Nanni Moretti no es un director corriente. El personaje en cuestión (y su filmografía) sigue generando filias y fobias, a pesar que cada uno de sus títulos tiene una identidad individual. Igual te puede gustar “Caro diario” y no conectar con “El hijo”. O justo lo contrario. En cambio, con “El sol del futuro” podría ponernos a todos de acuerdo. Es su película más equilibrada. Una especie de 'grandes éxitos' del director. Aquí se agrupan todas las obsesiones del italiano: la familia, las películas que le han marcado, la vida en pareja, el miedo a quedar fuera de todo, el gusto por los helados.
“El sol del futuro” es una película terapéutica que parte de una premisa política y, sobre todo, de cómo funciona el cine por dentro. Es un homenaje al séptimo arte (y por defecto a la propia vida). Como es costumbre en la obra de Nanni Moretti, en cada escena hay un filón tremendista y de comedia (el humor es una de las claves de esta cinta). “El sol del futuro” es una película que te obliga a rememorar escenas; el baile improvisado con la música de Battiato de fondo, el momento delirante en la piscina, el encuentro inesperado con el novio freak de su hija, el corte desquiciado en la película que produce su mujer, el paseo en patinete por Roma con Mathieu Almaric, las pantuflas de Aretha Franklin, la reunión con ejecutivos de Netflix y la moraleja de los 190 países.
Nanni Moretti ha filmado una película con cierto sentido biográfico (algo habitual en su trayectoria) y, como el circo de Budapest que sirve como escenario y set de rodaje, aquí cada figura, por irrelevante que sea, tiene una explicación y su razón de ser.

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