Del talento del guionista S. Meralli y el dibujante PF Radice surge el presente tomo, que se enfrasca sin rodeos en la historia de un personaje clásico como es el de Alphonse Gabriel Capone. Esa que, no por consabida o repetidamente narrada en diferentes formatos, deja de ser fascinante si la versión en cuestión cuenta con suficiente personalidad propia y resulta bien llevada en torno a sus particulares pretensiones. A tal fin, “Al Capone” es un cómic más que notable, que utiliza en beneficio propio y como motivo principal la narración de la historia desde el punto de vista del mismo Capone.
El neoyorquino de origen italiano aporta su particular visión –obviamente velada, tramposa y parcial, en contraste con los dibujos que dan forma a la (supuesta) auténtica historia– sobre aquella trayectoria criminal que, con apogeo en los años veinte y treinta, lo situó en la historia como el gánster por excelencia. El cómic comienza así con un Capone en horas bajas que, en 1938 y tras su reclusión en la prisión de Alcatraz, se confiesa ante su “mamma”, justificándose con un relato que transita con ritmo imparable entre realidad, adornos y mentiras. En base a esa peculiar óptica (que, a su vez, deriva en interesante línea argumental), la referencia va planteando también un catálogo de moralidades e hipocresías surgidas en torno a un personaje al que, como suele ocurrir en ocasiones con los capos del crimen organizado, hubo quien llegó a considerar benefactor y poco menos que un héroe.
“Al Capone” presume de aspecto cinematográfico adaptado al cómic y el personal trazo de Radice luce en cada una de las viñetas, a lo largo de ciento setenta páginas que suponen un certero repaso en primera persona por recuerdos y también inseguridades de un ya enfermo Capone. Nunca está de más recrearse con una historia tan jugosa y agitada como resultó ser la vida del de Brooklyn, convertido con el paso de las décadas (y no pocas películas y documentales) en icono popular. Sobre todo si es a través de un volumen tan atractivo como este.
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