Khalat
Comics / Giulia Pex

Khalat

8 / 10
Octavio Botana — 14-10-2020
Empresa — Liana Editorial

Parece mentira que haya todavía quien no sepa que millones de personas deben huir de sus casas porque la guerra estalla y no hay otra opción. No es solo que no lo sepan sino que son incapaces de comprender la dimensión del drama. Darte cuenta que algo turbio se cuece entre los diferentes grupos de población de tu país (asuntos étnicos, religiosos, de territorio, etcétera), asumir que los dirigentes quieren todo menos pacificar la situación, asistir a los primeros conatos de violencia y finalmente sufrir en carne propia la crueldad y el desgarro que significa tener que irte con lo que llevas puesto. Esa es la realidad de muchas zonas de Oriente Medio y concretamente de Siria desde marzo de 2011, cuando siguiendo la ola de las Primaveras Árabes, arrancan las primeras protestas en la ciudad de Daraa, a la que siguen la primera respuesta del régimen de Bashar al-Assad, siempre contundente y unívoca: violencia contra el pueblo, rápida y sistemática.

Pocos meses después un activista kurdo es asesinado en Qamishli y el ejército sirio dispara sobre la gente que acude a su entierro. Cuando todo esto sucede –porque ha sucedido– los kurdos se enfrentan a al-Assad, y se suman más bandos como el Isis o Jabhat al-Nusra, y entonces el odio, el miedo y el caos son incontrolables. Es la guerra de todos contra todos, el apocalipsis que empuja a los refugiados de su hogar, la mayor desgracia imaginable. Y toda esta historia nos la cuenta “Khalat” en primera persona, con detalles escalofriantes, analizando su vida truncada, sus estudios truncados, sus planes truncados, el desmoronamiento radical de su existencia. Por el camino hacia Europa huyendo del horror Khalat se casa y queda embarazada y pierde a un hermano y llegan a Turquía y luego a Grecia y más tarde Macedonia, Croacia, Serbia, Hungría, Austria y finalmente Alemania, donde nace Muhsen, su hijo.

Sin planos generales que permitan respirar viñeta mediante, Pex nos introduce en las vidas de esta pobre gente, en su errancia, en sus zapatos, en sus ropas y macutos, no hay resquicio para un soplo de aire fresco porque estas personas carecen de aire fresco, de futuro, de un atisbo de luz que indique hacia dónde deben moverse sin volver a caer. Durísimo documento gráfico que pone la piel de gallina.

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