Es evidente que las novelas gráficas entran, primero, por la vista. Lo visual es esencial a la hora de acercarte con más o menos expectativas a los numerosos tomos que habitan en nuestras librerías. Y en eso, Pablo Caballo hace aquí un trabajo espectacular. Sucio, oscuro. Extremo en lo turbio, que para algo estamos hablando de un genocida. Porque ahí está, claro, el equilibrio para acabar sentenciando la grandeza de esta obra. En el guion de un Fernando Llor espléndido que aprovecha una historia real y anónima para trasladarnos al genocidio perpetrado por Radovan Karadzic. La cosa tiene su miga. El considerado responsable de más de ocho mil asesinatos se ha retirado y con otro nombre, el de Dragan Dabic, se dedica ¡a ayudar a los demás! como terapeuta energético. Jasmina, protagonista del texto, es una de sus pacientes. Y sus historias, claro está, se entrecruzan de manera perturbadora. Es ahí cuando uno, como lector, tiene dos opciones: interpretar este volumen como una simple ficción más, aunque no lo sea, o reflexionar sobre las permanentes contradicciones del ser humano. Ir más allá es cuestión de cada uno pero este “El espíritu del escorpión” es de esos textos (y dibujos) que dejan huella.
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