Poquita Fe
Cine - SeriesPepón Montero Y Juan Maidagán

Poquita Fe

8 / 10
Fran González — 30-09-2025
Empresa — Movistar +
Fotografía — Cartel de la serie

La comedia española no está en crisis, pero es evidente que son pocos los que tiran del carro. Mientras que la ficción dramática sí ha tenido a bien salirse de los márgenes y explorar ideas superiores, el humor patrio insiste en apoyarse, en el mejor de los casos, en la sátira política para aliviar su falta de ideas y ofrecernos una tregua mordaz para el día a día. Pepón Montero y Juan Maidagán han conseguido romper esta querencia poco arriesgada y ventajista con “Poquita Fe”, la serie más desacomplejada y divertida con la que hemos tenido el privilegio de contemporizar.

Una temporada no era suficiente para atestiguar como es debido la decadencia conyugal de Berta (Esperanza Pedreño) y José Ramón (Raúl Cimas), así que para quienes disfrutásemos en 2023 de sus primeros doce episodios (todos ellos, brillantes hasta la lágrima), la propuesta original de Movistar+ regresa ahora con una segunda entrega, más escueta (8 capítulos), pero capaz incluso de superar en delirio y guasa a su predecesora.

Si para la primera toma de contacto con nuestra querida pareja protagonista la trama giraba en torno a los nudos de su monótona relación (entre anoraks espantosos, tazones de leche con magdalenas, veraneos en Almuñécar y mesas auxiliares exóticas), en esta ocasión sus creadores nos presentan, ironía y mala baba mediante, uno de los dramas más recurrentes de nuestro tiempo: el de la vivienda. Tras un sorpresivo desahucio, Berta y José Ramón comenzarán un via crucis personal de seis meses hasta volver a encontrar su nido, donde suegros en paños menores, cuñadas vividoras y hostales a precio de oro no se lo pondrán nada fácil.

De Cimas está todo dicho, pero a riesgo de pecar de redundante bien merece la pena incidir de nuevo en el buen momento en el que este se encuentra, convirtiendo cada una de sus intervenciones en un recordatorio más de esa vis natural suya para despertar la carcajada ajena. Siempre a medio gas entre lo entrañable y lo patético, su humor trasciende incluso cuando este no está presente, jugando con la chorrada superlativa y el apodo bien tirado, elementos inconfundibles del ADN “cimérico”.

Eso sí, sus compañeros de crédito no son precisamente mancos. Pedreño no desafina y convierte la genuina bondad de Berta en el golpe maestro de sus líneas; Julia de Castro es simplemente una bestia delante de la pantalla; Maria Jesús Hoyos y Juan Lombardero dan vida al sumun de la autoparodia sin reservas cada vez que abren la boca; Marta Fernández-Muro haciendo vandalismo nazi es lo mejor que ha sucedido en una serie este año; y sus renovados secundarios (desde Eduardo Antuña hasta los episódicos Borja Cobeaga, Jorge Ponce y Manolo Solo, pasando por las ilustraciones de Lorenzo Montatore) son de absoluto lujo. Por no hablar de esa sintonía, obra de Víctor Coyote, que va ya para clásico.

Por supuesto, a un elenco en estado de gracia como el presente solo se le podría reafirmar de la mano de un guion a la altura, capaz de hacer de lo simple un arte sin condescendencia ni cinismo. El montaje, marca de la casa y alquimia indescifrable para la risa, hace el resto. Fugaces píldoras que nos enseñan en apenas veinte minutos un puñado de lecciones sobre estructura narrativa y economía de recursos, sin fuegos artificiales ni el imperativo de ser confrontativos. Simplemente el tipo de comedia bien hecha que debería ser prescriptiva.

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