Entrevista con Pepo Márquez con motivo de su libro "Antineutral"
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Entrevista con Pepo Márquez con motivo de su libro "Antineutral"

Oriol Rodríguez — 21-12-2025
Empresa — Liburuak
Fotografía — Archivo

Músico, agitador cultural y testigo privilegiado del viraje industrial del directo, Pepo Márquez publica "Antineutral" (Liburuak, 25), un ensayo tan meditado como urgente que disecciona la invasión del turbocapitalismo en festivales y macroconciertos.

"¿Houellebecq?". Pero me dice que no, que no es él, que ya me lo pasará después por mail porque ahora no se acuerda de qué escritor francés ("un tipo muy misógino") fue el que dijo que el mundo está ahí y es tal como parece. "Y es justo eso", enfatiza Pepo Márquez. "Esa es la espina dorsal de ‘Antineutral’ y de gran parte de mi existencia. El mundo está ahí y no podemos, ni debemos, aplicarle filtros; porque en cuanto lo hacemos, perdemos". "Know Your Enemy", cantaban Rage Against The Machine.

Ruido de fondo

Pepo Márquez lo ha hecho (casi) todo en el mundo de la música, encima y debajo del escenario, desde la más estricta independencia y en nómina de grandes multinacionales. Ha sido/es el motor creativo de formaciones como The Secret Society, M A J E S T A D, Buena Esperanza y Grande-Marlaska, e irreductible impulsor de pequeños grandes sellos como Gran Derby Records, Música Para Pelear y Suena Fuerte. Ha currado para PIAS, Universal Music, YouTube Music y festivales como Rock in Rio o SOS 4.8 de Murcia. Agitador cultural, propulsor del sindicato Unión Estatal de Músicos, Intérpretes y Compositoras, ha firmado artículos en infinidad de fanzines y revistas. Ahora publica "Antineutral", ensayo escrito con la urgencia de la rabia y la pausa de la razón, vomitado desde el estómago y editado en el neocórtex. En "Antineutral" hay el hardcoreta que creció con la irredenta filosofía DIY y el politólogo que corrobora su tesis con información contrastada y datos irrefutables. Es el grito de alerta y la llamada a la acción contra la injerencia del turbocapitalismo y el neoliberalismo en el mundo de la cultura, muy especialmente en la música, muy particularmente en los macroconciertos y grandes festivales.

"No actúan en nombre de la cultura, porque para ellos esto no va de cultura o arte"

"Siempre hay un ruido de fondo en mi vida, una incomodidad permanente", explica en conexión telemática desde Hamburgo, donde vive desde 2022. Ese zumbido, que durante años ha ido colándose en canciones, notas de voz, posts en Substack..., ahora ha encontrado un cauce ordenado en un estudio que es tanto una denuncia como un llamamiento a la acción colectiva. "Quizá lo más coherente sería coger un bidón de gasolina, prenderle fuego a todo esto y ya. Pero sería la solución fácil y desesperada". Y los cambios de mentalidad, argumenta, no pueden estar alimentados por la desesperación. Tiene que haber rabia, tiene que haber conocimiento, pero no puede haber desesperación, porque esta deriva en venganza. Y la venganza solo funciona (y no sin daños colaterales) en las películas de Quentin Tarantino. “Para mí es muy importante que este libro sirva de chispa en alguna cabeza para prender la mecha. Y que venga gente detrás que lo reescriba mucho mejor que yo. Que tire de hilos que yo no he sabido tirar. Porque esto es colectivo. Y hasta que no entendamos que esto necesita una respuesta comunitaria, no habrá solución".

La caja del diablo

El fogonazo que provocó que Márquez pasara del calentón a la quemadura de tercer grado con la opa hostil del neoliberalismo a la música en directo y se pusiera a escribir "Antineutral" fue la compra en 2024 (por una suma no confirmada, pero cifrada alrededor de los 1.300 millones de dólares) de Superstruct Entertainment (compañía dedicada al entretenimiento en directo creada en 2017 por el fundador del festival Creamfields y antiguo ejecutivo de Live Nation, James Barton, y Roderik Schlosser, gerifalte del fondo de inversión Providence Equity Partners) por parte de KKR (fondo de inversión con intereses inmobiliarios en asentamientos ilegales de colonos judíos en Palestina). Con más de 700.000 millones de dólares bajo gestión, los yanquis de Kohlberg Kravis Roberts & Co. ya no son únicamente un actor con diálogo en la economía mundial, sino también un protagonista invisible, pero con las manos manchadas de sangre, en la cultura. Lo certifica que, a través de Superstruct, KKR se ha hecho con el control de más de ochenta festivales de música en todo el mundo.

“Soy plenamente consciente de que mi libro es una oportunidad para Last Tour de posicionarse políticamente y hacer un poco de shamewashing"

En nuestro país maneja saraos de la magnitud del Sónar, Brunch Electronik, Monegros, Viña Rock, FIB, Resurrection Fest, Arenal Sound... Invasión del capitalismo financiero en la cultura que ya es imposible ignorar. "Son todo batallas provocadas por la estructura capitalista para generar más beneficios, para generar más contenido", insiste el autor. "No actúan en nombre de la cultura, porque para ellos esto no va de cultura o arte. Yo no tengo una solución y no tengo una idea clara de por dónde va a ir todo. Lo que sí puedo adivinar es que los motivos por los que se está produciendo esta escalada de beneficios por parte de Ticketmaster, Live Nation, KKR, Superstruct y demás, se debe a la inacción y a la desorganización por parte de artistas y público". Para Márquez, el día que dejemos de ir a esos festivales, esos festivales cambiarán. "Son estructuras que no se pueden permitir las pérdidas. Estructuras que únicamente se basan en el consumo masivo dentro de sus recintos. No tiene nada que ver con la cultura. Los fundadores puede que fueran unos flipados de la música, por supuesto que sí, pero la actual propiedad de esos festivales no tiene nada que ver con la música, nada que ver con la cultura, nada que ver con el arte. Nada. Cero. La música es tan solo el papel de regalo". En el interior de la caja hay una maquinaria perfectamente diseñada para engañarnos. La caja del diablo.

La batalla de las batallas

"Para mí la batalla más importante es la batalla cultural", señala Márquez. "Es la batalla de las batallas. Nos están queriendo hacer pensar que la batalla política no es heredera de la batalla cultural, pero es hija de la batalla cultural. Todas las batallas son la batalla cultural, de modo que para mí sí es importante poner todo esto encima de la mesa". Muchos de estos festivales ahora en manos de KKR fueron creados desde los márgenes, pero, porque lo cool vende, han acabado engullidos y fagocitados por el sistema (es la misma lógica por la que en un local de H&M o Zara puedes comprarte una camiseta de Ramones, Nirvana, Guns N' Roses o Public Enemy). Y he aquí la disyuntiva. ¿Queremos ser artistas complacientes y oyentes pasivos cerrando los ojos y haciendo oídos sordos ante lo que está pasando? Más aún: ¿la acción, movilización y formas de resistencia como el boicot deben servir para recuperar esos espacios que hemos perdido o debemos crear nuevos espacios ajenos al turbocapitalismo? Pepo —que ya ve destellos de resistencia, como la fuga de usuarios de Spotify, la destitución de Daniel Ek como CEO de la plataforma sueca tras sus inversiones en IA militar o el creciente boicot de artistas a festivales controlados por KKR (el caso de la última edición del Sónar es uno de los más ilustrativos)— nos señala la Luna. Toca que decidas si quieres mirar el dedo. "No necesitamos gastar energía en aquello que ya nos han arrebatado. Yo no quiero pelear por recuperar un festival, pero podemos hacer otro festival".

The Clash y Rage Against The Machine son de las bandas más combativas políticamente de la historia del rock. La paradoja es que ambas siempre publicaron con una multinacional. Pepo Márquez ha publicado "Antineutral" con Liburuak. En su caso, la paradoja es que se trata de una editorial conectada con la promotora Last Tour, organizadora del BBK Live de Bilbao, festival patrocinado por un banco, el mismo que aparece en su nombre. El autor, consciente de la contradicción, tuvo sus dilemas y debates internos desde el momento en el que aceptó el auspicio del sello vasco. “Para mí siempre hay una tensión”, admite. “No entiendo los escenarios perfectos y este no lo es”. Pasado el momento de la emoción de que alguien confíe en ti para publicar un ensayo de estas características, para Márquez llegó un momento de reflexión, preguntándose qué iba a hacer, en qué condiciones lo iba a hacer y para quién lo iba a hacer. “Soy plenamente consciente de que mi libro es una oportunidad para Last Tour de posicionarse políticamente y hacer un poco de shamewashing. Es un debate que se viene dando en la música desde siempre. En mi caso, llegué a la conclusión de que, esta vez, el fin sí podía justificar los medios. Estoy seguro de que si hubiera sacado este libro por mi cuenta o en una editorial más pequeña, lo más probable es que tú y yo ahora no estuviéramos hablando. Y el mensaje, que creo que es importante, no se estaría transmitiendo, o no con la magnitud con la que se está transmitiendo. Sin utilizar esta narrativa a mi favor (y sin fliparme demasiado), creo que hay que aprovechar todas las oportunidades que tenemos para recolonizar los medios y recolonizar los canales con un discurso contestatario a esos propios medios y esos propios canales”.

 

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