Hacer la lista de autores de este suculento volumen es un poco drama, para qué engañarnos. Un guionista, y director del proyecto, Tiburce Oger, al que se suman hasta quince dibujantes. Casi nada. El objetivo, eso sí, es de lujo. Y el resultado también. Se trataba de rendir pleitesía, con la ayuda de un puñado de compañeros de la escena franco-belga al cómic del oeste. Al western, vaya. Y el fruto del trabajo y las muchas horas invertidas es directamente impecable. Catorce historia cortas que se mueven en un período temporal que abarca tres siglos, desde 1783 hasta 1938. Lo bueno es que a la ecléctica propuesta reforzada por la variedad en el dibujo y el color, se suma un elemento que da unidad a todo: la historia de un reloj que en mayor o menor medida da sentido a todo lo narrado. A veces con más importancia y, a veces con menos, pero consiguiendo que esa teórica “novela de cuentos”, casi se convierta en algo más continuado. El equilibro es digno de mención y la idea buena. Similar a lo que hacen con sus pequeños tomos los amigos de Proyecto Estefanía, en cuyas novelitas siempre hay un elemento en común que las emparenta con el resto.
La guerra norte-sur, la revolución mexicana, indios, la conquista del Oeste… Todo tiene su pequeño espacio y los amantes del género disfrutamos como locos de su lectura. Que el guion corra a cargo de Oger por completo es un acierto absoluto y que el color no siempre recaiga en el mismo dibujante también, porque provoca un atractivo visual notorio que, además, consigue situarnos de un simple vistazo en diferentes momentos de la historia. Hace tiempo que en mi casa –como en las de muchos y muchas– hay problemas de espacio para guardar discos, libros y cómics, cosa que provoca que deba deshacerme de más de los que me gustaría. Pero tomos como este merecen un esfuerzo de encontrar un rinconcito eterbi, porque la condición de pequeña joya no es ni mucho menos exagerada.
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