En las últimas semanas se han publicado al hilo de los resúmenes y balances sobre el 2011 dos textos qu
En las últimas semanas se han publicado al hilo de los resúmenes y balances sobre el 2011 dos textos que he leído con mucho interés, porque aunque ambos partían de la misma premisa (el cambio de los modelos de consumo de música y cómo eso está afectando a nuestra percepción de la misma) las conclusiones eran muy diferentes. Por un lado Xavi Sancho reflexionaba para El País sobre el efecto que el redescubrimiento constante de los clásicos está teniendo en la música actual: según su tesis hincamos la rodilla ante grandes nombres como Wilco por su sometimiento a los 60’s y 70’s y despreciamos (incluso ignoramos) la modernidad, la búsqueda de nuevos sabores/valores.
En la que es mi publicación favorita en estos momentos, The Quietus, Luke Turner por el contrario se muestra rabiosamente optimista y sostiene que “2011 ha sido un año interesante para escribir sobre música. Sólo tienes que mirar nuestra lista de mejores discos del año (y también las precedentes de 2010, 2009 y 2008) para darte cuenta de que vivimos en un tiempo en que la música se ha fragmentado. Definitivamente ha dejado de existir una ortodoxia cultural ni en el mainstream ni el underground”.
Conectarse estos días al Facebook es tanto como que te asalten cientos de listas resumiendo los discos más destacados del año: webs, revistas, individuos más o menos indocumentados, músicos, periodistas que votan individualmente y de forma colectiva en cuatro medios diferentes,… todo el mundo parece orgulloso de decir la suya. Los grupos, sellos y gabinetes de comunicación ayudan a multiplicar el efecto haciéndose eco del top de “Perico de los Palotes” con tal de ver su nombre inscrito en un puesto cualquiera del 1 al 50. Siempre he esperado con ilusión los números en que las revistas hacen recuento, y sin embargo de un tiempo a esta parte hasta yo termino hastiado: si por mí fuera pasaría a publicar la lista con los mejores del año de MondoSonoro en el mes Septiembre. Por lo menos de esta forma todos lo cogeríamos con más ganas…
Si primero lo digo… El caso es que me proponen utilizar este púlpito para decir la mía, otra más, y la vanidad, inevitable, choca con el hartazgo ese del que hablaba. Decido finalmente que ni para ti ni para mí, y lo resuelvo con este texto y una solución intermedia: llamar la atención sobre una serie de discos que injustamente no han recibido toda la atención que merecían por éste y otros medios.
Como por ejemplo las dos escisiones de Wolf Parade, Moonface y Handsome Furs (estos últimos tras el reventón en el Primavera Club demostrando una vez más que crítica y público no siempre caminan de la mano). O Fovea Hex (una maravilla del pop lánguido y atmosférico en el año en que se beatificó a This Mortal Coil); Should (el retorno y también el mejor disco de la mejor escuela del indiepop melancólico de los 90); el single de adelanto del esperadísimo (por mí al menos) nuevo disco de Glass Candy; el tardío descubrimiento de Snowman (maldita broma macabra haber descubierto al grupo australiano precisamente cuando procedían a disolverse. Para el recuerdo queda un disco impresionante, este “Absence” que es lo más avanzado que ha dado el pop siniestro en muchos tiempo); la reinvención de Prurient con un trabajo que a la vez cita a Coil y la “Black Box” de Wax Trax!; el indie-folk artesano de Fruit Bats o King Creosote & Jon Hopkins (más humilde, pero para mí también mucho más inspirado que nombres más celebrados que aparecen en casi todas las listas); la épica bailable de Planningtorock o fogonazos del esperado segundo disco de Lo-Fi-Fnk, demostrando que había en el terreno de la electrónica algo más que ambient o dubstep, los dos géneros que monopolizan las listas de forma absurda este año; Wolves In The Throne Room (elevando la apuesta de Sunn O))) en “Monoliths & Dimensions); o el lo-fi entrañable, sentido y cavernario de Papercuts.
En el terreno de lo nacional un blog de prestigio como La Nadadora me ha robado la oportunidad de volver a destacar cuatro discos que me parecen de una categoría que trasciende fronteras pero que se han quedado fuera de las listas de MondoSonoro: Rauelsson & Peter Broderick, Oso Leone, Santiago Latorre y Atomizador. Más solo me quedo a la hora de defender el segundo trabajo de Eh!, un disco que lo tiene todo para llamar la atención: un ex Standstill al frente, colaboraciones de campanillas y sobre todo diez composiciones como diez soles, narrativas, cargadas de tensión pero amables para el oído. Algo parecido sucede con el tercer -creo que no me equivoco- disco de GAF, grande en su colisión de estilos -free jazz, space rock y rock oscuro a la Stooges- y del que no se me ocurre más motivo por el que sigue siendo ignorado que su insularidad canaria. Más riesgo desde la periferia que no tiene premio: Chin Yi (que Lagartija Nick se los lleven de gira por toda España, por favor), Fabián (posiblemente el único cantautor español de corte clásico al que sigo los pasos), Dos Gajos (lejos quedan los años en que Penelope Trip eran los niños bonitos de la crítica musical. Y sin embargo es tan fácil encariñarse con este disco, tan humilde como simpático) y Pablo Und Destruktion, que en realidad camina tan al margen que ni tan siquiera publica discos, sino videoclips. Aunque en Madrid y Barcelona algunos nombres tampoco se libran de cierto ostracismo a la hora de las listas, incluso algunos de ellos con pasado ilustre como Summer Recreation Camp, vehículo ambientalista en la onda Flying Saucer Attack de un ex Coconot. O Sapiens, una banda magnífica que casa con personalidad post-hardcore y bandas sonoras jazzys y cuyo mayor problema ha sido siempre no saber hacer amigos en esferas más altas. Y concluyo este repaso por los olvidados con los estimulantes Fabuloso Combo Espectro y con Bravo Fisher!, defendido por la revista en el apartado demoscópico pero que tiene un disco en formato digital que para muchos parece no existir y tiene todo que ver con el tecnopop comercial que se hace ahí fuera, en un rango que va de The Sound Of Arrows a Owl City.
Todos estos nombres tan diferentes entre sí me han proporcionado más de un momento de satisfacción (grande) a lo largo del 2011 y la verdad es que me parecía que a cambio de ello lo menos que podía hacer era decirlo públicamente. Y recurro al tópico: si además este texto te sirve para descubrir a alguno de ellos o tan sólo para que vuelvas a escuchar uno de estos discos, el objetivo estará doblemente cumplido.
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