Entrevistamos a Juan Cavestany con motivo de su película 'Madrid, Ext.'
EspecialesJuan Cavestany

Entrevistamos a Juan Cavestany con motivo de su película 'Madrid, Ext.'

Fran González — 05-09-2025
Fotografía — Txuca Pereira

Entre el documental, la sinfonía visual y el ensayo fílmico, Juan Cavestany urde en “Madrid, Ext.” un homenaje definitivo a la capital y sus residentes.

La película es toda una radiografía urbana, con sus luces y sus sombras, que evita la nostalgia efectista y propone una colección íntima de imágenes y personajes del todo capaces de reconciliarnos con lo crudo y lo bello de una ciudad tan próxima al mañana como al ayer.

“Pueden parecer caras de una misma moneda, pero en realidad la elaboración de ‘Madrid, Ext.’ comenzó mucho antes”, puntualiza Juan al comienzo de nuestra charla, mencionando la intencionada conexión entre su pretérita “Madrid, interior” (20) y su actual propuesta. “Tiene sentido relacionarlas, dado el carácter colaborativo de ambas. Sin embargo, ‘Madrid, Ext.’ es el resultado de una educación sentimental que refleja, desde mi perspectiva, esa relación amor/odio que poseo hacia mi propia ciudad. Es imposible vivir aquí sin tener este tipo de contradicciones”.

“Hemos logrado crear una armonía entre extraños, entre ciudadanos condenados a entenderse”

“No partíamos de ningún guion, sino de puras intuiciones”, continúa diciendo. “La película se ha terminado encontrando a sí misma en el montaje, donde se tuvieron que tomar decisiones difíciles y sacrificar mucho material que ya teníamos rodado. Podrían haber salido muchas películas diferentes, pero la que nos ha salido es esta”.

Convertido en un espeleólogo de su Madrid natal, Cavestany resalta el encanto de las pequeñas cosas, moviéndose entre letreros de mediados del siglo XX, locales con apellido propio y hallazgos accidentales. El tiempo, subraya el director, ha sido clave para que el proyecto respire fluidez, con sus responsables animados a experimentar y evolucionando sin un plan de rodaje estricto. Algo que también favoreció a la elaboración de su maravillosa música, firmada por Guille Galván (Vetusta Morla). “La música no se hizo con la película terminada, sino que fue una creación recíproca en la que Guille y yo nos íbamos mandando mutuamente material, uno para seguir rodando y el otro para seguir componiendo”.

Conquistados en su día por “Gente en sitios” (13), Vetusta Morla apostaron por Cavestany para dirigir el videoclip de “La Deriva”. Desde entonces, el vínculo entre la banda y el realizador ha sido estrecho. “Creo que aquel vídeo desconcertó un poco a sus fans. Sin embargo, quedamos en volver a trabajar juntos en el futuro, y así ha sido. Me fascinaba lo que habían hecho para bandas sonoras recientes, como la de “La Hija”, así que le propuse a Guille acompañarme en esta locura sin red. Él, además, como madrileño comprometido con la cultura que es, ha sabido leer desde el principio la intención de la película y ha creado una atmósfera sonora que hace las veces de narradora. No es un score convencional. Es moderna, pero castiza a la vez. Es rock, pero también es electrónica. Es de aquí y es de todas partes a la vez”.

La presencia de estos ritmos y tempos nos acompaña por secuencias de suma emoción, como el momento de adentrarnos en el Videoclub Star y conocer a su entrañable propietaria, Carmina. “Normalmente mis historias suelen terminar inconclusas, pero en esta ocasión se dieron las circunstancias para desarrollar cierta continuidad con Carmina”, dice. “Durante bastantes meses traté de entrevistarla, pero no se dejaba. Al mismo tiempo, seguíamos teniendo contacto hasta que finalmente nos contó su historia y su vínculo con el cine, desde ser hija de acomodadores hasta terminar teniendo su propio videoclub”.

Al final del rodaje, tristemente, el hijo de Carmina se puso en contacto con el equipo para informarles sobre el fallecimiento de su madre, lo que daría pie a que el mencionado protagonizase el casual epílogo del documental. “Le propuse incluir el desarme del videoclub en el desenlace de la película y él confió en nosotros, lo cual nos halagó y emocionó muchísimo”.

La fotografía, obra de Javier Bermejo, termina siendo el broche de oro para esta antología de postales que saca pecho con objetividad y mesura del patrimonio capitalino y nos muestra su sino más humano. Nos llega, eso sí, en un momento en el que las fobias a la ciudad del Oso y el Madroño se extienden como la pólvora, aunque Juan nunca tuvo la intención de refutar tópicos o enaltecer lo suyo. “Durante toda mi vida he sido consciente de nuestra etiqueta y he llegado incluso a sentir vergüenza por ser madrileño”, concluye. “Soy antinacionalista a tope y cualquier reivindicación local me irrita. Aun así, sé que una película con este título nos compromete mucho, pero lo que nos cuentan las personas que aparecen aquí va mucho más allá de Madrid. Desde cómo envejecer en una gran ciudad hasta cómo vivirla siendo invidente, lo que yo veo en ‘Madrid, Ext.’ es una encrucijada de sueños, anhelos, vivencias, injusticias y experiencias. Quiero creer que, en el fondo, de lo que hemos conseguido hablar en la película es de eso, y que durante noventa minutos hemos logrado crear una armonía entre extraños, entre ciudadanos condenados a entenderse”.

 

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.