Hijos del fuego
ComicsFidel Martínez

Hijos del fuego

7 / 10
Quim Pérez — 22-07-2025
Empresa — Norma Editorial

Fidel Martínez (Sevilla, 1979) escoge un lugar histórico, magnético y doloroso para ambientar su cuarta novela gráfica en solitario: "Hijos del fuego". A punto de cumplirse las cuatro décadas del accidente nuclear más trágico de la historia, Chernóbil es el paisaje dónde transcurre este cómic. Una constante en la obra del historietista afincado en Badajoz es explorar en cada título momentos históricos recientes y significativos. Un antecedente a esta novela gráfica es "Chernóbil. La Zona" de Francisco Sánchez y Natacha Bustos del 2011 y que hoy en día permanece descatalogada inexplicablemente.

Martínez recurre a la historia con mayúsculas, pero también se inspira en la ficción del videojuego "S.T.A.L.K.E.R.: Shadow of Chernobyl" del 2007 y del film "Stalker" de Andréi Tarkovski de 1979. Cuatro hombres penetran el La Zona 25 años más tarde, esto sirve para recordar la tragedia nuclear y el desmembramiento de la URSS que acabó como un coloso con los pies de barro. Poco sabemos de los exploradores furtivos en la zona radioactiva, excepto de uno de ellos que es el guía y que tiene cuentas pendientes con el pasado. Más bien se trata de seres expuestos a unos peligros que no sospechan y les superan. En La Zona se topan con presencias sobrenaturales que los atacan. Hay un mensaje ecologista muy rotundo, pero bastante simple, de que el daño que inflijimos a la naturaleza se volverá contra nosotros. El argumento recuerda poderosamente a la etapa de "La Cosa del Pantano" de Alan Moore, pero ambientada en territorio soviético. La Tierra como un Edén que los seres humanos ultrajaron con la energía nuclear. También hay una crítica más sólida hacia un estado, la URSS, que sacrificó a sus ciudadanos en aras del prestigio internacional y el silencio sobre la fuga radioactiva. La parte histórica de "Hijos del fuego" tiene más sustancia que la parte ecológica; aunque Fidel Martínez las aborda en paralelo. El desenlace es muy metafórico y cargado de seres fantásticos vinculados con la mitología eslava como si se tratase de una fábula. Martínez busca concienciar a los lectores de la tremenda importancia de mantener una vida respetuosa con el medio ambiente.

Gráficamente, parece que nos encontremos ante uno de esos tebeos del sello americano Image Comics por lo cuidado que está todo gráficamente; a pesar de ser sólo en blanco y negro. El dibujo es poderoso, de un claroscuro muy contrastado y expresionista. Además, carga de manera ejemplar con buena parte del peso de la narración ya que hay pocos textos y diálogos. Nos vienen a la mente los referentes de: Alex Toth, el entintado de Karl Kesel, Jim Steranko, Milton Caniff, Alberto Breccia y José Muñoz. No es que Martínez los imite, sino que su espléndido dibujo lo sitúa por méritos propios en dicha corriente.

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