¡No te aguanto! (Los grandes cismas del rock)
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¡No te aguanto! (Los grandes cismas del rock)

JC Peña — 20-07-2025
Fotografía — Archivo

La reunión de Oasis tras quince años de rumores cierra, al menos sobre el escenario, uno de los cismas más sonados de la Historia del rock, alimentado con entusiasmo por redes sociales y prensa.

Ni los hermanos Gallagher son los primeros ni serán los últimos en esta larga tradición de rupturas y desavenencias, que a veces acaban bien y muchas otras no. Como la vida misma. No, la química musical no tiene por qué ser personal.

A no ser que sean unos consumados actores -algo improbable, según testimonio de terceros-, Liam y Noel siguen sin aguantarse. En su caso se combinan los conflictos de familia arrastrados desde la niñez, con los celos y la antipatía personal más profunda. Casos similares no faltan, de los hermanos Reid de Jesus and Mary Chain a los Davies de The Kinks.

Gente informada como el productor Steve Lillywhite (productor del disco de Beady Eye) afirma que el divorcio de Noel y la necesidad compartida de hacer caja han provocado el milagro. Ya lo dijo John Lydon con su cínica lucidez respecto a aquella esperpéntica reunión de Sex Pistols que se consumó hace tres lustros: “Lo que nos pone de acuerdo es tu dinero”. Una gran verdad, que se aplica, desde luego, al caso de los de Manchester, con la impresentable apuesta por subir los precios de las entradas en función de la demanda, las “entradas dinámicas". Todo canta demasiado.

Celos, discusiones, diferencias artísticas y de carácter, dinero, política, divorcios a cara de perro, malentendidos, orgullo herido, peleas a puñetazos, traiciones… No hay ecosistema humano donde las diferencias personales se hagan tan dramáticas como en el rock. Además de conjurar las musas de la creatividad, los grupos activan emociones parecidas a las de las parejas. Y del amor al odio, ya sabemos. Cierto que casos como el de Lou Barlow y J Mascis en Dinosaur Jr, o Jim y William Reid demuestran que a veces impera la razón. En muchos otros casos las reuniones son una quimera. La antipatía humana tiene infinitos grados y, a menudo, poco arreglo. Aunque, volviendo a Lydon y su lucidez, en este mundo dominado por el turbocapitalismo el dinero esconde casi todo. Hasta los escrúpulos.

John Cale y Lou Reed (The Velvet Underground)
Uno de los momentos más infames de la Historia del rock fue la reunión en la que Lou Reed exigió a Moe Tucker y Sterling Morrison la expulsión de John Cale, al que veía como peligroso rival. Sin la amenazadora presencia del galés, The Velvet Underground se convertiría en vehículo exclusivo de sus canciones. Las tensiones entre ambos habían sido abundantes durante la grabación del experimental “White Light/White Heat”. Morrison tuvo que pasar el mal trago de darle a Cale la mala noticia. Ambos músicos sólo volverían a hablarse dos décadas después en el funeral de Andy Warhol. Harían un disco conjunto notable (“Songs For Drella”, homenaje al artista) e impulsarían la intrascendente reunión otoñal de su mítica banda.

Paul Simon y Art Garfunkel
Pareja estelar de la canción folk elegante de los 60, la relación de los cantantes norteamericanos se fue deteriorando al mismo ritmo que vendían millones de discos. El éxito enorme de canciones como “Mrs. Robinson” no atenuó las suspicacias y los celos. Tras la grabación de “Bridge Over Troubled Water” en 1970, no había vuelta atrás. Después de su separación, mantendrían una relación gélida y se reunirían en contadas ocasiones. Para reactivar sus respectivas carreras se organizó un enorme concierto gratuito en Central Park (Nueva York) en 1981. Aquello desembocó en una gira en la que apenas se hablaron… las malas vibraciones han durado hasta hoy. “Sinceramente -dijo Paul Simon en 2016 refiriéndose a la posibilidad de un nuevo encuentro-, no nos llevamos bien y no es divertido”. Pues eso.

Ray Davies y Dave Davies (The Kinks)
Dave dijo de su hermano que “sólo fue feliz durante tres años, cuando yo no vivía”. Y es que la tormentosa relación entre los músicos sólo puede compararse, quizá, a la de los Gallagher. Incluyendo gritos y peleas. Con un trasfondo familiar trágico (la muerte repentina de una de sus seis hermanas), ambos se aguantaron durante décadas en The Kinks porque se complementaban: las canciones se beneficiaban de la coexistencia entre compositor genial y guitarrista de riffs perfectos. Sin embargo, el abismo personal se fue ensanchando hasta que se separaron en 1996. El infarto que sufrió Dave en 2004 empezó a allanar el camino a una relación más cordial. Un intento de hacer nuevas canciones hace una década desenterró viejos demonios, y todo apuntaba a final definitivo. Pero en 2023 Ray afirmó en una entrevista que tenían un puñado de canciones casi acabadas.

Bryan Ferry y Brian Eno (Roxy Music)
Un caso canónico de egos incompatibles. Tras el espléndido debut de los británicos y su secuela igualmente brillante “For Your Pleasure”(73), Brian Eno -autor de los teclados marcianos que le daban un toque especial al sonido excéntrico de la banda- salió bajo la excusa de buscar un enfoque más experimental, incompatible con la ortodoxia pop de Ferry. Reticente a los excesos nostálgicos, no estuvo presente en el cincuenta aniversario de la banda hace dos años. Lo que sí hizo fue participar con sus sintetizadores en hasta cuatro temas del notable disco de Ferry “Olympia”(10), junto a otros ex de Roxy Music. El tiempo lo cura casi todo.

George Harrison y Paul McCartney (The Beatles)
El imponente documental “Let It Be” no sólo recoge la mágica dinámica creativa de los de Liverpool -incluyendo la química entre Lennon y MacCartney-, sino el momento fascinante en que el guitarrista se larga de la sesión, dejando plantados a sus compañeros. Las injerencias del genial e hiperactivo Paul McCartney eran a todas luces cargantes. “Nos vemos en el pub”, les soltó. Harrison volvería un par de días después ante la insistencia de sus compañeros, pero es inevitable pensar que ese incidente sería un clavo más en el final del grupo. Aunque se insista en que aquello no fue para tanto, en el documental se ve con claridad cómo el talento de Harrison era ninguneado por su genial compañero. Un clásico del rock.

John Lydon y Steve Jones (Sex Pistols)
“Pistol”, serie documental de Hulu sobre la mítica banda punk basado en el libro autobiográfico del guitarrista Steve Jones, ignoró olímpicamente la participación de Lydon. Muy dolido, Rotten se embarcó en un doloroso juicio que acabó perdiendo hace tres años. Fue el golpe de gracia a la relación entre ambas partes, que no había sido precisamente afable y ya venía muy tocada desde su innecesaria reunión de 2008. A propósito del documental, Lydon ha dicho que sus compañeros “han hecho trizas” el legado de su grupo, y ha dudado de sus facultades.

Robert Smith y Simon Gallup
El núcleo duro del que sería uno de los grandes grupos de la Historia saltó por los aires. Fue en plena gira de “Pornography" en 1982 cuando las tensiones entre el cantante y el bajista de The Cure acabaron con una pelea a puñetazo limpio en un concierto en Francia. Gallup saldría con cajas destempladas y no le dirigiría la palabra a su compañero en casi dos años. Smith llegó a grabar prácticamente solo (algo que ha hecho en varias ocasiones sucesivas), y su compinche a montar un grupo propio, pero el bajista terminó por volver al redil en 1984. En 2021 anunció su marcha por facebook, poniendo un nudo en la garganta a quienes aprecian su peso capital. En este caso, la supuesta “traición” de que fue víctima se olvidaría pronto.

Sting, Stewart Copeland y Andy Summer (The Police)
La fricción entre el cantante y sus compañeros fue constante desde el principio de la fulgurante carrera de los británicos. Sting iba sobrado, y los otros  no soportaban su arrogancia, traducida, por cierto, en una sucesión de canciones inolvidables. El mal rollo se mascaba hasta en las entrevistas. Esa dinámica viciada benefició la música, pero hacia 1983 se hizo insostenible. Las malas vibraciones afectaron la grabación de una nueva toma de “Don´t Stand So Close To Me” para su recopilatorio de 1986, y los tres tuvieron que esperar más de dos décadas para embarcarse en una lucrativa gira de despedida. Se embolsaron una parte sustancial de los 360 millones de dólares que generó el millón y medio de entradas vendidas.

Roger Waters y David Gilmour (Pink Floyd)
Uno de los cismas más dramáticos de la Historia del rock es el que separa a bajista y guitarrista de Pink Floyd, que llevan décadas poniéndose a parir. El culebrón se remonta a hace casi cuarenta años, cuando la mutua animadversión estalló con la salida de Waters en 1985. Gilmour y el batería Nick Mason siguieron usando el nombre de Pink Floyd, acusando a su ex compañero de ser un egomaníaco sin remedio. Siguió una amarga disputa legal que terminó con un acuerdo en 1987. Desde entonces, acerbas declaraciones cruzadas y algún contadísimo encuentro en el escenario no han resuelto su profunda animadversión mutua, agravada por las diferencias políticas. Gilmour lo ha vuelto a decir a propósito de su reciente disco en solitario: no preguntéis, que no habrá reunión.

Morrissey y Johnny Marr (The Smiths)
En apenas cuatro años el cantante y el guitarrista produjeron una asombrosa colección de canciones sublimes. Desde septiembre de 1987 ambos se profesan frialdad extrema, cuando no abierta antipatía. La repentina huída de Marr a Estados Unidos, hecho que precipitó el final del grupo, dejó heridas profundas que el tiempo no ha curado. Años después, la política amplió el abismo. Todavía no sabemos qué pasó en el encuentro que tuvieron en 2008 para explorar una posible reunión. Más carnaza: El año pasado Marr habría rechazado una propuesta millonaria para resucitar la banda sin el fallecido Andy Rourke ni el batería Mike Joyce que les llevó a juicio en los 90. Marr había encajado mal una carta demoledora de su ex camarada. En ella el cantante pedía al guitarrista que dejara de hablar de él, repartiendo de paso toneladas de vitriolo. El reciente intercambio de comentarios sobre el registro del nombre del grupo confirma que el asunto no tiene remedio. Pero lo mismo se decía de los Gallagher.

Miki Berenyi y Emma Anderson (Lush)
Dueñas de uno de los cancioneros más sugerentes y elegantes del indie pop británico de los noventa -a caballo entre el shoegaze y el brit-pop-, las cabezas pensantes de Lush eran amigas del instituto. Su amistad se puso a prueba durante la tormentosa trayectoria del grupo -suicidio de batería incluido-, que tuvo un triste epílogo con una reunión hace pocos años que acabó enterrando su relación, al convocar los demonios del pasado. Todo ello lo cuenta con pelos y señales Miki en su jugosa autobiografía Cruzando los dedos”, con palabras que no sentaron nada bien a su ex amiga, acusada de ser una persona difícil e intransigente. Anderson contraatacó con un disco en solitario, quizá para demostrar ciertas cosas. Miki ahora está tocando con su propio trío. Son un buen ejemplo de cómo la bicefalia suele acabar fatal.

Max e Igor Cavalera (Sepultura)
Ni los Davies ni los Gallagher ni los Reid tienen la exclusiva de las desavenencias fraternales. Así lo demuestra también la turbulenta historia de Sepultura, banda de metal de enorme influencia que estaba en su mejor momento artístico cuando reventó por dentro. El batería Igor le enseñó la puerta de salida a su hermano Max a finales de 1996 -pésima idea en lo creativo-, por desavenencias en relación con la manager y esposa de Max. Ambos estarían más de una década sin dirigirse la palabra, hasta reconciliarse doce años después y montar The Cavalera Conspiracy. Ahora acaban de regrabar los primeros tres discos de Sepultura. Son la prueba de que en ocasiones el final es feliz.

Nick Cave y Mick Harvey (Nick Cave and The Bad Seeds)
La entrada de Warren Ellis en The Bad Seeds a finales de los 90 tuvo un efecto colateral: Blixa Bargeld y Mick Harvey, hasta entonces pesos pesados de la formación en cuanto a las decisiones musicales, perdieron peso. Con demasiados gallos en el corral, su salida estaba cantada: el músico alemán lo hizo de manera amistosa en 2003, Harvey no tanto seis años más tarde (aunque su descontento se remontaba mucho atrás). Desplazado por la figura de Ellis y el propio Cave en la composición de arreglos y canciones, la amargura inicial del australiano no le ha impedido involucrarse en las reediciones del material en que participó. En este tiempo la relación de ambos se ha normalizado hasta donde es posible en estos casos.

Bernard Sumner y Peter Hook (Joy Division/New Order)
¿Puede un grupo arruinar una bonita amistad de la infancia? Por supuesto. Es el caso de los legendarios músicos de Joy Division/New Order. Fue en 2008 cuando, tras abundantes tensiones -celos, desavenencias musicales y sobre las giras- que venían de muy atrás, Hook habría afirmado en una entrevista, por su cuenta, que New Order había dejado de existir. Sus compañeros fliparon y continuaron sin él, reclutando a otro bajista que imita su estilo. Peter Hook ha hecho lo propio con su propia banda The Light, machacando sin pudor el repertorio de sus grupos. Los dos han explicado su propia versión del desencuentro en sus respectivas biografías. Duele ver a New Order desde entonces sin el alma del bajo de Peter Hook. Pero así es la vida.

Thurston Moore y Kim Gordon (Sonic Youth)
Una de las separaciones sentimentales más sonadas del rock se llevó por delante también a una banda mítica hace algo más de una década. La bajista se despacharía a posteriori en su autobiografía “La chica del grupo”, donde su exmarido no sale, como era predecible, bien parado. El amargo divorcio ponía fin a un matrimonio de 27 años y con él, al cuarteto, cuyo origen se remontaba a 1981. La relación de Moore con su actual pareja y colaboradora artística, Eva Prinz, fue el desencadenante de la crisis. Con estos factores emocionales de por medio es altamente improbable que el grupo vuelva a reunirse, pese a que las ofertas millonarias no les faltarán. Quizá sea mejor así, porque en estos años ambos han desarrollado carreras en solitario tan sólidas como diferentes.

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