Dormir bien se ha vuelto un privilegio, así de claro nos lo deja Ana Penyas en apenas 150 páginas. La ganadora del Premio Nacional del Cómic en 2018 levanta en su nueva obra un espejo incómodo, el de un país que ya ni duerme ni descansa, al tiempo que radiografía con finura y sigilo los motivos presentes de dicha vigilia: inestabilidad económica y profesional, ansiedad, pluriempleo, autoexigencia y la sombra de un futuro próspero que se presenta esquivo.
Entre la penuria doméstica y el resplandor artificial de un smartphone, “En Vela” (25) nos habla de heridas sociales lacerantes, tan singulares como colectivas, a través de una colección de desvelos individuales dolorosamente familiares. Como suele pasar en estos casos en los que la clase obrera es el foco, podríamos pensar erróneamente que el pecado por fetichizar la precariedad merodea insidiosamente las intenciones de Penyas. Sin embargo, la historietista e ilustradora valenciana no solo niega cualquier indicio de mitificación romántica de la misma a partir de un historial previo de cómic comprometido (desde la reivindicación de la memoria de sus abuelas en "Estamos todas bien", hasta el azote contra el turismo masivo y la especulación inmobiliaria de "Todo bajo el sol"), sino que también lo hace con la mirada respetuosa de quien decide dar ahora voz y voto a los protagonistas de estos relatos insomnes.
La autora fundamentó las bases de este nuevo volumen a golpe de testimonio real, reuniéndose de tú a tú con los homónimos humanos de Juan, Luisa, Carlos, José, Hassan, Aurora, Kalina, Irene y demás. Razón por la que “En Vela” termina siendo algo más poderoso y emocional que el mero retrato de los vicios y contingencias del mundo moderno y pasa a convertirse en una postal de claroscuros en la que todos, de algún modo, nos reconocemos. Lo consigue también a partir de la perspectiva coral de la propuesta, en ningún momento focalizada en exclusividad sobre un colectivo o generación concreta, sino diversificada entre personajes de edades y entornos dispares. De la farmacodependencia de estar por casa a los burpees y las claves del éxito de chichinabo, el denominador común es siempre el mismo: la vida al borde del abismo.
Además de las voces de estos, confiadas en intimidad casi confesa a Ana y reconocidas con debida deferencia por la misma en su posterior paso a la viñeta, el plano formal de la obra confirma también la madurez visual de su responsable, quien somete su lenguaje gráfico a una reinvención acorde con la materia que aborda. Penyas abandona su habitual paleta cálida para sumergirse en una gama de tonos oscuros, cenicientos y azulados, donde la noche se convierte casi en un personaje más. Asimismo, el uso de composiciones verticales, angostas y sostenidas en primerísimos planos, refuerza esa sensación de encierro y agotamiento de los noctámbulos protagonistas, atrapando al lector en una asfixia similar a la que estos padecen. Y si el objeto de estudio no fuera lo suficientemente vigente, sus páginas se ven además salpicadas con la endemoniada hiperestimulación digital de nuestro tiempo, acumulando en sus encuadres fragmentos de texto y collages de ruido gráfico que aluden al persistente veneno de la social media con la puntería de quien sabe bien de lo que habla.
Tan abrumador como preciso, “En Vela” reproduce físicamente la fatiga mental de una sociedad incapaz de desconectar. Desde su trazo insurgente, Ana Penyas convierte la noche en un acto político y su cómic en un refugio lúcido desde el que reclamar de una vez por todas el descanso digno.

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