El hotel embrujado
Cine - SeriesMatt Roller Y Erica Hayes

El hotel embrujado

5 / 10
Fran González — 29-09-2025
Empresa — Netflix

Con el precedente de haber formado parte del equipo de esa revolución llamada “Rick y Morty” y el buen estado de salud actual de la comedia animada en Netflix (“Big Mouth”, “(Des)encanto”, “The Midnight Gospel”, “Farzar”…), parecía a todas luces que el regreso de Matt Roller y Erica Hayes al negocio iba a caer de pie y sin demasiadas ayudas, pero desgraciadamente no ha sido el caso.

Quienes fueran guionistas de la célebre serie mencionada– argumento de ventas empleado en la promoción de esta nueva producción- firman ahora una edulcorada incursión en el terror humorístico de la mano de “El Hotel Embrujado”, miniserie de diez episodios que, con más voluntad que acierto, efectúa el pistoletazo de salida de la temporada pre-Halloween y nos recuerda que “it's that time of the year again”.

Su punto de partida juega con ciertos lugares comunes, a priori prometedores, que no tendrían por qué dar lugar a la tragedia narrativa necesariamente. Una madre soltera (Katherine) hereda un hotel en ruinas plagado de fantasmas, entre ellos su hermano recién fallecido. Allí, junto a sus dos hijos y un demonio atrapado en el cuerpo de un adolescente, debe lidiar con huéspedes vivos y muertos en lo que acaba siendo un desfile constante de criaturas espectrales, prestas al chiste fácil, genérico y de consumo rápido.

Vagamente, el timing cómico de la propuesta nos traerá reminiscencias de éxitos previos en los que Roller y Hayes se enorgullecen de tener sus créditos; sin embargo, esa impronta, inofensiva y tibia, termina ganando enteros y decanta la balanza hasta darnos un pasatiempos blanco y condenado a diluirse en la sobreoferta de animación contemporánea.

Destellos frustrantes de lo que podría haber sido, como sus referencias al cine de género y ciencia-ficción, guiños al slasher, a las películas de poseídos, fantasmas, monstruos de la Universal y los no-muertos, nos advierten de que, en origen y sobre el papel, había un catálogo de ideas más valientes, aquí ejecutadas sin filo ni maldad. Personajes que jamás se elevan por encima de los arquetipos, sátiras contenidas y diseñada para no molestar y algún que otro comodín irreverente puntual para romper una dinámica poco trascendente.

A la postre, tenemos chascarrillos a medio gas entre el humor negro y la comedia ingenua, con el resultado de un producto claramente destinado a un público más infantil que su predecesor. No es una catástrofe total, pero tampoco el tipo de hallazgo que a estas alturas se espera de la animación para adultos, especialmente, tras una década en la que el género ha desarrollado sin filtros rarezas brillantes y transgresoras con un listón muy alto.

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