Las componentes de Pussy Riot ya lo advirtieron hace años: Vladimir Putin no es un gobernante elegido de forma democrática, sino un dictador megalomaníaco. La mayoría de la gente ajena al punk y al activismo no hicieron caso a estos avisos y ahora estamos pagando las consecuencias a nivel global.
Gracias a este libro me he enterado que el gran ajedrecista Garri Kaspárov también lleva años haciendo campaña para desenmascarar al dirigente ruso y que todo el mundo sepa qué ha hecho realmente Putin para llegar al poder. Envenenamientos de opositores y periodistas críticos (Navalni, Litvinenko), chanchullos económicos, asesinatos a sangre fría, corrupción a mansalva, guerras en Chechenia, Siria y más recientemente en Ucrania, injerencias en las elecciones de Estados Unidos para que ganara Donald Trump…
Esta es una historia muy oscura, por eso hacía falta poner un foco de luz sobre el asunto. Darryl Cunningham lo ha hecho recurriendo al formato de la novela gráfica y el resultado es una obra muy densa, donde el aluvión de datos te golpea la cabeza con dureza; aunque la información siempre entra más fácil con imágenes, el peso de lo narrado es muy difícil de aligerar en este caso. Rusia es un país enorme donde el periodismo es una profesión de alto riesgo y donde Putin hace y deshace a su conveniencia.
Al final del libro el autor lanza un mensaje claro al lector atento: “Ya es hora que se haga un esfuerzo conjunto para castigar al Kremlin por sus violaciones de los derechos humanos y la represión de sus oponentes, sean locales o extranjeros. El mundo debe dejar de fingir que el régimen de Putin es algo normal”. Estoy totalmente de acuerdo con Darryl Cunningham pero me sorprende que no explique uno de los motivos de la invasión reciente de Ucrania: la voluntad de Putin de recuperar el control sobre el cereal que se exporta a través del Mar Negro. Aunque supongo que solo este tema ya daría para escribir otro libro.
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