A la deriva
Cine - SeriesJia Zhangke

A la deriva

7 / 10
José Martínez Ros — 27-06-2025
Empresa — Atalante
Fotografía — Cartel de la película

En general, ni siquiera los muy cinéfilos conocen tan bien el cine chino contemporáneo como el japonés, el coreano o, incluso, el hongkonés, que durante varias décadas vio surgir a un buen número de cineastas que ejercieron una enorme influencia sobre sus colegas occidentales, como Wong Kar-wai o John Woo. El que esto escribe había visto, antes de “A la deriva (Caught by the tides)” dos películas de su director, Jia Zhangke (1970), un autor que tiene una obra mucho más vasta y que incluye, además de largometrajes de ficción, numerosos documentales. Las dos son magníficas, infinitamente recomendables.

Lo que tenían ambas en común es que ofrecían, a través de una narrativa que parecía combinar el thriller y el neorrealismo europeo, una visión sumamente crítica del proceso que ha llevado al gigante asiático a convertirse en una superpotencia económica, en la gran fábrica del planeta. “Un toque de violencia” (2013) era una especie de “Vidas cruzadas” al estilo del clásico de Robert Altman o de “Pulp Fiction” de Tarantino, pero con un fondo muy amargo; tomaba por protagonistas a cuatro individuos a los que la pobreza, las injusticias cotidianas, la opresión de los caciques políticos o de los pequeños mafiosos locales, acaban llevando al límite, hasta que se produce, como su título indica, una explosión de sangre que arrasa con todo. La segunda fue “La ceniza es el blanco más puro”. Como, al parecer, la mayor parte de su cine, transcurre en el interior de ese inmenso país, lejos de las megaurbes de la costa, en pequeñas ciudades industriales, rodeadas de parajes grises y polucionados, en las que nunca parecen existir demasiadas opciones vitales. Nos relataba una larga y emotiva historia de desamor que transcurría otra vez en el submundo criminal. De nuevo, la mirada que ofrecía a las transformaciones sociales que ha vivido en las últimas décadas China, a la instauración de un capitalismo salvaje, era muy oscura y desesperanzada. Sorprende que, en un estado en el que la censura es tan omnipresente, se admita un cine que señala de un modo tan fiero -y con muchísimo talento- las grietas del sistema. Un tipo de cine que, por cierto, en las últimas décadas, no abunda demasiado en el panorama español.

El otro punto en común de sus películas es la presencia de la actriz Zhao Tao, esposa del director y, sin duda, su musa. Que haya aparecido como protagonista en absolutamente todo su cine ha permitido a Jia Zhangke realizar el extraordinario experimento narrativo que es “A la deriva”. El director ha realizado un bastante asombroso ejercicio de montaje (o de remix), y ha construido los dos primeros tercios de la película con material tomado de sus obras anteriores, con escenas que se quedaron en la sala de montaje o con otras que sí aparecieron, pero que ahora tienen un sentido distinto, pertenecen a otra historia. La narración se desarrolla a lo largo de dos décadas, de los primeros años del siglo XXI a la epidemia de COVID-19, así que podemos ver a Zhao Tao cambiar, pasar de la juventud a la madurez, sin necesidad de maquillaje o trucos digitales.

Cuando la conocemos está en Datong, una de esas ciudades del norte de China. Es Qiaoqiao, una chica muy joven y guapa, que trata de abrirse paso como modelo y cantando en clubs. Ya aparecen signos de cambio, pero aún está muy presente la China tradicional, con sus costumbres y su música (y se escucha muchísima música en esta película, las metamorfosis que vive China de década en década también se oyen). En esa época, conoce a Bin, un tipo que está metido en negocios oscuros con el que vive un breve romance. Él está interpretado por Li Zhubin, otro habitual en el cine de Jia Zhangke. Pero en algún momento él desaparece, dejándola con el corazón roto.

En el segundo tercio de “A la deriva” viajamos al corazón de China, mientras se está construyendo la mayor obra hidroeléctrica del planeta, la presa de las Tres Gargantas, un hito de la ingeniería que obligó a evacuar muchísimos pueblos y ciudades que iban a quedar inundados. Nuestra protagonista está en la zona porque ha oído que ese hombre, al que evidentemente no ha podido olvidar, está allí, y ha decidido buscarlo. El hilo narrativo, en esta sección, es leve, pero las imágenes de devastación son impresionantes.

El tríptico se cierra en plena pandemia. Ella ha regresado a Datong, que no guarda ninguna semejanza con la ciudad que descubrimos en el primer segmento: está llena de neones, centros comerciales, anuncios de marcas de moda, tecnología. Las medidas de distanciamiento social que todos recordamos, esas calles vacías y silenciosas, hacen de ella una especie de escenario fantasmal, donde se producirá el reencuentro de los dos personajes. La conclusión de esa aventura amorosa interrumpida será sorprendente como definitivo.

Como experimento cinematográfico y como reflexión acerca de los cambios que ha llevado a China a la hipermodernidad, “A la deriva” es brillante. Si nos fijamos únicamente en su núcleo emocional, la historia de Qiaoqiao y Bin, se queda lejos de la epopeya pasional que es “La ceniza es el blanco más puro” o de la sombría “Un toque de violencia”. Pero no deja duda de que Jia Zhangke es uno de los grandes cineastas en activo de nuestro mundo.

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