Las crónicas de odio #2

"Odio" es un clásico del cómic alternativo de los noventa. Es una sitcom bastante pasada de vueltas que alguien se permitió definir como una versión de Seinfeld en la que cambiásemos Nueva York por Seattle y sus protagonistas careciesen de recursos económicos. El tema de "Odio" es la dificultad de abrirse paso en la vida debido a las pocas ganas que ponen los protagonistas en dicho empeño; probablemente, por los sacrificios que implicaría el intentarlo. Naturalmente, no es lo mismo leer ni juzgar Odio con veinte años que con cincuenta, pero su potencia como clásico moderno sigue vigente por ser una comedia divertidísima que flirtea constantemente con el patetismo, por sus personajes desquiciados, por los conflictos que se generan entre ellos y porqué la juventud siempre lo ha tenido muy complicado para acceder a un estatus social.

Esta segunda entrega de "Odio" sigue el molde la edición de Fantagraphics Books y reúne los números #10 a #17 de la revista Hate de Peter Bagge; editados entre 1992 y 1995. Gráficamente, pasamos de una estética densa, underground, y muy oscura por el uso de tramas manuales, de los primeros seis comic books, a un estilo más cartoon y elegante con la llegada del color a la serie en los dos últimos.

Los personajes son los que hoy definiríamos como “muy intensos” y demasiado patéticos. Basta con fijarse en sus expresiones faciales al borde de la histeria sea cual sea el momento o la situación que afrontan. Las desventuras de Buddy Bradley, Lisa, George, Valerie y el gorrón de Apestoso se resumen en: buscar empleo, mantenerlo una vez que te han contratado, compartir piso, tener pareja y engañarla o tener pareja y estar arrepentido de tenerla, e intentar ganar pasta con negocios de bajos vuelos.

Estamos ante un elenco de personajes comodones, hedonistas, y pasivos. No pretenden cambiar el mundo, sino sólo sobrevivir a él. No es sólo la expresión de un nihilismo desganado, o un mero retrato de la Generación X, que la Wikipedia ventila como “holgazanes, cínicos y desafectos”, sino un retrato del fracaso vital; que no lo es tanto pues sus protagonistas aunque lo sufren, no lo perciben como tal.