El universo Black Hammer es uno de los más interesantes, consolidados y compactos que actualmente protagonizan el cómic mundial. La cosa, ya saben, arrancó de manera similar a la estrategia de Marvel en los noventa, es decir, montar un cosmos creado a partir de la teórica muerte de unos superhéroes a los que todo el mundo da por muertos tras una terrible batalla, pero que en realidad sucede en un mundo paralelo. Jeff Lemire, cabeza pensante de la historia y con un brillantísimo currículum que obviaremos para no extendernos demasiado, utiliza para ello diferentes alianzas con dibujantes del calibre de Dean Ormston o Rabid Rubin y una vez sí, y otra también, acierta.
Uno de los personajes más enigmáticos, controvertidos y, a la vez, divertidos de Black Hammer es el Coronel Weird que, claro está, protagoniza esta nueva entrega. Él es el centro de todo. Lo que sucede siempre tiene como eje central al bueno de Randall Weird que, no solo se enfrenta a lo que sucede a su alrededor sino que debe hacerlo también con sus propios demonios que amenazan con acabar con su cordura, si es que esta existe. El tomo mantiene la clase y elegancia de la serie, y el dibujo de Crook no desentona para nada con el de anteriores compañeros, manteniendo la línea marcada en cuanto a entintado y color. El único problema, quizá, sea la imposibilidad de enfrentarse a él sin antes haber entrado en el llamado por muchos Hammerverso, por lo que está pensado solo para el disfrute de los ya iniciados. Eso sí, estos y estas se lo pasarán bomba.
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