Cowboy de Copenhague
Cine - SeriesNicolas Widing Refn

Cowboy de Copenhague

7 / 10
José Martínez Ros — 09-01-2023
Empresa — Netflix
Fotografía — Cartel de la serie

El famoso algoritmo de Netflix es, francamente, extraño. En los últimos tiempos es posible toparse, entre los estrenos del plataforma, con estruendosas cintas de acción que se diría más aptas para ser disfrutadas en una pantalla de cine, biopics y adaptaciones de bestsellers de moda o la lujosa versión televisiva de una de las obras más célebres del noveno arte, como es “Sandman” de Neil Gaiman. Y a a la vez, producciones que se diría mucho más de nicho, como la recientísima Ruido de fondo de Noah Baumbach, que intenta convertir en imágenes uno de los hitos de culto de la literatura postmoderna, o esta “Copenhague Cowboy”, una miniserie firmada por Nicolas Winding Refn, uno de los autores menos dispuestos a hacer concesiones del panorama audiovisual global.

Winding Refn, tras el enorme éxito –comercial y de crítica- de “Drive” (11), podría haberse convertido en uno de tantos artesanos foráneos al servicio de la industria de Hollywood. Sin embargo, optó por el camino contrario; y en “Cowboy de Copenhague” nos lo encontramos libre de ataduras como nunca.

Según ha relatado en una entrevista, cuando era muy joven, asistió a una cena en Estocolmo en la que el invitado de honor era una leyenda como Elia Kazan. El viejo director le aconsejó: “hazlo siempre todo a tu manera”. Eso debió quedar grabado en su cerebro, porque algo como esta serie difícilmente lo podría haber realizado cualquier otro cineasta del planeta.

Se trata de la segunda serie de Widing Refn. Tras la larguísima, extenuante y brutal revisión de su imaginario que fue “Too Old To Die Young” (19), “Cowboy de Copenhague” es mucho más breve y, para el estilo cada vez más minimalista y contemplativo de su director, una criatura bastante más ágil y veloz. Si en la anterior contaba, para el guion, con un grande del cómic como Ed Brubaker, en este caso, para su regreso a su Dinamarca natal, se ha acompañado por tres escritoras femeninas: Sara Isabella Jønsson, Johanne Algren y Mona Masri, lo cual es significativo: el telón de fondo es la violencia que el hombre ejerce sobre las mujeres. Lo que no cambia son sus señas de identidad: escenarios desolados de los bajos fondos, planos secuencia extendidos hasta el infinito, una maravillosa banda sonora de Cliff Martinez, unos protagonistas taciturnos y solitarios que se mueven como samuráis urbanos impelidos por una misión que nadie más conoce, representaciones grotescas del mal absoluto como antagonistas y un sentido del humor oscurísimo, que se expresa sobre todo en sus lacónicos diálogos.

Los dos primeros capítulos nos sitúan en el sórdido universo criminal de la trilogía “Pusher”, que le hizo famoso entre finales de los noventa y comienzos del nuevo siglo, con sus mafiosos balcánicos chandaleros, horteras y violentísimos. Miu (una magnética Angela Bundalovic) llega a Copenhague desde el este de Europa. La ha traído una organización gangsteril que se dedica a la trata de mujeres para la prostitución; sin embargo, en un primer momento, su idea no es utilizarla para explotarla sexualmente. Ella es una “moneda de la suerte”, una especie de sanadora mística cuyos poderes van a intentar aprovechar en su beneficio. Sin embargo, Miu es una muchacha mucho más peligrosa de lo que parece indicar su frágil aspecto físico... Y lo que empieza como un noir un tanto extravagante deriva en algo que podría definirse como una combinación entre las historias de superhéroes y el Lynch más desatado, pero que, en realidad, sólo es puro Winding Refn. Que este siga teniendo la posibilidad de rodar sus películas y series, en medio de un deprimente panorama de productos franquiciados y remakes, es algo de lo que debemos felicitarnos.

 

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