En su día se me escapó “Mi pequeño” (2009), la primera obra Olivier Schrauwen que llegó a las librerías de la mano de Norma Editorial. Un par de años después sí que llamó mi atención “El hombre que se dejó crecer la barba” con la que el autor de origen belga (hoy instalado en Berlín) inauguró su relación con Fulgencio Pimentel y en el que llamaba poderosamente la atención su afición por introducir elementos surrealista y reducir al absurdo situaciones cotidianas, a la vez que un grafismo colorista y poderoso en su aparente simplicidad.
Estas primeras sensaciones se ven reforzadas con “Arsène Schrauwen”, 58 páginas esta vez en un poderoso bitono que adaptan su peculiar estilo narrativo a una historia larga y supuestamente “real” protagonizada por el abuelo del protagonista en los años del inmediatamente anteriores al final del colonialismo. El joven Arsène se desplaza “de las heladas orillas del Scheldt a las sofocantes playas de la colonia” y el viaje se convierte una vez más en metáfora del tránsito interior, del desconcierto con el que el emigrante se enfrenta a nuevas tierras y los extraños personajes que encuentra a su paso.
Alguien ha comparado “Arsène Schrauwen” con “El corazón de las tinieblas”. Aunque la mirada del autor belga resulta mucho más amable y carece de la brutalidad del libro de Conrad, sí que comparte con éste la asfixiante y opresiva atmósfera característica del Ecuador y una mirada alucinada que no queda del todo claro hacia qué dirección se dirige: ¿asistimos al punto de vista del loco o por el contrario es la perplejidad ante ese nuevo y extraño mundo que se abre ante sus ojos lo que se representa en las páginas del libro? Posiblemente Olivier y su abuelo Arsène estarían de acuerdo en que ambos planteamientos son a fin de cuentas y en esencia el mismo.

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