Veteranos con salud de hierro y corazón de fuego

Hay una serie de señas de identidad se mantienen invariables desde hace varios años en Festival de Reggae de La Concha. Se trata de un humeante encuentro en torno a la música y la cultura jamaicana que se celebra en un ambiente casi familiar, dentro del paradisíaco Parque de Riosequillo, donde se agradece la ausencia de los agobios habituales en los festivales de más renombre, y se puede adquirir comida y bebida a precios más que razonables. Y ya en lo musical, unos apabullantes sistemas de sonido hacen de esta cita una ocasión privilegiada para disfrutar tanto de las pinchadas como de los conciertos, especialmente los de la noche del sábado, donde siempre hace acto de presencia alguna leyenda de la música reggae. Sí, siempre es lo mismo. Pero si este esquema sigue aportando grandes satisfacciones año tras año, ¿para qué cambiarlo?

Así que al caer la noche del sábado salieron al escenario los zaragozanos Irregular Roots, quienes ofrecieron un gran recital de roots y dub que culminó con colaboraciones de Inés Pardo y Earl Sixteen a la voces; un recital tan clásico y ortodoxo como gozoso para los que lo presenciaron.

El cielo nublado que amenazó durante toda la jornada empezó a descargar justo cuando el anfitrión Roberto Sánchez comenzó su actuación. Esto estuvo a punto de arruinar su actuación, ya que el público corrió lejos del escenario a cobijarse bajo las carpas. Por fortuna, pronto escampó y Sánchez pudo lucirse en una actuación pletórica, una más de tantas que le hemos visto en esta misma campa con cualquiera de sus múltiples proyectos .

Sánchez actuó respaldado por los sólidos Forward Ever Band, banda madrileña de músicos de sesión que también acompañaron a Ken Boothe. El veterano Mr. Rocksteady, cabeza de cartel de esta edición, ofreció un concierto memorable: a sus 67 años se mostró sobre el escenario en un estado de forma envidiable, donde hizo las veces de un maestro de ceremonias que organizaba a los músicos para que aceleraran o ralentizaran el ritmo de cada canción para amoldarlas a la calidez de los sentimientos que Boothe dibujaba con su voz. El repertorio fue magistral, y en el brillaron los temas llenos de romanticismo soul que le han dado fama, aunque estuvo presente el tono reflexivo de algunos de sus temas más recientes (“Journey”, en la que aprovechó para echar la vista atrás a sus 52 años de trayectoria en el mundo de la música, o “New World Order”, donde se lamenta del infausto devenir del planeta), versiones como la de la canción de El Padrino, y un fin de fiesta por todo lo alto con, como no, sus míticos “Everything I Own” y un “Freedom Street” que estiró hasta terminar fundiéndolo con la letra de “Redemption Song”. Tue un concierto en el que Boothe, vestido de blanco inmaculado, no paró de bailar, de demostrar que su voz todavía es capaz de infundir magia en su música, y de hacer ver que estaba disfrutando con un concierto vibrante, en el que la improvisación jugó un papel crucial, y que habrá que recordar como uno de los más emocionantes que La Concha ha ofrecido a lo largo de su historia.

A continuación, el colectivo donostiarra Fat Bird Recordings cumplió de sobra con la desagradecida papeleta de mantener al público en movimiento tras la lección magistral de Boothe, hasta que a eso de las 3 de la madrugada llegó el turno de entrar en la carpa. Ahí el jamaicano Earl Sixteen y el puñado de vocalistas y selectores que le acompañaron, propulsados por la pirámide de amplificadores del soundsystem de 4 Man Army, mantuvieron a la masa de cuerpos bailando hasta la salida del sol.

En fin, que el alto nivel musical y el espíritu festivo entre el público se mantuvieron a lo largo de todo este sábado, lo cual permite diagnosticar la excelente salud de la que goza este festival.