A pesar de que apenas he cruzado un par de palabras con él siempre me ha despertado bastante simpatía el Nacho Vegas persona...

 

 

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El exhibicionista vergonzoso

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18-04-2011

 

A pesar de que apenas he cruzado un par de palabras con él en los lejanísimos tiempos en que Eliminator Jr. y Manta Ray toca

A pesar de que apenas he cruzado un par de palabras con él en los lejanísimos tiempos en que Eliminator Jr. y Manta Ray tocaban sus primeras canciones en el mítico Cactus de San Juan de Nieva, siempre me ha despertado bastante simpatía el Nacho Vegas persona. A pesar también de que nunca he conectado con su obra en solitario (soprendentemente para mí sí y mucho con el disco de Lucas 15). Y lo digo sin un ápice de orgullo: está claro que con todo lo bueno que se ha dicho y escrito de él y de sus canciones el problema es mío y de mi (in)sensibilidad.

 

El caso es que acabo de leer la autoentrevista que Nacho se hace en el último número de Rockdelux y de entre las muchas cosas que dice me sorprendo por la que posiblemente sea la menos importante, pero “profesión” obliga. Comenta a propósito de la promoción musical…

 

“Factores como las drogas que toma el músico o las personas con las que folla también suscitan un interés que las convierten en valores de cambio y ayudan a “crear un personaje” a todas luces injustificable. Todo ello confluye en lo que se ha dado en llamar “culto a la personalidad” y que no es más que la suma de valores despreciables”.

 

Me sorprendió (para bien) Nacho cuando habló abiertamente de las drogas en una entrevista en Rolling Stone hace un tiempo. Me pareció maliciosa (y deliciosa, al margen de los resultados) la idea del disco compartido con Christina y el intercambio de dardos en sus respectivos trabajos en solitario. Y bueno, nadie pone en duda el valor de un tema como “El ángel Simon”, hasta el punto de que estoy convencido de que ese salvaje top less emocional lo ha tenido todo que ver en la fenomenal acogida que tuvo su carrera en solitario.

 

El músico no siempre desnuda su alma, el poeta o cuanto menos el que aspira a serlo sí. Y supongo que eso es lo que distancia a alguien como Nacho Vegas de, por ejemplo, Los Directivos a los que nunca se me ocurriría preguntarles por sus novias (si acaso por la falta de ellas). Por eso ahora me sorprende tantísimo que se asombre porque se le pidan explicaciones acerca de una obra en la que lo autobiográfico a menudo ha ido por delante. Él, que debería estar de vuelta de todo. Alguien instruido en la mitología del rock y en cómo las canciones se relacionan con ella, en Dylan y Suze Rotolo, en Nick Drake y su fragilidad suicida, en los textos de Lou Reed, Burroughs o Cobain a propósito de sus devaneos con la heroína.

 

No sé, despreciable sería preguntarle a Ira Kaplan por su postura del kamasutra favorita o a Anni B. Sweet  a quién va a votar en las próximas elecciones, cuando en ningún momento ha mostrado interés alguno por utilizar su yo artístico como altavoz político. Sin embargo ahora Nacho cuando se entrevista a sí mismo prefiere ahondar en el discurso socio-económico. Y eso, por lo que sé de sus canciones, sí que es mear fuera de tiesto y largar de lo que no toca. Menos mal que, una vez leído el texto al completo y cuando se baja del escenario, a Nachín le salva que sabe reírse de sí mismo. No es una cualidad común, menos aún en el mundo del pop y el rock.

 

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