Los tigres

Es fascinante cómo el sevillano Alberto Rodríguez, uno de los grandes nombres de la cinematografía española actual, sigue explorando el cine criminal sin repetirse. Esta vez cambia calles urbanas, cárceles y marismas de obras anteriores por el fondo oceánico, opción tan original como arriesgada que le permite una narración insólita con largas y brillantes escenas subacuáticas (lógico premio a la fotografía de Pau Esteve Birba en el Festival de Donostia).

Además, en “Los tigres” –engañoso título para un film que tiene el mar como entorno principal– el cineasta se desprende de una de sus constantes más definitorias hasta el momento: la mirada histórica que aúna films dispares como “Grupo 7”, “La isla mínima”, “El hombre de las mil caras” o “Modelo 77”, cintas que funcionaban también como comentarios a diversos momentos relevantes en la historia reciente del país, como la Transición o la organización de la Expo 92 de la capital andaluza.

Aquí, en cambio, Rodríguez y su guionista habitual, Rafael Cobos, prescinden de un marco temporal señalado y optan por el drama familiar como contexto emocional: dos hermanos buzos, apodados Los tigres –aludiendo a los soldados de Sandokan en la novela “Los tigres de Mompracem”, de Emilio Salgari–, con caracteres complementarios, han de, pese a su buena relación, solventar pequeñas rencillas todavía por emerger a la superficie.

Antonio de la Torre y Bárbara Lennie encarnan a este dúo fraternal que se ve sobrepasado por una inesperada y repentina incursión criminal que puede solucionarles los problemas económicos. Son dos papeles que, si bien, en general, no aportan nada nuevo a sus respectivas carreras, ambos interpretan a la perfección: el nervio y la tozudez animal de él y la vulnerabilidad tras una máscara de hierro de ella. Por su parte, Rodríguez demuestra, de nuevo, su maestría en el género. Película sólida, con un sentido del montaje preciso y con un excelente uso del fuera de campo para generar tensión en el espectador.