LINDA DRAPER
PLANTING SEEDS / MUSHROOM PILLOW
(2005/2006)

Durante bastante tiempo me traía cierta broma (¡que en realidad no era tal!) con Marcos Collantes, el capo de Mushroom Pillow. Cuando de tanto en tanto nos encontrábamos o surgía hablar por teléfono él me preguntaba mi opinión sobre los últimos lanzamientos del sello, a lo que yo respondía invariablemente del mismo modo: “Lo siento Marcos, pero es que sacas unos discos horribles”. Tengo que decir que además de que siempre ha encajado muy bien, Marcos solía contraatacar con algún comentario sobre mi persona o incluso hacia la revista que convertía la conversación en un toma y daca de lo más divertido. El caso es que esa opinión, que ha cambiado en los últimos años con la publicación de un buen puñado de grandes discos, sólo conocía una excepción con un trabajo que nunca supe muy bien cómo ni por qué llegó a licenciarse en nuestro país con Mushroom. Era la obra de una modesta cantautora de Nueva York llamada Linda Draper de la que ni se sabía ni volvió a saberse gran cosa desde entonces, a pesar de que ha ido publicando álbumes con cierta asiduidad en la última década. Para mayor escarnio “One Two Three Four” es un habitual de las cubetas de saldos casi desde que vio la luz en 2006 (2005 en EEUU). Y yo creo que no hay mayor malditismo que quien se expone y sufre la indiferencia más cruel…
El cuarto largo de la Draper destaca poderosamente en su discografía, que de hecho ha mutado peligrosamente hacia el pop adulto en los últimos tiempos. Y lo hace porque en él se nota la implicación de Mark Kramer, aquel músico, capo discográfico y productor excéntrico y genial, descubridor de Galaxie 500, responsable de las más de cien referencias de Shimmy Disc vieran la luz -unas brillantes y otras no tanto, pero siempre dotadas de una enorme personalidad- y también el tipo que grabó a buena parte de nuestro protoindie, desde Beef a Penelope Trip o Sr. Chinarro. La vida y obra (nunca mejor dicho) de Kramer da para todo un libro así que tampoco es plan de extenderse aquí mucho más sobre ella.
Baste con insistir en que su sombra planea sobre cada uno de los rincones de este disco. Lo hace por ejemplo en detalles tan en apariencia absurdos como ese arranque en “Lifeboat”, donde Linda pregunta “¿está grabando?” y arranca con un sencillo arpegio de guitarra. En ese momento su voz vuelve a escucharse en la retaguardia, pidiendo disculpas, convertida en un recurso, un arreglo más que junto a un minimalista piano y los sonidos de los insectos elevan la canción a otro nivel, mágico, lisérgico, sin por ello dejar de preservar toda su pureza.
Un par de años después contacté con Linda para pedirle una selección de canciones para mi programa de radio. Me contestó, encantadora, con una lista en la que figuraban Death Cab For Cutie, Radiohead, Neko Case, Nick Drake, Frederick Draper (su propio padre interpretando a la guitarra “Leyenda” de Albéniz), Cake, Tom Waits, Zap Mama, Diane Cluck, Jeffrey Lewis, Leonard Cohen, Bob Marley, Neil Young y Kathleen Edwars. Efectivamente, no es una compilación demasiado sofisticada y muestra el gusto de alguien a caballo del indie y una tradición folk que, supongo, es el pan nuestro de cada día para una joven norteamericana mínimamente interesada en la música. Era, precisamente, lo que se podía esperar en el momento en que escuchabas el resto de discos de Linda. Ojo, la mayor parte verdaderamente disfrutables...
Pero definitivamente “One Two Three Four” era -y aún es cuando lo repaso por enésima vez- otra cosa, uno de esos trabajos que parece difícil vincular con un tiempo y un lugar determinado. Al contrario, un disco que parece haber salido del túnel del tiempo, fruto del rescate de melómanos como ha ocurrido en estos últimos años con los tesoros semiocultos de Linda Perhacs o Sibylle Baier. Otra cosa…
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.