ESPLENDOR GEOMÉTRICO
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ESPLENDOR GEOMÉTRICO

Enrique Peñas — 05-07-1999
Fotografía — Archivo

La primera palabra que me viene a la cabeza a la hora de hablar de Esplendor Geométrico es «exceso»; mejor dicho, «abuso»; uso y abuso del ritmo hasta sus últimas consecuencias: una explotación que se prolonga ya por espacio de casi veinte años. Era 1980 cuando el Aviador Dro y Sus Obreros Especializados sufrían una escisión de la que nacería Esplendor Geométrico; Arturo Lanz, Gabriel Riaza y Juan Carlos Sastre eran los agitadores (su primer single, «Necrosis En La Poya» –81- así lo indicaban). En esto, mi primer contacto con Esplendor Geométrico llega ya entrados los noventa, a través de una ilustración de Miguel Angel Martín: un «cirujano» diseccionado sin piedad (y en vivo) el cerebro de una sufrida joven; sólo faltaba aquello de «Destrozaron Sus Ovarios» (una de las primeras grabaciones de EG) para completar la carnicería. Ruido sobre ruido; una agitación física en toda su música: nada de tensión mental, sólo corrientes orgánicas. Con los noventa, la desaparición de Gabriel Riaza (sustituido definitivamente por Saverio Evangelista) se hace progresiva; igualmente, el abandono de las letras agitadoras / sensacionalistas a favor de una mayor depuración: la voz ya no preocupa tanto por su contenido y sí por su forma; un instrumento al servicio del ritmo, como cualquier otro. Arturo Lanz berreando la misma frase sobre el fondo ensordecedor de una canción que siempre ha sido la misma, y que lo seguirá siendo en sus múltiples variables. Ruido marginal, metálico, extenuante, irreverente (el latinazo «María, Grazia Plena…» entre «Dinuma» y «Tropoja» –de su directo en Utrech en el 89-), exasperante a veces y genial casi siempre. En su día me costaba asignar la palabra genialidad a Esplendor Geométrico (en general, a todo el ruidismo), pero hoy puedo hacerlo sin dudar, y más cuando sus últimos trabajos («Balearic Rhythms» –imprescindible- y «Polyglophone» –brutal, con espléndida portada de J.C. Sastre-) demuestran que la fórmula no está -ni mucho menos- agotada. Una genialidad no disfrutable a bajo volumen, sino sólo en la penetración del ruido, en la agitación de los ritmos que se destruyen y recomponen en el cerebro: «Hemen Nago» traspasando paredes, «Intermodular» debatiéndose ante los atónitos oídos. Una repercusión que llega hasta el lejano Oriente (Japón, para ser más exactos); un mercado fanático, capaz de reunir en «ENCO-D-eSPLENDOR» lo mejor del ruido –desde Coil a Chris & Cosey para remezclar acertadamente un legado tan esplendoroso como el que EG había desplegado en «Balearic Rhythms». Suma y sigue, porque la actividad de Arturo Lanz y Saverio Evangelista continúa inalterable, y anuncian un próximo vídeo que recoge una de sus actuaciones en Japón. Imagino una audiencia privilegiada (Alec Empire, Dirk Ivens -Sonar, Dive-, Vainio y Vaisanen –Pan Sonic-, y Masami Akita –Merzbow-, entre otros). Un día fue «el arte por el arte»; ahora, ¿el ruido por el ruido? Mucho más que eso: «Nuestra Generación Crece Feliz».

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