Hace tres días el Heliogàbal, bar ya histórico dentro del circuito de música en directo de Barcelona, anunciaba la decisión de acabar con los conciertos en el bar, cancelando o reubicando los que había ya fechados, tras dos sanciones que podrían llegar hasta los 50.000 cada una. Una decisión que llevaba cuajándose desde hace tiempo y acelerándose tras el acoso policial (cinco inspecciones en veinte días), ante una situación que les dejaba entre la espada y la pared: incumplían la normativa de aforo y de limitación de sonido al no tener licencia de bar musical (realizan conciertos amparándose en su condición de asociación cultural), a la vez que se les negaba sistemáticamente dicha licencia. Aparte queda la sonrojante mención en las sanciones a la prohibición de bailar en un local que no tenga pista de baile.
Al final, este episodio ha servido para volver a poner en primer plano un problema que lleva años existiendo, y para acelerar los plazos en los que trabajaba el Ayuntamiento de Barcelona desde la entrada de Barcelona en Comú para poner una solución al respecto. El ICUB lleva trabajando en ello desde septiembre, y parece ser que no falta mucho que ese cambio de normativa sea efectivo, algo que podría solucionar los problemas de decenas de locales que programan música en directo habitualmente. Ada Colau, alcaldesa de Barcelona desde junio, despejaba ayer toda duda acerca de la posición del nuevo Ayuntamiento al respecto: "Una Barcelona de grandes festivales ha de sustentarse en un tejido de base rico y diverso". No podemos estar más de acuerdo, y esperemos que Barcelona sea la primera ciudad, pero no la última, en dar este paso.
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