La sanción al F.C. Barcelona por su metodología a la hora de fichar niños para sus equipos de base o incluso películas sobre el tema como la reciente “Diamantes negros” de Miguel Alcantud han llamado la atención sobre esta nueva consecuencia del mundo globalizado que es el tráfico de talento futbolístico. Aunque posiblemente no sea la intención de Mario Torrecillas hacer un estudio en profundidad sobre el tema, el universo del fútbol infantil de competición es el escenario en el que se desarrolla “Dream Team”, un relato de corte costumbrista que nos muestra una España –Valencia, más concretamente- de ricos y pobres, en la que a estos últimos ya no les cabe otra esperanza que la migración, el rescate por parte de un país del primer mundo en busca de perlas que aún brillen en medio de este lodazal. En este caso son los ojeadores del glamouroso Arsenal F.C. quienes se dejan caer por el campo de un equipo de barrio, el San Marcelino, convirtiéndose en la tabla de salvación de un chaval que se enfrenta con coraje a su situación familiar, con un padre alcohólico y una madre demasiado ocupada en rehacer su vida con otro hombre como para prestarle atención.
Con estas perspectivas podría dar la sensación de que “Dream Team” en su retrato de familias desestructuradas –hay para dar y tomar, tirando de tópicos como el crío magrebí, o el inadaptado social y fenómeno informático encerrado a cal y canto en su habitación- apuesta por el patetismo como vehículo para una historia cocinada en crudo y a fuego lento. Son 400 páginas que, efectivamente, terminan resultando demasiadas para una trama exigua y que si por algo se caracteriza es por la dignidad y hasta la alegría vital de unos personajes sacados de un cuento de hadas. Porque en esencia eso es esta historia dibujada con trazos infantiles y colores planos por Artur Laperla (muy centrado en los últimos años en el mercado francés), el cuento del patito feo trasladado a una barriada cualquiera del Levante español.
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