de regodearnos con los lugares comunes del universo de Miguel, facultado para ofrecernos aquí la carcajada más inmediata y efectista. Tenemos un poco de todo: imágenes con pie descriptivo, ideas únicamente planteadas en texto, desfiguraciones de la realidad con fotografías ligeramente tratadas… La innovación mínima para un resultado brillante que no decae ni siquiera en sus momentos de especulación y neurosis más alambicados.

Estamos dentro de lo que se nos propone tan pronto como en un rápido chequeo de sus páginas nos topamos con esa orla de incómodas y retorcidas píldoras figurativas que durante más de una década han construido el imaginario del autor y que ahora regresan en su forma definitiva y sin caer en lo predecible. Enigmas perversos y retorcidos de juicio imposible (“Ser hecho de perros que se llama Margot habla por teléfono”), indicios de una realidad rota (“El reloj cosido a la chaqueta”), costumbrismo deforme (“Remover el café con un cigarrillo”), retales de body horror a la Cronenberg (“Cantante olvidado vuelve con la cara trasplantada de una niña”), crónica social accidentalmente paródica (“Almudena Cid olvida a Christian Gálvez junto a exfutbolista”) y, por supuesto, mucho guiño a las franquicias de consumo, hábitat natural de su arte desde hace años (“¡Google Lines!”, cree entreoír en el Lizarrán).

Cualquier motivo, por inusitado y esquinado que parezca, es susceptible de acabar formando parte de una de sus quimeras visuales (desde un cartel colgado en alguna marquesina, hasta el más mínimo detalle de su vecino de mesa en la cafetería de marras en la que se encuentre). Prueba de ello son estas ciento noventa y dos páginas de manejable lectura y precio económico, donde la cosmovisión de Miguel y su capacidad para volarnos la cabeza a golpe de paradoja confusa continúan funcionando como el primer día.

Podríamos intelectualizar sus intentos por desafiar al lector con ideas que abren múltiples caminos interpretativos o que combinan la crudeza del relato urbano con la poesía gráfica más aberrante, pero sería ir a la contra de lo que verdaderamente se persigue con la publicación de esta antología: obrar un desaforado diálogo entre lo absurdo y lo sublime en el que impera la irreverencia sin corrección ni filtro. Noguishe en estado puro.

 

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