Expediente Vallecas
Cine - SeriesIrene Del Cerro, Jorge Pérez Vega Y Noemí Redondo


Expediente Vallecas

7 / 10
Fran González — 21-11-2025
Empresa — HBO
Fotografía — Cartel de la serie

En un momento en el que la crónica negra de plataforma apuesta sustancialmente por el regodeo escabroso, dar con una propuesta que no se limite únicamente a reproducir el mero escalofrío y que además arriesgue por someter a examen el precio humano del espectáculo, es una total e irreprochable rara avis. En sus tres episodios, "Expediente Vallecas" se postula a reconstruir la muerte de Estefanía Gutiérrez y revisar el posterior legado de la misma, quien durante décadas se instaló en el imaginario colectivo como la protagonista de uno de los sucesos paranormales más inquietantes e inexplicables de nuestro país.

Con su historia, nos acordamos irremediablemente de la “Verónica” (17) de Paco Plaza o de la reciente “El Otro Lado” (23) como ejemplos claros de la trascendencia socio-cultural de los hechos. Corría el año 91 cuando Estefanía, una adolescente de Vallecas, comenzó a sufrir episodios extraños tras una sesión de ouija realizada en el instituto. En los meses siguientes desarrolló convulsiones, alucinaciones y un deterioro súbito que desconcertó a médicos y familiares, hasta que murió inesperadamente en julio de ese mismo año. Meses después, y con la matriarca Concepción Lázaro a la cabeza de toda pompa sensacionalista, la familia afirmó de plató en plató vivir fenómenos paranormales en su hogar, logrando, ni que fuera por un momento, helarle la sangre a toda España.

En su labor por presentarnos los acontecimientos desde una óptica ética y contenida, pocos peros le podemos poner a los abajo firmantes del proyecto. Irene del Cerro, Jorge Pérez Vega y Noemí Redondo, respaldados por Kike Costas en labores de guion, ofrecen un montaje brillante y riguroso, nutrido por recreaciones, imágenes de archivo, documentos únicos, voces expertas que dejan su granito de arena (contextual y cronológico) y testimonios en primera persona de quienes fueron los actores principales de esta partida.

Tres de los hermanos de Estefanía deciden dar la cara, viendo en esta producción la oportunidad de presentarse al mundo como lo que de verdad fueron: víctimas de una manipulación mediática, perpetrada por una madre con afán de reconocimiento y notoriedad, y amplificada por un ejército de oportunistas, ávidos de carnaza para sus respectivas cadenas. Es entonces cuando entendemos de manera irreversible que el relato que se nos presenta en esta suerte de docuserie va a terminar despertándonos más lástima que terror.

La otra opción hubiera sido la de continuar alimentando un mito que no se sostiene, y no hace falta ser excesivamente escéptico para ver que, narrativamente, eso no habría ido a ningún lado. Por el contrario, dónde sí hay mucho que contar es en el trauma, la patología, la culpa y la inequívoca huella de la sugestión, convertidas aquí en responsables centrales del auge y caída de una absurda quimera. No hay moralina explícita, aunque sí una invitación abierta a reflexionar, desde nuestro papel como espectadores, de lo fina que es en ocasiones la línea que separa el sufrimiento de la mercancía.

Han pasado casi treinta y cinco años desde el todavía enigmático fallecimiento de Estefanía, y sin embargo la transformación del dolor en producto continúa estando a la orden del día en la parrilla televisiva. De hecho, muchas de las caras que el documental señala como parciales culpables de la decadencia psicológica de Concepción, y por ende, de la adversa coyuntura doméstica de sus hijos, todavía hoy habitan las tertulias y matinales de marras con absoluta impunidad. Sutilmente, la moraleja de esta historia parece querer decirnos que no hemos aprendido nada.

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