¿Quién no ha buscado su nombre en un motor de búsqueda? ¿Quién no se ha obsesionado con el mensaje ‘este dispositivo se conectó en un lugar remoto’ de su email? Mmmh… ¿Quién no se ha asustado cuando, pensando en apuntarse a clases de zumba, un Google Alert le propuesto –¡chás!– las de el centro cívico más cercano? Nuestros datos hace tiempo que dejaron de ser privados; en Internet hay un agujero de información más oscuro que las cuentas de CDC y, no, no basta que añadamos unos símbolos raros (%&$) a nuestras contraseñas.
Para visibilizar este y muchos otros temas relacionados con la red y la cultura digital, el reto que representa enfrentarnos al algoritmo de Google –y derivados– por ejemplo, se celebra en Barcelona desde hace once años un festival sobre pensamiento y debate alrededor de Internet: The Influencers, el 22, 23 y 24 de Octubre en el Centre de Cultura Contemporania de Barcelona (CCCB), parte del programa “Creative Europe” de la UE.
“En veinte años, todos nuestros problemas estarán relacionados con Internet”, confesaba el tecno-activista Cory Doctorow hace unos meses, también en el CCCB, en motivo del ciclo Kosmopolis. El mensaje se lo han hecho suyo en el festival The Influencers de tal forma que se han empeñado en explorar, precisamente, ese territorio poco desconocido, frontera entre el arte, la agitación cultural, el deseo de cambio social y la imaginación colectiva. Todo ello mediante ponencias, debates, grupos de trabajos y acciones de personas y colectivos que llevan años intentando poner en alerta los riesgos que conlleva la vida digital (y las ventajas, claro): “Internet acabará con nosotros, o nos hará mejores”, eso deben pensar los invitados de renombre al festival, auténticos ‘popes’ en la materia. En tres días se cruzarán por Barcelona los diseñadores Metahaven, la ex espía británica Annie Machon, el activista de los medios de comunicación Franco ‘Bifo’ Berardi o el experto en ‘folklore digital’ Dragan Espenschied. La traca será la presencia del colectivo artístico, exploradores de la ‘deep web’, !Mediengruppe Bitnik y de los americanos The Yes Men, representantes de la comunicación de guerrilla, puro terrorismo cultural.
!Mediengruppe Bitnik
!Mediengruppe Bitnik se definen como artistas contemporáneos que trabajan en y con Internet: transitan lo digital pero también dejan huella en espacios físicos, siempre rompiendo barreras y buscando nuevas coordenadas entre lo ‘real’ y lo ‘digital’. Residentes en Zurich y Londres, en los últimos años han sacudido los medios de comunicación con, entre otros, su “Entrega a Assange”: “live-email-art”, lo definen. Célebre también su “Random darknet shopper”, un ‘bot’ al que mandaron ‘de compras’: se proveyó en tres meses navegando por el ‘deep web’ de nada menos que éxtasis, entre otras cosas.
!Mediengruppe Bitnik son los artistas Carmen Weisskopf y Domagoj Smoljo, además de sus secuaces Adnan Hadzi (investigador) y Daniel Ryser (periodista). Atracamos a Carmen Weisskopf, en nombre del colectivo, horas antes de su estancia en Barcelona. A parte de explicar su experiencia en una ponencia, harán un taller y una acción. ¡Atentos todos!
Vuestro nombre resulta impronunciable para la mayoría de nosotros… ¿Qué es Mediengruppe Bitnik!?
Somos artistas contemporáneos que trabajan en y con el Internet. Nos conocimos en la universidad, estudiando arte, en el año 2000 y comenzamos a experimentar con las posibilidades de Internet. En aquel momento la red estaba empezando a ser grande; era fascinante tener un medio fácilmente accesible, lo que nos permitió publicar, conectar y compartir. Ah, ‘Bitnik’ era en realidad el nombre de nuestro primer servidor.
Suena a mascota. ¿Teníais un servidor por mascota?
Mucho peor. Introdujimos en secreto esta máquina en el sistema de red informática de la escuela de arte, colocando el equipo detrás de los cables de sus servidores oficiales. Una especie de Caballo Troya. De repente la máquina (Bitnik) se hacía visible 24/7 para todo el mundo conectado a Internet, algo que todavía era poco común aquellos días, ¡fue emocionante!
Desde jovencitos haciendo un curioso uso de la tecnología, veo.
En aquel momento, como jóvenes artistas, Internet hacía increíblemente fácil convertirse en parte de una red: publicar, cortar y hacer un ‘mal uso’ del ‘software’. Desde muy temprano estuvimos fascinados por la subcultura en línea, en evolución permanente y que con el tiempo también empezó a influir masivamente a la cultura ‘offline’.
De hecho vosotros habéis llevado vuestras acciones a lo físico, al ‘mundo real’.
Nuestra práctica se ha expandido de lo digital hasta a afectar a los espacios físicos, sí. A menudo nos aplicamos una ‘pérdida de control’ para desafiar las estructuras establecidas. Un ejemplo: a principios de 2013 enviamos un paquete al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, a la embajada ecuatoriana. El paquete contenía una cámara que transmitía ‘el viaje’ a través del sistema postal por Internet. En aquel momento describimos la entrega para el Sr. Assange como una “SYSTEM_TEST”, como “Live Mail Art”.
¡Eso fue increíble! ¿Cuál era el propósito de esta acción?
Nuestro punto de partida fue el interés por las circunstancias de Julian Assange, que lleva viviendo en la embajada de Ecuador en Londres desde junio de 2012, después de la petición de asilo. Esa embajada, rodeada por la policía británica en agosto de 2012, se ha convertido en la manifestación pública de una crisis diplomática entre los que mandan y los ‘hackers’ (defensores de la transparencia y los aficionados de Internet). Curiosamente, esta ‘zona de guerra’ se encuentra justo detrás de Harrods, tienda de lujo en el bullicioso distrito de Knightsbridge en el lado sur de Hyde Park. Surrealista.
Vivís en Londres. La zona sería un hervidero de controles tras la petición de asilo…
En la estación de metro debías empujar a través de las densas multitudes de compradores y turistas. Y, delante, media docena de policías y algunas furgonetas de vigilancia con antenas más. Ante todo eso, nos preguntamos: ‘¿Cómo podemos intervenir en este estancamiento geopolítico? ¿Cómo nos podemos involucrar como artistas en esta situación extraordinaria? ¿Podemos encontrar un enfoque personal a esta geopolítica abstracta y lejana? ¿Qué ocurre si introducimos un poco de normalidad en estas circunstancias excepcionales?’. Así que decidimos construir un paquete con un agujero. A través del agujero, una cámara tomó una foto cada 15 segundos y lo fue subiendo todo a nuestro servidor en tiempo real.
¿Y qué pasó después?
Queríamos ver donde acabaría el paquete, si llegaría a su destino. ¿Sería retirado del sistema postal? El sistema postal, precisamente, era ideal para poner a prueba las circunstancias en que Julian Assange ha estado viviendo. Introdujimos ‘un correo’ en una crisis diplomática muy tensa y durante 36 horas, y con todo el mundo en línea, pudimos ver el paquete. Todo el mundo tenía la misma información de lo que estaba ocurriendo. Esto llevó a la gente a narrar sus propias historias. Esto abrió un espacio de reflexión y de acción muy valiosa para nosotros: una forma de contrarrestar la creencia prevalente en la retórica de la seguridad y una visión del mundo predominantemente determinista.
Para acabar con el tema Assange… Me surge la duda, ¿cómo financiáis vuestras acciones tocando cuestiones tan controvertidas?
El campo del arte contemporáneo es generalmente una aventura. Nosotros hemos recibido mucho apoyo y la buena voluntad de muchos de los socios con los que hemos trabajado. Aunque las exposiciones suelen financiarse a través de la institución de exhibición.
Otra acción para la que no tuvo que ser fácil encontrar ‘partner’ sería el “Random Darknet Shopper”, vuestro ‘bot’ que se adentró en la ‘deep web’ y llegó a comprar éxtasis, entre otros. Explicadnos...
Después de las filtraciones de Snowden, sentimos que las relaciones de poder estaban cambiando. Ha quedado claro que la ‘web de superficie’ [el Internet al que tenemos acceso todos con motores de búsqueda convencionales] es una máquina gigantesca de vigilancia. Más y más personas confían en las redes anónimas como TOR para escapar de las miradas indiscretas. En la ‘deep web’ se busca el anonimato: periodistas, disidentes, activistas, artistas, programadores, etc.
¿Y qué pretendíais mostrar?
Al explorar la ‘deep web’ desde un punto de vista artístico esperábamos estudiar las estructuras y formas de comunicación de vigilancia masiva: ‘¿Cómo se forma la identidad de estas redes? ¿Cómo es la comunicación y el intercambio posible en redes anónimas? ¿Cómo podemos nosotros, como artistas examinar estas cuestiones de una manera significativa?’.
Lo vuestro no es simplemente la anécdota. ¿Cómo surgen ideas tan complejas y conceptuales?
Por lo general, se parte de una amplia investigación y desarrollamos la idea, siempre conceptual, sí. El desarrollo de un nuevo trabajo por lo general significa ahondar y formar parte de un entorno, analizar y clasificar, dar sentido y desenterrar.
¿Qué mostraréis en Barcelona? ¿Qué podemos esperar de su participación en The Influencers?
Estamos trabajando en una ‘performance’ pública llamada “Chelsea’s Wall”, que tendrá lugar simultáneamente en el The Influencers en Barcelona y en el Elevate Festival en Graz. Se trata de proyectar los tweets de Chelsea Manning, condenado a 35 años de prisión por servir documentos militares a Wikileaks, en paredes reales en dos ciudades a la vez. 140 caracteres: directos de la prisión, a las paredes.
Para acabar: ¿En qué próximos proyectos estáis trabajando?
Actualmente estamos desarrollando un nuevo trabajo para el 2016. Los ‘bots’ siguen siendo importantes nosotros. Después de la “Random Darknet Shopper”, estamos desarrollando la ‘performance’ en línea “Same Same”, junto al Cabaret Voltaire en Zurich: un robot que sustituye todas las imágenes de un sitio web con imágenes algorítmicas similares.
The Yes Men, el activismo guasón es algo muy serio
El pranksterismo es un barbarismo inglés que proviene del amancebamiento entre las palabras pranker (broma) y activism (activismo). Entre sus principales adalides destaca un tándem contestatario estadounidense que se hace llamar The Yes Men. Durante las dos últimas décadas se han estado haciendo pasar por políticos y hombres influyentes para sus acciones de protesta contra gobiernos y multinacionales, haciendo acto de presencia en ruedas de prensa y en programas de televisión. Un botón de muestra fue el fake que protagonizaron en 2004 como portavoces de la empresa Dow Chemical durante unas declaraciones en la BBC. Un tal Jude Sisterra prometió en directo un fondo de 12.000 millones de dólares de compensaciones en nombre de la empresa para indemnizar al medio millón de personas afectadas en 1984 por una fuga en una fábrica de pesticidas en Bhopal (India). Una hora después, se descubrió que Finisterra no había existido jamás. Había sido una acción de protesta de Andy Bichlbaum y Mike Bonanno, los nombres bajo los que operan los dos activistas. Un lustro después, en 2009, airaron a la Casa Blanca al convocar una rueda de prensa en nombre de la Cámara de Comercio, para anunciar un impuesto a los contaminadores. Fueron portada en los medios y la agencia litigó contra la pareja por “el robo de la identidad comercial enmascarado en activismo social”. Tres documentales recogen la trayectoria jocosa, arriesgada y efectiva de sus métodos de agitpop, The Yes Men (Dan Ollman, Sarah Price y Chris Smith 2003), The Yes Men Fix the World (Andy Bichlbaum, Mike Bonanno y Kurt Engfehr, 2009) y The Yes Men Are Revolting (Andy Bichlbaum, Mike Bonanno y Laura Nix, 2014). La última entrega es una suerte de epílogo en el que alcanzados los 40, los activistas reflexionan sobre los bretes y las encrucijadas personales de su compromiso social. El 24 de octubre, el CCCB de Barcelona acoge la proyección de la tercera parte y una charla del dúo en el contexto del festival de arte anómalo, entretenimiento radical y comunicación de guerrilla The Influencers.
¿A qué responde la elección de vuestro apodo?
Mike Bonanno: Si traduces Yes Men del inglés británico, quiere decir lameculos. Esto es, alguien que está de acuerdo con el jefe sólo para medrar. Así que al empezar nuestra trayectoria, elegimos este apelativo porque íbamos a infiltrarnos en negocios mediambientales y a convenir con gente hasta que se volviera absurdo. Es un juego de palabras.
Sorprende lo personal que resulta vuestra última película, ¿no temíais revelar demasiado acerca de vuestras vidas?
-Andy Bichlbaum: Es como cuando entramos en acción, que hay un sentimiento de incomodidad inicial. En este caso, el propósito era mostrar el poder de los movimientos sociales, porque la pelea predominante en el activismo es contra la desesperanza. Ahí reside la razón de que mucha gente no lo ejerza: no ver las consecuencias positivas de un esfuerzo así. De modo que al querer enseñar cómo toda esta actividad dispersa se ha convertido en un movimiento de cambio, tuvimos que mostrarnos.
Llega un momento en que vuestra tarea se vuelve tan complicada y tan frustrante que mostráis que ha llegado el momento de pasar el testigo.
Mike Bonanno: Sí, el hecho de estar haciéndonos mayores y la asunción de responsabilidades personales nos lleva a la conclusión de que necesitamos trabajar y hallar inspiración en otra gente que está trabajando en estos temas de una manera prolongada. Un buen ejemplo ha sido la activista ugandesa Chandia Kodili. Cuando la conocimos tan sólo contaba 20 años, y decidió suplantar en la cumbre climática de Copenhague a un ministro de Uganda, un país conocido por su belleza natural, pero no destaca por su respeto a los derechos humanos. Kodili nos ha resultado inspiradora no sólo por su juventud, sino porque está súper comprometida y asume riesgos mucho mayores de los que hemos afrontado nosotros. Gente así da sentido a nuestra continuidad en la batalla. En paralelo, como se muestra en el filme, durante la cumbre también hubo jóvenes canadienses trabajando en la misma acción y eran valientes, pero no tanto, porque varios de ellos renunciaron, sus organizaciones se rajaron. Canadá es hoy en día uno de los peores infractores del cambio climático.
¿Habéis concluido entonces que el futuro del proyecto pasa por delegar las acciones que ideéis en otra gente y que se conviertan en los Yes Men?
Andy Bichlbaum: Podemos compatibilizar ambas opciones. Por un lado hemos desarrollado la plataforma The Action Switchboard, que es nuestra tentativa de que esto siga adelante más allá de nosotros. A través de esta iniciativa podemos involucrar a activistas a los que todavía no conocemos. Es nuestra forma de conectar organizaciones, ayudarles a recaudar dinero, brindarles los consejos que requieran... La sentimos como una combinación entre Kickstarte y una web online de citas. Pero tampoco hay nada que nos disuada de seguir. Estamos pensando en hacer televisión, por ejemplo. Y en los últimos tiempos acudimos a una conferencia sobre seguridad nacional y nadie nos reconoció.
¿A pesar de haber protagonizado ya tres películas?
Andy Bichlbaum: Te aseguro que Tom Hanks puede presentarse como portavoz de cualquier organismo y la gente va a asumirlo como cierto, porque el público que acude a estos actos respeta al que sube al estrado y no se le pasa por la cabeza que sea un impostor. Si acaso, la gente diría: “Eh, mira como se parece a Tom Hanks”.
En las anteriores entregas había un componente de optimismo, y se os retrataba como a personajes de un cómic que siempre salían triunfadores en sus misiones, pero en esta tercera película existe un poso de tristeza. ¿Es una forma intencionada de finalizar la trilogía?
Mike Bonnano: Si lo quieres ver como trilogía, la primera película era sobre el sistema de comercio global y qué hay de malo en ello, la segunda era sobre sus efectos y la búsqueda de soluciones, y la tercera expone qué podemos hacer como individuos y de qué manera podemos contribuir, así que está enfocado a la gente, a los movimientos y a tomar acción. Y en este aspecto, resulta inevitable cómo impacta en el nivel personal la asunción del compromiso.
Andy Bichlbaum: Era necesario subrayar lo relevante que es estar comprometido en temas tan cruciales como el cambio climático, incluso si interfiere en nuestras vidas. Tenemos trabajos diarios, vidas personales, pero hacemos por organizarnos para continuar en la batalla. Esta película perseguía motivar a una audiencia mayor.
¿Cómo os sentistéis al formar parte de una protesta global como Occupy Wall Street?
Mike Bonnano: Fue una experiencia que cambió mi vida, porque es Nueva York, un lugar que no resulta excitante políticamente, pero en ese momento se convirtió en el centro del mundo. Cuando la gente nos escribió en agosto para informarnos de que iban a tomar Wall Street, reaccionamos con escepticismo: nos pareció una performance, porque era a unas manzanas de Wall Street. Pero el resultado fue increíblemente efectivo, un acto comunal brillante, planeado durante meses. Resultó increíble asistir. Occupy Wall Street no hubiera sucedido sin la Primavera Árabe ni el movimiento de los indignados, pero tuvo un componente contagioso, tomó el relevo y lo pasó a otros movimientos. Y cuando realizamos nuestra siguiente acción, la gente no la atendió como quien repara en un ovni o en unos tipos que han tomado muchas drogas, porque habían oído hablar del movimiento por la igualdad.
¿Hay otras causas por las que queráis trabajar u os basta con el reto del cambio climático?
Mike Bonnano: Todo está interconectado, si solucionamos el cambio climático, habremos resuelto una cantidad ingente de problemas, como la injusticia en el comercio, las leyes laborales, la influencia de las compañías petrolíferas como lobby en las decisiones gubernamentales o la continuidad del colonialismo bajo nuevas formas. Por ejemplo tienes el caso de la compañía petrolífera SOCO, que estaba explotando el Parque Nacional de Virunga, el más antiguo de África, y por una campaña que ha disuadido a las compañías inversoras de apoyar este proyecto en la República Democrática del Congo. Esta victoria se puede expandir y ayuda a que se hable de cambio climático, porque todo está conectado.
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