Si atendemos a la cartelera española, cabría afirmar que los dos géneros (o subgéneros) con mayor vitalidad, a estas alturas del siglo XXI, son el terror y “la comedia francesa del año”. En ambos casos, tienen un público fiel, no se deben a la industria del autoplagio, el remake y la secuela en que se está convirtiendo Hollywood y, además, cuentan con un calendario de estrenos bastante poblado. Aunque quizás llegan incluso más películas de nuestros vecinos transpirenaicos con esa vitola que estrenos de terror del resto del mundo.
Hace una semana, apareció las pantallas españolas la notable “Devuélvemela”, de Danny y Michael Philippou, a la que no dudamos en calificar como “la mejor película de terror de lo que llevábamos de año”. Sin embargo, sólo siete días más tarde ha surgido “Weapons” para despojarla de ese título. Esta es la segunda cinta de su director, Zach Cregger, tras “Barbarian” (2022), que fue un pequeño gran éxito, y ya mostró ciertas características del cine de su autor: una capacidad de sorprender al espectador y hacer girar la historia de una manera que no se siente esencialmente tramposa; una cierta querencia por escenas más largas de las habituales en el mainstream norteamericano, que sabe cargar de tensión; la capacidad de jugar con las perspectivas de distintos personajes; y uso inteligente de un humor, el cual nunca parece forzado
Todo lo dicho se puede aplicar a “Weapons”, que es una obra mucho más expansiva y ambiciosa, hasta en su generoso metraje, pues supera, lo que no es nada habitual en el terror, las dos horas. Incluso podríamos definirla como un auténtico blockbuster del género, uno de los pocos de los últimos años que no procede de la factoría de James Wan (de hecho, en lugar de venir respaldado por A24 o Blumhouse, es una producción de Warner).
La película se sitúa en una pequeña ciudad del interior de Estados Unidos. Una noche fatídica todos los niños de una clase de primaria -con una única excepción- se levantan de madrugada, salen a la calle y desaparecen en la oscuridad, para nunca volver (el director muestra el buen gusto de acompañar esta escena con “Beware the Darkness” de George Harrison). Por supuesto, un hecho así representa un golpe enorme en una pequeña comunidad, como nos relata Cregger en una narración dividida en media docena de capítulos al modo novelesco, cada uno de los cuales toma el punto de vista de uno de sus protagonistas: Justine, la maestra de esa clase, interpretada por una estupenda Julia Garner, que se convierte en el chivo expiatorio de un montón de padres furiosos; uno de estos, muy iracundo, encarnado por Josh Brolin; el bienintencionado director de la escuela; un yonqui que merodea por el barrio cometiendo pequeños robos; un policía involucrado en la investigación y que mantuvo en su momento una relación adúltera con Justine; y por último, Alex, el único “superviviente” de la clase perdida, al que pone rostro un excepcional Cary Christopher, quien se gana con rapidez el corazón del público.
Según Cregger esta estructura fue inspirada por la de “Magnolia” de Paul Thomas Anderson, y aunque no hay por qué dudar de su palabra, también evoca la de muchas de las novelas clásicas de Stephen King, como “It” o, en particular, “Salem's Lot”, en las que una fuerza maléfica se va apoderando paulatinamente de una pequeña comunidad, lo que se narra a partir de las reacciones de un amplio número de sus habitantes. Cuando llega el turno de ofrecer explicaciones, también detectamos otra influencia, una en común con la reciente “Devuélvemela”: la de “Hereditary” de Ari Aster. Sin embargo, tras asistir al magnífico, grotesco y muy sangriento clímax final, no tenemos duda de que, en los próximos años, se dirá que “Weapons” es la que ha influido en muchas otras películas.

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