Frances

Estreno en España de Joanna Hellgren, un joven autora nacida en Estocolmo que, a pesar de su formación y largas estancias en París, apenas puede disimular sus raíces suecas. “Frances”, tomo único que compila los tres volúmenes que conforman la obra, tiene un no-sé-qué inconfundiblemente nórdico flotando en el aire. Puede que sea la influencia luterana sobre unos personajes que sufren las más de las veces en silencio, incapaces de comunicarse entre sí y de hacer su mundo un espacio más confortable en el que vivir. Tal vez algo tenga que ver con esa marcada y detestable diferencia de clases que condena a la huída constante a algunos de los protagonistas de este relato de aires “bergmanianos”, ubicado en algún lugar desconocido de la Europa de entreguerras.

La consecuencia es que sus casi 400 páginas -que transcurren con una lentitud en ocasiones irritante y desde luego también muy nórdica- se convierten en un amargo retrato de las desventuras de una familia bien marcada por la infelicidad: la huerfanita que aún espera a su padre, el abuelo demente, la hija lesbiana de buen corazón cuya sexualidad no ha parado de acarrearle problemas, el joven idealista que renuncia a todo y todo lo pierde, la hermana mayor pija e infeliz,…

El mayor problema de “Frances” más allá de un dibujo a lápiz no del todo consistente y los continuos flashbacks y flashforwards que despistan más que engrandecen la narración, es si para este viaje hacían falta tantas alforjas… Esto es, bien sabido es que público y crítica somos muy impresionables a la hora de enfrentarnos a una gruesa novela gráfica, pero la sensación a la hora de meternos de lleno en la obra de Joanna Hellgren es que todo cuanto ocurre aquí dentro en realidad podía haberse contarse mejor y, sobre todo, en muchas menos páginas.