Dr. Vértigo
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Dr. Vértigo

8 / 10
José Martínez Ros — 27-05-2025
Empresa — La Cúpula

Martí Riera (1955-2024) fue durante finales de los setenta y los ochenta una de las luminarias de cómic underground español. Buena parte de sus obras fueron serializadas en revistas legendarias como “El Víbora” y “Makoki”, entre ellas, el que probablemente es su cómic más famoso, “Taxista”. En él nos relataba con un estilo a medio camino entre lo paródico y lo alucinatorio cómo un taxista barcelonés se convertía, en los años de la Transición, en un émulo del Travis Bickle de “Taxi Driver”, una especie de ultraviolento vengador urbano.

Sin embargo, aunque en el contenido, en su visión crítica y sarcástica de la sociedad de su tiempo pudiera tener puntos en común con compañeros de generación como Nazario, Ivà o Miguel Gallardo, destacaba sobre todo por su trazo. Si estos podían estar influidos por un Robert Crumb y demás popes de la contracultura, Martí era un lector fanático del cómic clásico estadounidense de los cuarenta y cincuenta: las aventuras del “Taxista” Cuatroplazas transcurrían en un entorno urbano noir que adaptaba a las miserias de la España de la época la estética de “The Spirit” de Will Eisner y, sobre todo, del “Dick Tracy” de Chester Gould.

Ediciones La Cúpula ha recuperado la que es, con toda seguridad, su segunda obra más célebre, “Doctor Vértigo”, en una edición de gran calidad que esperamos que reciba toda la atención que merece. Lo primero que llama la atención es su arrolladora fuerza visual. Las imágenes psicodélicas y obsesivas, siempre en un maravilloso blanco y negro, nos recuerdan, más que a Chester Gould, a los momentos más desatados de Daniel Clowes (el de “Como un guante de seda forjado en hierro") y, sobre todo, a Charles Burns, un artista que es capaz de unir en sus obras la imaginería pop con unas historias tremendamente perturbadoras que parecen extraídas de los abismos más oscuros de la psique. Se da la circunstancia de que Burns también partía de un enorme amor por los cómics de género de los años cincuenta. “Doctor Vértigo” se publicó en 1988; y la obra maestra de culto de Burns, “Agujero negro” se serializó entre 1995 y 2004, así que, en realidad, podemos considerar a Martí como un precursor de Burns en el mismo sentido en el que Borges escribió de los “precursores” de Kafka (que no fueron leídos jamás por Kafka) como Lord Dunsany o el “Bartleby” de Melville.

“Doctor Vértigo” nos relata la crisis psiquiátrica de Alicia (obvia alusión a la protagonista de Lewis Carroll), una mujer de treinta y cuatro años que extracción burguesa, una ama de casa de buena familia y educación católica que sobrevive a sus frustraciones íntimas gracias a un sinfín de drogas legales con receta (en este aspecto no hemos cambiado nada, si es que no hemos ido a peor). Primero cae en manos del gran villano de este cómic, el doctor Trauman, quien la manipula y doblega para explotarla sexualmente. Más tarda es salvada de este por el “doctor Vértigo”, que da título a la obra, cuya apariencia -y, por así llamarlas, “técnicas de cura”- nos evocan al profesor Xavier, el creador de los X-Men. El Dr. Vértigo, una especie de telépata, se introduce en su mente, literalmente, para rastrear el origen de sus mentes.

El retrato brutal, pero cargado de portentosas escenas surrealistas, del sometimiento femenino que realiza Martí nos hace pensar igualmente, también por sus intenciones subversivas, al cine del primer Almodóvar; Alicia tiene algo de las protagonistas de películas como “Laberinto de pasiones” o “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”. De nuevo, con el caso de Charles Burns, más que de una influencia directa, se trata de una convergencia de intereses. Martí Riera, al igual que ese Almodóvar inicial, está explorando las heridas mentales que ha dejado la mezquina y machista España nacionalcatólica que se iba quedando lentamente atrás, pero se resistía a desaparecer.

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