Moonshine Integral
ComicsBrian Azzarello Y Eduardo Risso

Moonshine Integral

8 / 10
José Martínez Ros — 08-06-2025
Empresa — Planeta

Brian Azzarello y Eduardo Risso son unos viejos conocidos para cualquier aficionado al cómic. El guionista norteamericano y el maravilloso artista argentino fueron los responsables de “100 Balas”, una de las grandes series de Vertigo, el antiguo sello de cómics de autor de DC, en la que combinaban con una creciente intensidad el noir clásico con un relato a gran escala de conspiraciones. “100 Balas” tardó casi una década en completarse y, a lo largo de su centenar de números, ambos exhibieron sus mejores cualidades. En el caso de Risso, un dibujo enormemente expresivo, un absoluto dominio de la narrativa, una capacidad inusitada para crear escenarios y atmósferas fascinantes con los elementos mínimos. Por su parte Azzarello mostró que, en sus momentos más inspirados, era capaz de trasladar al lenguaje de las viñetas del noveno arte las enseñanzas de los maestros del hardboiled como Dashiell Hammett o James Ellroy, con sus diálogos tensos y cortantes, su particular uso de la elipsis y las acciones en paralelo y, sobre todo, sus carismáticos protagonistas.

Tras “100 Balas”, Azzarello y Risso volvieron a colaborar juntos en varias miniseries y one-shots. En algún caso, el resultado fue bastante decepcionante (como su “Spaceman”) y, en otros, más positivo (como “Hermano Lono”, su curioso epílogo al universo de “100 Balas”). Pero la noticia de que ambos iban a trabajar de nuevo en una serie larga, “Moonshine”, publicada por Image, causó una lógica expectación. Ahora Planeta Cómic recopila sus cinco tomos y veintiocho números en un voluminoso integral de casi setecientas páginas. ¿Y qué nos cuenta “Moonshine”? Para empezar, nos sitúa en una época que ha inspirado ya muchísimos cómics, novelas, series de televisión y películas. Nos lleva a los comienzos de los años treinta en Estados Unidos, cuando el país estaba sumido en la Gran Depresión y, aprovechando el auge del contrabando del alcohol por la famosa Ley Seca, se estaba consolidando el poder de la mafia italoamericana en las grandes urbes como Chicago y Nueva York. En su ambiciosa historia, Azzarello salpica el género negro con elementos de terror sobrenatural, como hombres lobo y magia negra, al estilo de la estupenda película “El corazón del ángel” (87) de Alan Parker; y reúne a personajes de ficción personajes de ficción con otros extraídos de la crónica criminal de aquellos años: gangsters de leyenda Joe Masseria “el jefe de jefes”, Salvatore Maranzano o el sibilino “Lucky” Luciano; el “intocable” Eliot Ness e, incluso, uno de los primeros “serial Killers” célebres, “el carnicero loco” de Cleveland.

Nuestro protagonista es un mafioso de poca monta, Lou Pirlo, que es enviado por el rey de los bajos fondos neoyorquinos, Masseria, a una remota localidad en el estado de Virginia, perdida en los montes Apalaches. Un clan de hillbillies de la región se está haciendo famoso por destilar un alcohol de gran calidad y Masseria desea hacerse con él… por las buenas o las malas, así que su misión es negociar en su nombre. Pirlo no es el típico “tipo duro”: destaca más por su labia que por su habilidad con los puños o la pistola y, además, está consumido por un trauma de su pasado, la muerte de su hermana pequeña. Lo que no espera es la pesadilla que le aguarda en aquel lugar y que arrasará con todo su mundo.

El mayor punto flaco de “Moonshine” es su ritmo y su estructura inusuales. En “100 Balas”, Azzarello supo combinar una vasta y compleja trama de fondo con muchas pequeñas historias que, condensadas en la extensión de un número, hacían muy fácil y grata su lectura mes a mes. En “Moonshine”, por el contrario, es mucho más unitaria y “novelesca”. El inicio es pausado y, durante un buen número de páginas, nos sentimos tan extraviados como el pobre Lou Pirlo en los siniestros bosques de los Apalaches. Es Risso, el cual realiza aquí uno de los mejores trabajos en su ya larguísima carrera, quien nos mantiene atrapados en un universo de oscuridad, vudú, sexo y sangre. Sin embargo, leída en conjunto, algo que favorece esta edición integral, no cabe duda de que , Azzarello nos acaba llevando justo adonde quiere, en dirección a un apoteósico grand finale en la que todos los personajes terminan saldando sus deudas con el pasado.

 

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