Noah Baumbach, director que suele dotar a sus cintas de cierto poso intelectual (como en la bergmaniana “Historia de un matrimonio” o “Ruido de fondo”, adaptación del clásico de Don DeLillo), no ha hecho todavía su “ocho y medio”; es decir, esa metapelícula en la que un cineasta de trayectoria y prestigio reflexiona sobre su figura, sus fantasías y sus debilidades. El primero que lo hizo fue Fellini de ahí la expresión, ya que el título de aquella fue “Fellini 8 1/2”– y recientemente se han animado, entre otros, Kitano (“Takeshi's”), Almodóvar (“Dolor y gloria”) o Iñárritu (“Bardo”).
Sin embargo, con la brillante “Jay Kelly” Baumbach ha realizado una suerte de “Clooney 8 1/2”: le ha regalado a George Clooney –con quien no había trabajado antes– su metapelícula en forma de reflexión vital a partir de un sosías –el Jay Kelly, del título–, estrella de Hollywood que va a a recibir un homenaje en un modesto festival de Italia.
Coescrita por el propio Baumbach y la actriz Emily Mortimer –que se reserva un pequeño papel–, la cinta expone en tono tragicómico propio del cineasta la personalidad insegura pero caprichosa de un popular actor que se queja de estar solo aunque siempre hay alguien con él. Si en “Notting Hill”, la actriz encarnada por Julia Roberts reclamaba ser considerada como una chica normal que se pudiera enamorar de un humilde librero, Jay Kelly quiere recuperar la vida familiar perdida entre rodajes. Problemas de millonarios, es cierto, pero que el film consigue acercarnos gracias al retrato irónico y nada complaciente del protagonista y a resquicios de humanidad que se filtran, especialmente, a través de secundarios como Adam Sandler o Laura Dern.
Es inevitable pensar que el personaje de Kelly reverbera en Clooney –espléndido–, que algunas de sus cuitas han sido las del protagonista de “Los descendientes” y, de hecho, los supuestos films de Kelly vistos en pantalla pertenecen a la filmografía de Clooney. Ello confiere al film una sugerente pátina de confesión velada.

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