- ¿Cómo surge la idea del manual y cuáles son tus primeros pasos para su confección?
La idea parte de Alfonso Santiago, CEO de Last Tour, y de Libe Mancisidor, directora de Liburuak, quienes me proponen el proyecto. Me trasladan el deseo de aglutinar y ordenar todo el conocimiento de la industria musical en un cuerpo de obra inicial riguroso, útil y didáctico, que contribuya a la progresiva formación y profesionalización del sector, ante su evidente ausencia, al menos en castellano (en inglés ya existen varias referencias). Partiendo de esta identificada necesidad, su objetivo pasa por recopilar todo el disperso conocimiento de todas las áreas de la industria de la música, e incluirlo, óptimamente sistematizado y estructurado, en el primer programa escrito en castellano de la industria musical, a través de los textos de seleccionadas personas trabajadoras e investigadoras del sector, constituyéndose como una referencia para el aprendizaje inicial y el ulterior conocimiento de cualquier profesión en su cadena de valor: una base didáctica y guía de consulta permanente. Una vez llegamos a un acuerdo respecto a mis funciones y responsabilidades, mis primeros pasos consistieron en analizarlo en toda su ambiciosa complejidad, estructurar un índice primigenio con todos los potenciales contenidos y capítulos a desarrollar en él- dividiéndolo en diferentes temáticas y bloques-, pensar en los posibles colaboradores para cada uno de esos diversos capítulos, contactar y explicarles el proyecto, acordar con cada uno los contenidos y tono deseados, así como los plazos, recibir sus primeros. textos, editarlos…Un proceso inicial pleno de vértigo e ilusión.
-¿De qué hablamos cuando hablamos de industria musical y cómo ha evolucionado en lo que llevamos de siglo?
Este es un manual didáctico sobre la industria músical, industria que obviamente parte de la música como expresión artística sonora de la cultura de una determinada sociedad o lugar en el mundo. La música origina una producción cultural, con una oferta, una demanda y unos modelos de consumo: la industria musical. Esta industria musical es, por tanto, una industria especializada en la producción de bienes culturales. Estos bienes culturales se componen de dos planos interrelacionados: el cultural o simbólico —la producción de símbolos, de valores espirituales, estéticos o identitarios de una determinada cultura— y el económico —la transformación económica de esos símbolos culturales en bienes o productos culturales—. Por tanto, en la industria musical, como en todas las industrias culturales y creativas, los símbolos —la música, en su caso- se convierten en objetos de intercambio económico. Su función económica no puede entenderse sin su función simbólica, y viceversa. De esta forma, podemos entender la industria musical como aquella institución en la que la música, como símbolo cultural, se convierte en objeto de intercambio económico, conformada por todas las personas y organizaciones dedicadas a su creación, producción, divulgación, protección y comercialización. La industria musical se encuentra actualmente en un óptimo estado de salud, tras los complejos primeros años de este siglo XXI, con la masificación de los modelos de consumo imbuidos de total gratuidad a través de Internet y de la piratería digital, agravada posteriormente con la crisis global de 2008, y ya más cercana en el tiempo, con la pandemia de los años 2020 y 2021, que alteró sustancialmente los modelos de consumo de la música en directo. Existen varios informes que pronostican un sostenido crecimiento para los próximos años, años en los que se observan ya cuestiones absolutamente relevantes como la inmersión de la Inteligencia Artificial, el desarrollo de la economía del streaming y la progresiva inmersión del mundo financiero en ella, entre otras.
-¿Crees que tiene un público específico, un target propio, o puede extenderse a todo aquel interesado en el proceso industrial de la música?
Así es, incluso lo haría extensible a melómanas y melómanos, a musiqueras y musiqueros. Este es un manual con un tono didáctico y riguroso, con un público potencial deseoso de entender la industria en sus diferentes vértices, bien porque quieren trabajar en ella, como palanca inicial de aprendizaje, bien porque ya trabajan en ella y desean obtener una visión amplia del negocio o desean conocer y/o ahondar en alguno de los temas que abordamos en el manual, pero, tal y como te comento, hemos buscado un tono didáctico, formal y riguroso, pero sin caer en la densidad académica, por lo que se amplía, como dices, a cualquier interesado en ella. Además, cada capítulo se presenta profusamente acompañado de gráficos, tablas, fotografías e imágenes que, entiendo, favorecen el seguimiento del texto, facilitando su inmersión y comprensión lectora.
-¿Cómo convencer a un autodidacta de la importancia de conocer este manual, de la necesidad de lo teórico?
Como bien sabes, la industria musical se ha compuesto tradicionalmente por profesionales autodidactas, profundamente conocedores de su oficio – y absolutamente respetuosos con sus diferentes agentes y cadenas de valor -, pero carentes, en su mayoría, de una sólida y holística base instructiva sobre una industria a la que aportan paulatino valor y conocimiento práctico, en sus múltiples posibilidades. Como te comentaba, este manual les puede aportar tanto esa mirada holística y completa respecto a la industria, como una depuración o constatación de su óptimo quehacer diario en su área de trabajo y de conocimiento. Amén de un disfrute, espero. Ha quedado un producto “muy bonito”.
-Es obvio que ha sido un trabajo arduo, ¿donde ha residido su mayor complejidad?
Sí, un proyecto de este tipo no es sencillo. Habida cuenta que requiere de un dilatado proceso de trabajo compartido entre todas las diversas personas profesionales que han intervenido en su elaboración -colaboradoras, coordinadoras, infografistas, editoras de las fotografías, diseñadoras, maquetadoras-, quizás lo más complejo haya resultado establecer los procedimientos y coordinar en el tiempo sus diferentes etapas de inmersión en él, entendiendo y guiando sus respectivos procesos y ritmos de trabajo.
-¿Qué se gana y qué se pierde en ese trasvase de pasión a profesión?
Ganar se gana mucho, puesto que no conozco mayor lujo que trabajar en algo que te apasiona. Convertirte en un profesional de la industria, con sus intrínsecas complejidades, sea en el área de esta que sea, de esta industria que protege y promueve la música y a las artistas musicales – con sus obvias posibilidades de mejora-, debería ya ser suficiente para, al menos, aquietar flaquezas y atemperar vacíos, incluso en el peor de tus días. Y respecto a perder, te diría que posiblemente, y aunque suene manido, una suerte de pérdida de cierta maravillosa inocencia o candor lógicos iniciales, que no pérdida de la ilusión, ilusión que debería sostener todo el camino hacia la profesionalidad y durante su ejercicio.
-¿Considera este país la creación musical como parte de su patrimonio cultural, social y creativo o todavía estamos en algo parecido a una consideración de subcultura del entretenimiento?
Es una excelente pregunta, Jerry, que requeriría de una investigación seria al respecto, puesto que muchos son sus vértices y miradas. La clásica y a mi modo de ver trasnochada y caduca distinción entre alta y baja cultura derivó en esa separación para con la música popular y su industria (no así para la considerada música “culta” o “clásica”). Te diría que la respuesta variará en función del interlocutor (y de sus intereses). En mi caso no hay duda alguna: la creación musical forma parte del patrimonio cultural de un país, como expresión artística sonora inherente e inseparable a sus valores y a sus símbolos.
-¿Se puede medir el desarrollo de un país por el aporte de sus industrias culturales y creativas al PIB?
Así es, más allá de su evidente relevancia económica, la industria musical es generadora y transmisora de valores y de beneficios sociales, de externalidades positivas (como una mayor educación media de la sociedad, el fomento de la creatividad, el turismo musical, etc.), contribuyendo, por tanto, al denominado poder blando (soft power) de los países - término acuñado por el politólogo norteamericano Joseph Nye-. El poder blando es el poder que se ejerce a través de la seducción, la presentación de valores, culturas o políticas que resultan atractivas y que generan una reputación positiva para un país; es decir, en la capacidad de influir en el mundo sin recurrir a la coerción política, a la sanción económica o a la acción militar, valiéndose de una herramienta tan inofensiva como la cultura. Este poder, ejercido en diferentes fases del siglo XX por países como Estados Unidos (fundamentalmente a través de la industria del cine, pero también a través de su música popular) o el Reino Unido (a través de su música popular de los años 60), tiene actualmente un perfecto exponente en Corea del Sur, país que, tras la crisis asiática de 1997, comprendió que su crecimiento y desarrollo pasaba por la inversión, protección y comercialización de sus industrias culturales (pensemos en el K-Pop), estrategia y apuesta que le han convertido en una potencia económica mundial.
“Este es un manual didáctico sobre la industria musical”
-¿No ha sido también infravalorada tanto financiera como socialmente, cuando supone el 3,1 % del PIB mundial y el 6,2% de todo el empleo?
Cierto es que pudo existir una tendencia arraigada que separaba a todo lo cultural de la cotidianidad económica de la comunidad y, por tanto, de su valor financiero, pero ya desde la consolidación del concepto de industrias culturales y creativas en los años 90, tanto las diferentes estructuras y agentes de las diferentes industrias culturales como de buena parte de las administraciones públicas (con su evidente margen de desarrollo y de mejora) y de algunos grupos empresariales (que la ven como un impulso potencial para su imagen de marca, a través de sus políticas de patrocinio y/o de inversión) son conscientes de su inherente impacto social y económico.
-Nuestras instituciones suelen vincular la música popular a sus departamentos de Juventud y/o Turismo. ¿Cambiar hacia Cultura podría ser un primer paso?
Sí, esta pregunta va unida a lo que te respondía respecto a la consideración de la música popular como patrimonio social de una comunidad o país. Las administraciones públicas van lentamente interiorizando su valor de marca y de desarrollo, asumiendo, por tanto, su consideración cultural intrínseca, y no únicamente de entretenimiento o diversión. En este punto quisiera incidir en un aspecto tremendamente relevante, desde mi punto de vista: la necesaria educación en esa valoración cultural y social de la música.
-El crecimiento de esta industria, tanto en streaming, venta física, editorial o en vivo, es continuo, pero existe una especie de mantra que simplifica hacia una opinión contraria. ¿A qué crees que es debido?
Probablemente a una mirada añeja hacia unos modelos antiguos de consumo en la industria, a aquellos maravillosos años 90, en los que la industria musical obtuvo unos crecimientos brutales (obviamente, en términos macro). Sin embargo, como comentas, ya desde los años 2015 y 2016 la recuperación económica es evidente, tanto para la industria de la música grabada como para la industria en directo. Insisto, en términos macroeconómicos; otra cuestión es cómo afecta estos nuevos modelos de consumo, sobre todo en la música grabada, a cada artista musical.
-Ha evolucionado el papel del consumidor, de audiencia pasiva a usurario activo. ¿Qué ventajas e inconvenientes puede tener?
Ha evolucionada de esta manera, fundamentalmente en una segmentación de consumidores jóvenes, que participan de forma activa, sino en sus procesos creativos, que también en ocasiones, al menos en su promoción y distribución, alterando, por ejemplo, el valor tradicional del prescriptor crítico y profesional, que quedaría para unos pocos melómanos y musiqueros en medios especializados. Los tiempos están permanentemente cambiando y debemos caminar y adaptarnos a ellos, si bien entiendo que un equilibrio entre el valor de los agentes “tradicionales” de prescripción de la música popular y estos novedosos modelos de consumidores activos sería un proceso ideal, sumado al, insisto, necesario impulso educativo para su valor cultural y social.
-En 2023 había 667 millones de usuarios a plataformas de pago, pero por otro lado proliferan los fake artists mood music. Siempre hay una cara A y una cara B de las cosas. ¿A qué conceder mayor relevancia?
Tal y como se explica en el manual, la industria musical ha estado inexorablemente ligada a los avances y desarrollos tecnológicos de cada época, lo que deriva tanto en prácticas beneficiosas como perjudiciales, como las que comentas, y otras muchas. De ahí mi persistencia respecto a la educación en el valor cultural de la música popular y en el conocimiento de sus diversas cadenas de valor, puesto que una persona educada en el conocimiento y respeto de la música y de su industria (y en su consideración de una industria profesional, como cualquier otra) será, al menos, una persona informada, que, por tanto, ejercerá sus libres decisiones de consumo para la música desde ese respeto y comprensión. Por otro lado, considero que algunos agentes relevantes de la industria deberían depurar modelos perniciosos para su progresiva y justa sostenibilidad económica, interiorizando ese imprescindible equilibrio entre valor y beneficio económico.
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