Cuando cantar sale del alma
Conciertos / Kiko Veneno ...

Cuando cantar sale del alma

8 / 10
Miguel Amorós — 02-12-2019
Empresa — La Sonora Producciones
Fecha — 30 noviembre, 2019
Sala — Apolo, Barcelona
Fotografía — Fernando Ramírez

El festival Rock & Palmas no pudo tener mejor primera edición. La sala Apolo se llenó de un público intergeneracional, pero entregado tanto al maestro Kiko Veneno, como a los emergentes pero ya consagrados Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. Y bien cierto que hubo mucho “rock y palmas” en este festival que se autodefine como “flamencodélico” y promete centrarse en bandas que fusionen el flamenco con el rock, pop, psicodelia, rumba, indie, electrónica… vamos, una propuesta sin limites. De hecho, la noche empezó con una sesión especial del imbatible Dj Panko acompañado de una bailaora y unas imaginativas proyecciones. Tras ese rítmico y aflamencado calentamiento, salió a escena el grupo sorpresa del 2019, los sevillanos “adoptivos” de DMBK. Cualquiera que haya visto la cantidad de conciertos que llevan este año, podría imaginar que se les hubiera ido la olla. Nada de eso, el repetir repertorio en cada show, les ha hecho ser aún más consistentes y contundentes en esa propuesta que recupera la herencia del rock andaluz de los setenta, pero actualizada, personalizada y que va más allá. De ahí que, hasta la fecha, hayan participado en dos eventos de Mondo Sonoro. En una hora hicieron un repaso intenso a su primer disco y aún pudieron incluir algún tema más. Despegaron con la intro “KBMD”, y ya con “The New Gizz” el público dejó claro que también había venido a verlos a ellos coreando a pulmón el “Tómalo, siéntelo”. Con “Grecas” subió aún más la intensidad. Aunque no olvidaron decir que para ellos era un lujo tocar junto al gran maestro Kiko. Es cierto que en directo se crecen y emocionan, consiguiendo conectar con el público desde el primer minuto con momentos estelares como la bajada de Dandy Piranha a las primeras filas durante “Samrkanda” para dar abrazos o los remolinos del público en “Aliento de dragón”. Poco antes del final arremetieron con “Nana del caballo grande” de Camarón y, demostrando valentía, salieron muy bien parados. Acabaron con la canción que dio origen a la “kinkidelia”, la vibrante “El salto del gitano”, con la que llevaron su poderío a su máximo nivel.

Lo de Kiko Veneno es de otra liga. Lo suyo es historia viva del pop español, entendiendo pop en el concepto más amplio de “cultura popular”. El respeto que el público le manifestó fue enorme, quizás porque sus composiciones siguen teniendo esa magia de hacer feliz a la gente. Aunque había intriga en saber como iban a sonar en vivo esas canciones refrescantes de “Sombrero roto”, su nuevo y tan alabado disco, de vocación electrónica y que ha tardado tres años en cocinar a fuego lento. Pero cuando el directo está bien hecho y con el corazón, es fácil superar lo hecho en el estudio. Si además se canta desde el alma, poco importa que haya algún desliz musical o se desafine. 
Apoyado en ocho músicos cómplices, Kiko repasó casi al completo su último trabajo intercalando sabiamente algunos de sus clásicos. Porque esa era su idea al hacer este nuevo disco, renovar su repertorio.

Así que empezar con “Los delincuentes” era apuesta segura (guiño para Diego “Ratón” que manejó guitarra flamenca y eléctrica con maestría). Después fueron cayendo las rítmicas “Títiri Títiri”, “La higuera” o “Autorretrato” y entremedio piezas infalibles como “Lo que me importa eres tú”, la preciosa “Coge la guitarra”, una larga versión de “Traspaso”, en la que se conjuntaron hasta cuatro guitarras, que pareció contagiarse de la psicodelia de DMBK o un tema que nunca falla cuando toca en la ciudad condal, “La rama de Barcelona”. A destacar “Chamariz”, esa perla que enamora a primera escucha y que en directo contó con arreglos de violín, o esa cruda historia de “Vidas paralelas” que Kiko hizo corear a todo el público.

El concierto se cerró con “Joselito”, que provocó instantáneamente caras de felicidad convirtiéndose en un karaoke total, y con el divertido tema que da nombre a su nuevo trabajo. Vuelta al escenario de Kiko en solitario con esa delicada canción de amor que es “Obvio” y fiesta total con toda la banda y el ya mítico “Volando voy”.
Fueron algo más dos horas de disfrute que quizás no cambien el mundo, pero que demostraron que hay canciones que pueden hacer la vida mejor.

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