Con “Nebraska” (82), Bruce Springsteen se quitó el traje de "futuro del rock & roll", poniéndose el de Woody Guthrie para relatar en blanco y negro las miserias de la nueva América de Ronald Reagan. Lo hizo con un disco en el que dejaba aparcada a la E Street Band y entregaba su obra más espartana y cruda, pero también una que encontraba poesía en la derrota y los márgenes de la sociedad. Fue algo así como el reverso tenebroso de la conversión eléctrica de Bob Dylan. Aquí, Bruce Springsteen, todavía dolido por la muerte de Elvis y con miedo a convertirse en el nuevo Rey, apartado de sus raíces, viviendo en una solitaria mansión en la colina, aparcó a su banda, desenchufó la Esquire, se colgó una acústica y dejó que las canciones hablaran de todos sus miedos por él.
No hubo entrevistas para presentarlo, ni conciertos de tres horas, solo unas canciones que nacieron como maqueta y se convirtieron en el disco que le definiría, no como músico ni a ojos del gran público, pero sí como artista y persona. Es imposible pensar en la explosión comercial que supondría "Born In The USA" sin la presencia de este "Nebraska" que dejaba claro en qué lado se situaba Springsteen.
Pero ahora "Nebraska" se coloca, contra natura, en el foco, gracias a un libro, una película y una reedición especial en la que hemos podido escuchar la madre de todas las grabaciones míticas de la carrera de Bruce Springsteen, el "Nebraska" eléctrico que grabó, y desechó, con la E Street Band. Tras escucharlo, queda una cosa clara, Springsteen tenía razón, el disco estaba en la maqueta original. Así que vayamos al principio de este proyecto.
Elvis y la corona
"The River" (80) fue el primer disco de su carrera en ser número uno en las listas de Estados Unidos. Allí, además, se incluía el primer sencillo de su carrera que se colaba en el Top Ten, "Hungry Heart", y los conciertos de presentación del mismo, junto a la E Street Band, fueron un éxito en paralelo. Springsteen había hecho buena la predicción del que se convirtió en su mánager, Jon Landau, y se había convertido en el presente del rock & roll, en su figura más importante. Con Elvis muerto, Bruce Springsteen era lo más parecido a un heredero al trono que había en Estados Unidos en 1980.
Pero Springsteen no quería esa corona, había visto lo que su peso había hecho con un Presley que murió solo y alejado de sus raíces en la madre de todas las mansiones en la colina que se conocen, Graceland. Springsteen, que todavía cogía el coche todas las noches para pasearse por el viejo barrio en el que había crecido, no quería que le pasara eso, según comentaría alguien tiempo después buscaba recuperar "la humanidad y la curiosidad por saber por qué ciertas personas pierden la conexión consigo mismas, con sus familias, con su comunidad [y] con su gobierno".
Y es que a Springsteen no le había pasado de largo tampoco la victoria de Ronald Reagan en las elecciones de su país. El de Nueva Jersey no compraba ese falso optimismo económico que vendía Reagan y decidió mirar a todos los que se quedaban atrás, esos perdedores que siempre acaban tomando malas decisiones, no es de extrañar que en sus (espléndidas) letras se repita un par de veces una misma frase "Tengo el tipo de deudas que ningún hombre honesto puede pagar".
En los márgenes del Sueño Americano
Este disco trata sobre la América más sombría y olvidada, la que ha quedado fuera del relato del sueño americano para vivir su pesadilla, asesinos en serie, asesinatos por desesperación o para pagar deudas, paranoia, familias destrozadas, todo ello en sencillas canciones de tres acordes con muy pocos añadidos.
Su inspiración para este disco llegaría leyendo la biografía de Woody Guthrie, en la literatura de Flannery O'Connor, en películas como "Las uvas de la ira" de John Ford y "Malas Tierras" de Terrence Malick, y en la música del propio Guthrie, el primer Dylan y Hank Williams.
La historia de cómo llegó a publicar este disco es de sobra conocida, Springsteen grabó una maqueta acústica para enseñársela a su banda, la E Street Band, y regrabarla con ella, pero al hacerlo no logró igualar la crudeza emocional de la maqueta con lo que fue esta la que se publicó, quedando abandonada las grabaciones con la E Street Band, unas grabaciones que, a pesar de que Springsteen ha ido publicando la mayoría de sesiones de sus grandes discos, hasta el momento no habían visto la luz.
También es cierto que la maqueta de Springsteen estaba más trabajada de lo habitual, cansado de todo el tiempo que le había llevado grabar "The River", lleno de reescrituras en el estudio, Springsteen dejó grabadas a la perfección estas canciones y las coloreó con otros instrumentos como el carrillón que suena en la canción titular o la mandolina de "Atlantic City", dos de las mejores canciones del disco. Pero hay que recordar que, según el propio autor, las grabaciones "solo tenían como objetivo ayudarnos a ponernos en marcha con el trabajo en el estudio con la banda. Siempre había dedicado mucho tiempo a componer en el estudio. Supongo que intentaba ser más eficiente. Sin duda, intentaba gastar un poco menos de dinero".
Además hay que tener en cuenta que muchas de estas canciones sonaban más folk de lo habitual, como ese homenaje a las historias con pistolas de Johnny Cash que es "Johnny 99", pero también hay otras como la propia "Atlantic City" o, sobre todo, "Open All Night", que parecían destinadas a ser tocadas por la E Street Band. Pero ni siquiera esta última tuvo otro acompañamiento, eso sí, es en la única canción del disco en la que deja aparcada la acústica, con la que grabó estas maquetas, y coge su fiel Esquire.
El mítico “Nebraska” eléctrico
Aunque era difícil imaginarse este disco melancólico en blanco y negro tocado por la fuerza multicolor de la poderosa E Street Band, la imaginación había llevado a muchos a exagerar ese posible disco, quizás también por algunas grabaciones en directo donde la E Street Band borda la interpretación de "Atlantic City". El caso es que ahora podemos escucharlo y puede que las expectativas hagan que suene un poco decepcionante. Había canciones que era muy difícil imaginar en otro arreglo, como la propia "Nebraska" o "Mansion On The Hill", y, evidentemente, pierden su descarnada belleza, aunque solo se las añadan ligeros toques de teclados aquí y allá.
Pero las canciones más claramente rock, como la mencionada "Atlantic City", tampoco terminan de mejorar a la maqueta, es más, la banda le acabaría cogiendo más el punto en posteriores versiones en directo, pero tampoco "Open All Night" o "Reason To Believe" alcanzan el éxtasis prometido. Eso sí, lo más interesante de este "Electric Nebraska", que no tiene todas las canciones originales (supongo que a nadie se le ocurriría intentar igualar la emoción, muy influida por Suicide, de su interpretación de "State Trooper"), es en las versiones de las canciones que acabarían en "Born In The USA", en concreto la canción que le daría título y "Downbound Train", en dos versiones áridas y descarnadas que son lo más parecido al Springsteen punk que jamás hayamos escuchado. Si Reagan hubiera escuchado esta versión de "Born In The USA" hubiera tenido claro que esto no era un himno patriótico sino una canción protesta...
Es la versión acústica de "Born In The USA" la que abre la nueva versión extendida de "Nebraska" con el disco más interesante de todos los añadidos, y es con esa otra colección de canciones acústicas que grabó en esa misma época como las maravillosas "Losin Kind" o "Gun At Every Home". Parientes cercanas de ese disco perdido que también vio la luz hace poco en "Tracks II" que sirve de puente entre "Nebraska" y "Born In The USA" y en el que Springsteen se despedía finalmente de Elvis con "Johnny Bye Bye" y la versión de "Follow That Dream".
Preparando el terreno para "Born In The USA"
Y es que una de las cosas más importantes a tener en cuenta con este disco, es que cuando Springsteen decidió que la maqueta era el disco, ya había grabado tres cuartas partes del trabajo que le convertiría en una estrella a la altura de Michael Jackson, Madonna y Prince. Pero el artista tenía una prioridad y eran esas canciones grabadas en una habitación que le parecían las más importantes que había hecho nunca. Y aunque se habló de sacar un disco doble, con "Nebraska" por una lado y lo que llevaba grabado de "Born In The USA" por otro, Bruce supo que eso quitaría el foco de las canciones acústicas y prefirió sacarlas tan cual, sin más explicaciones.
Ahora, más de cuarenta años después, queda claro que fue lo correcto. Hay algo en esas grabaciones que es muy difícil de replicar, ni siquiera "The Ghost Of Tom Joad", el disco más parecido, tiene esa especie de cercanía con el oyente, tampoco su versión en directo actual de todas las canciones araña la piel como esas maquetas grabadas entre diciembre del 81 y enero del 82.
Puede que "Nebraska" no sea el disco más representativo de su carrera pero sí es uno de los mejores y el más especial, el que muestra esa otra cara suya que le emparenta con Guthrie o Pete Seeger, y que le da mayor empaque a su figura. Springsteen se quitaba el disfraz de estrella de rock y se alineaba con los perdedores y los que, al no tener nada, nada tenían que perder.
Lo hizo desnudo, sin la E Street Band, para que no hubiera malentendidos y es que ya sabemos lo que esa banda podía hacer por una canción, como pasaría dos años después cuando viera la luz "Born In The USA", con Springsteen habiendo pagado sus deudas y ya dispuesto a aceptar el éxito bajo sus propios términos.
Aun así, cuando el mundo escuchó la fuerza de la canción que le daba título, una que en su versión original era muy parecida a estas de “Nebraska” (no en vano la primera demo también la grabó ese 3 de enero de 1982), su amarga crítica a la política y la sociedad estadounidenses fue convertida, por la fuerza de su interpretación, en casi un segundo himno de Estados Unidos por el propio Reagan. Algo que le llevaría a declarar desde el escenario: "Me pregunto cuál será su disco favorito. No creo que sea ‘Nebraska’. Imagino que ese no lo ha escuchado".

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