Alien: Planeta Tierra
Cine - SeriesNoah Hawley

Alien: Planeta Tierra

5 / 10
José Martínez Ros — 23-09-2025
Empresa — Disney +
Fotografía — Cartel de la serie

Podemos confirmar que la primera serie del “Universo Alien” ha sido un éxito, al menos en lo que se refiere a las audiencias. No está tan claro que también merezca tal calificativo en el terreno artístico, a pesar de que su creador, su showrunner, Noah Hawley (1967), parecía casi la única persona en el medio televisivo capaz de sacar adelante un proyecto tan complicado.

Pongámonos en situación: la última entrega cinematográfica de la saga, “Alien: Romulus” de Fede Álvarez, había tenido muy buena recepción, pero era una obra que funcionaba descaradamente como una colección de grandes hits que evocaba, escena tras escena, los momentos más recordados de las cuatro primeras películas (incluso de la denostada “Alien Resurrection” de Jean-Pierre Jeunet). Se trataba de una película que se esforzaba muchísimo en no proponer nada nuevo. Algo hasta cierto punto lógico, después del terreno arrasado que habían dejado “Prometheus” y “Alien Convenant”, las dos últimas (esperemos) e infames aportaciones de Ridley Scott, un cineasta que ha adquirido en la vejez la curiosa costumbre de hacer todo lo posible para destrozar su propio legado.

Hawley ha demostrado que es un individuo muy creativo, alguien que ha extraído más de una vez agua de pozos secos. Lo hizo con su divertidísima y bizarra “Legión”, la única serie sobre un personaje de Marvel (junto al también excelente “Daredevil” de Netflix) que de verdad merece la pena. Y, sobre todo, con “Fargo”, donde tomó la obra maestra de los hermanos Coen, la deconstruyó, capturó su particularísimo tono y lo expandió en, hasta la fecha, cinco temporadas, varias de ellas realmente magníficas.

Como su título indica, “Alien: Earth”, trae los xenoformos a nuestro planeta. Lo cual no es exactamente original: ya lo hacía, sin ir más lejos, el simpático exploit italiano de 1980 “Alien 2: Sulla terra” de Ciro Ippolito.

Nos presenta un mundo controlado por una serie de grandes corporaciones que funcionan como imperios totalitarios, con sus propias fuerzas armadas, policía secreta y agencias de espionaje (un futuro distópico que, en estos momentos, no parece tan lejano). Una de ellas es la clásica, y malvadísima, Weyland-Yutani. Pero la acción se centra en los dominios de una de sus rivales, Prodigy, controlado por un joven y caprichoso genio científico, una obvia combinación de Mark Zuckerberg y Elon Musk.
Una nave espacial con todos (o casi todos) sus tripulantes muertos, perteneciente a Weyland-Yutani se estrella en su territorio. El equipo de rescate que investiga el accidente descubre que se trataba de una expedición cuyo objetivo era algo así como hacerse con las criaturas más letales de la galaxia. Así que ha regresado cargada de monstruos… no sólo los huevos de Alien, sino otras criaturas tan o más aterradoras.

En paralelo, se nos cuenta que Prodigy ha creado una nueva especie de “sintéticos”, los híbridos. Ha transferido la conciencia de niños con enfermedades mentales a cuerpos artificiales casi indestructibles. La idea de colocar la mente inmadura de un niño en un cuerpo con unas capacidades altísimas ya es de por sí bastante catastrófica en potencia, pero eso no detiene a Prodigy (para ser justos, tampoco creemos que detendría a Zuckerberg o Musk, en el caso de que pudieran hacerlo). A la que llegamos a conocer mejor es a Wendy, interpretada por Sidney Chandler, que es lo más parecido a una protagonista que tiene esta serie.Aunque el personaje más carismático es un “sintético” especialmente temible, Kirsh, al que pone rostro un gran Timothy Olyphant.

La serie avanza entre intrigas corporativas, dudas existenciales a lo “Blade Runner” de los “híbridos” y escenas de genuino terror causadas por los diversos monstruos alienígenas, que son el principal aliciente para ver los ocho episodios de esta primera temporada. Sin embargo, el ingenio de Hawley no brilla tanto, en esta ocasión, como en “Legión” o “Fargo”. Desde un primer momento, todos los espectadores sabemos que los planes corporativos van a terminar en una ola de destrucción, y que las criaturas escaparan de todo control y empezaran a cobrarse víctimas.

Aunque los primeros episodios son prometedores, las expectativas positivas pronto ceden ante la sensación de que, simplemente, la serie están consumiendo minutos antes de que llegue lo inevitable. Las cuitas y subtramas de los diversos “híbridos” se van haciendo cada vez más tediosas (Wendy es la única que tiene un mínimo de interés). Y cuando, finalmente, el anunciado desastre se pone en marcha, el guion se embarulla con un buen montón de trucos y sorpresas baratas bastante indignas de su creador. Que el mejor episodio de lejos sea el quinto, un remake nada encubierto de “Alien, el octavo pasajero” (1979), lo dice todo sobre una serie que alberga un puñado de ideas brillantes, pero que resulta, desde cualquier punto de vista, fallida.

 

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