El cineasta responsable de títulos como “Pieles” (17) o “La Piedad” (22) debuta en la pequeña pantalla con un tríptico en el que aborda el estigma social del SIDA, visto desde los tropos de la ficción vampírica. Una cautivadora suma de variables con la que ya ha conseguido hacerse un hueco entre los nombres más destacados de Locarno y del próximo festival de Sitges. “A día de hoy, el SIDA continúa siendo una pandemia al alza y no somos conscientes de su magnitud”, afirma Casanova, al tanto de que mucha gente pueda considerarla como una enfermedad ya superada. Por el contrario, el director afirma que se trata de un mal de “rabiosa actualidad” y que solo la cultura puede devolverlo a la agenda pública, logrando que las instituciones no se olviden de los afectados. A fin de generar una mayor percepción de la vigencia del SIDA en nuestro tejido social, este es visto en “Silencio” a través de tres épocas distintas (el siglo XIV, finales de los ochenta y la actualidad), todas ellas con el mismo mínimo común denominador: el ostracismo y el rechazo colectivo.
"La comedia, lejos de banalizar, ayuda a que el espectador pueda empatizar con aquello que está viendo"
Tampoco es casual el título de la miniserie, testimonio de la necesidad de los afectados de VIH de exigir avances médicos y sociales para ser diagnosticados y tratados. “El SIDA ya no mata, pero el silencio continúa siendo el peor efecto secundario de quienes lo padecen, trayendo consigo consecuencias gravísimas sobre su salud mental. De ahí que las protagonistas de la serie estén todas con depresión y medicadas”, explica. Ellas son, precisamente, el gran reclamo del relato, no solo por su impactante caracterización a base de prótesis, calotas y lentillas (obra del reivindicado Oscar del Monte, habitual en el sello estético de Casanova), sino también por el hecho de romper la imperante masculinización del mito vampírico a través de rostros femeninos regulares en su imaginario. “Creo que precisamente lo han llevado mejor las actrices con las que no había trabajado todavía. Ana, María y Mariola deben de haber terminado preguntándose cómo es posible que hayan caído de nuevo en mis manos”, cuenta entre risas aunque consciente del tándem tan bueno que forma con ellas. “Nos viene muy bien conocernos tanto y tan bien para construir este tipo de personajes. Si no conociera como conozco a Ana, por ejemplo, habría sido imposible crear a Verónica”.
La presencia principal de mujeres en el proyecto es “una metáfora de la situación actual de las personas que padecen el síndrome VIH”, tal y como apunta Eduardo. “Siempre se ha creído que el SIDA era un monopolio de los hombres maricones, pero, a día de hoy, el mayor número de personas con VIH son mujeres. Las enfermedades no entienden de orientación ni identidad sexual”, dice, citando, además, la obra de Andrea Galaxina, “Nadie miraba hacia aquí”, como su principal fuente de documentación. “La imagen que tenemos del SIDA difiere mucho de la realidad”, continúa, recordándonos ciertos prejuicios erróneamente arraigados. “En la actualidad, mucha gente no sabe que ser indetectable es igual a ser intransmisible. Por eso yo he eliminado de la serie la capacidad de conversión que tienen los vampiros, pues creo que así se entenderá mejor la metáfora”.
A pesar de que la cuestión exija rigurosidad, Casanova no pierde la ocasión de sumar a la fórmula destacadas dosis de humor, destinadas a calar también en el gran público. “Siempre que intento hacer terror lo que me acaba saliendo es un drama con toques de comedia”, bromea, insistiendo en que necesitaba romper con su habitual intensidad y comenzar a divertirse de verdad. “La comedia, lejos de banalizar, ayuda a que el espectador pueda empatizar con aquello que está viendo. Además, creo de verdad que cuando se logre desestigmatizar el SIDA, los que lo sufren podrán apropiarse de estos chistes, como el resto de colectivos hemos hecho históricamente”.
No pasamos por alto mencionar a Apoyo Positivo, una ONG que defiende los derechos de las personas con VIH desde los años noventa y que ha respaldado el proyecto de Edu con respeto y amplitud de miras. “Su trabajo es increíble y realizan un tipo de activismo muy inteligente”, dice. “Siempre acostumbramos a mirar con recelo lo que hace una ONG, incluso cuando estamos de acuerdo con la causa, por eso la única manera de poner su propósito en el centro ha sido yendo un paso más allá”.
“Cuando digo que siempre hago cine social, la gente se ríe de mí”, determina cuando le sugerimos si este es su proyecto más comprometido. “Erróneamente pensamos que el cine social es solo costumbrismo y cámara en mano, pero ‘Silencio’ es la prueba de que se puede superar ese tópico. Es la respuesta a esas ficciones pretéritas sobre el SIDA, hechas sin conocimiento ni fundamento, que carecían de la perspectiva de quienes lo sufren. ‘Silencio’ es real y comprometida, precisamente porque Apoyo Positivo está detrás”.

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