La flama
ComicsNino Bulling

La flama

7 / 10
Laura Madrona — 04-09-2025
Empresa — Finestres

Editorial Finestres hizo coincidir la impresión de este cómic, primera novela gráfica de Nino Bulling, con una fecha concreta, el 17 de mayo, Día Internacional contra la LGTBIfobia. Siempre me han parecido importantes y necesarios estos gestos simbólicos, por reivindicativos, sobre todo cuando se trata de una obra que celebra y habla de las vidas queer: vidas amenazadas actualmente por discursos de odio cada vez más crudos y por políticas reaccionarias que ponen en jaque sus derechos y su existencia.

Ingken vive en Berlín y mantiene una relación poliamorosa con Lily, una mujer trans que es su aliada y vínculo principal. No obstante, y a pesar del cariño y apoyo mutuo, la incomodidad por su propia identidad ha empezado a hacer mella en esa relación. Tras regresar de un viaje a París, decide reducir su consumo de drogas (una vía fácil de escape para gestionar ese malestar) y abordar por fin la cuestión de esa disforia de género que ha ido gestándose en su interior, mientras su relación abierta pone a prueba su estabilidad emocional y mientras el mundo, en plena emergencia climática, parece arder a su alrededor.

Hay diversos aspectos que convierten el cómic de Nino Bulling en una de las obras más valiosas que se han publicado este año. Para empezar, “La flama” destierra estereotipos y tópicos asociados a las personas transgénero, evitando caer en un dramatismo fácil o presentar las vidas trans como existencias trágicas. No hay una vida trans igual a otra vida trans, como tampoco todo es blanco o negro. La experiencia de Ingken no es universal, es única, y sus vivencias se mueven en una compleja escala de grises, algo que vemos sobre todo cuando se compara con la experiencia de Lily, para la que definirse resultó ser un paso mucho más sencillo.

El cómic consigue además poner el foco en la compleja (y muchas veces complicada) relación entre nuestro cuerpo, cómo nos percibimos a nosotros mismos y esa pesada losa de expectativas que cargamos de por vida en una sociedad donde no solo nos vemos impelidos y obligados a autodefinirnos, sino donde nuestro aspecto debe expresar y coincidir con esa identidad. En este sentido, Nino Bulling establece a lo largo de la novela gráfica una clara conexión, reforzada por constantes elementos visuales, entre lo que pasa en el interior del personaje y lo que pasa fuera, entre su crisis de identidad y un mundo en crisis en el que el cambio climático es mucho más que un simple telón de fondo: es una poderosa y elocuente metáfora sobre el cambio y la transitoriedad de lo que nos rodea y de nosotros mismos. No es de extrañar, a este respecto, que el estilo de Nino Bulling esté cargado de matices experimentales, tanto formal como visualmente, con un trazo fluido pero expresivo que siempre está a punto de transformarse en otra cosa.

Frente a toda esa frustración, frente a la presión de una realidad que arde y cambia, frente a la urgencia de tener que definirse, de “quemar” su identidad para que de las cenizas renazca otra, Ingken decide tomarse su tiempo. No hay, y esto es algo de agradecer como lectores, una revelación final que lleve hasta la transformación definitiva. Ingken decide andar su camino, con todo lo que eso conlleva; pero ese es, al fin y al cabo, SU CAMINO.

No hay que olvidar la relevancia que obras como “La flama” poseen como referentes para dar visibilidad y representación a las vidas queer dentro del noveno arte, un espacio para las disidencias en el que abundan historias que apelan a esa diversidad de experiencias, con títulos tan dispares como “Diana & Charlie” de Elias Ericson, “Us” de Sara Soler o “El príncipe y la modista” de Jen Wang, por nombrar solo algunos. Una diversidad que nos recuerda que no hay una vida trans igual a otra. Pero que todas importan.

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